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Vivimos olas de calor hasta 17 veces más largas que antes por El Niño

El 2023 fue el año más caliente del planeta desde que se tiene registros y en Perú tuvimos olas de calor más prolongadas por El Niño. En Lima Provincias una ola de calor duró 173 días, unas 17 veces más que el promedio registrado entre 1991 y 2020 en la costa. En Piura se extendió por 20 días, dos veces más de lo reportado antes, según el Senahmi.

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El 2023 fue el año más caliente en el planeta y tuvimos olas de calor más largas en Perú.

Los peruanos de Sechura están habituados al calor. Soportar temperaturas abrasadoras es una característica de los pueblos de esta provincia de Piura conocida como la Capital de la Arena, situada en el desierto más extenso de la costa del Perú. Pero el calor está siendo cada vez más extremo: Sechura registra 31 °C y tiene proyecciones de temperaturas de 36° y 38 °C para esta semana, según los reportes del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi). Un clima que se siente como una bola de fuego si hay pocas áreas verdes, no hay sombra y un amplio sector de familias no tienen conexión a la red pública de agua potable, como ocurre en esta zona del norte del país. 

En esas condiciones, las altas temperaturas son una amenaza para la salud pública y, aún más, cuando se convierten en olas de calor. No existe una definición única de ola de calor, pero el Senamhi identifica una ola de calor si por más de tres días consecutivos vivimos temperaturas excepcionalmente más cálidas de las que eran usuales para determinada época del año. El 2023 fue el año más caluroso del planeta desde que se tiene registros y el Perú vivió olas de calor más prolongadas debido al fenómeno El Niño, que se está presentando con efectos más severos en un contexto de cambio climático. Por ejemplo, una ola de calor diurna en la región Lima Provincias duró 173 días; es decir, llegó a ser 17 veces más larga que el promedio histórico de 10 días, según los reportes de las estaciones meteorológicas del Senamhi tomados entre 1991 y 2020. Mientras que en la región Piura, donde se registraron las temperaturas más altas, una ola de calor diurna se extendió por 20 días, dos veces más que el promedio histórico. Y en la región Arequipa fue 9 veces más prolongada.

Las olas de calor pueden incrementar el riesgo de muerte por casos de golpes de calor, cuadros que ocasionan fallas renales y cardíacas, sobre todo en niños,  adultos mayores y embarazadas si no reciben atención médica a tiempo. Por eso, resulta vital que la población esté informada de los peligros de los cambios extremos de temperatura a través de sistemas de alerta temprana, una medida básica de adaptación al cambio climático que se está implementando en varios países del mundo. 

En Colombia, Argentina y Chile ya se han desarrollado sistemas de alerta temprana para advertir episodios con temperaturas excepcionales de calor como de frío. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) diseñan un mecanismo similar para ayudar a las poblaciones más vulnerables. Para apoyar esta política, la Organización de las Naciones Unidas ha realizado una inversión de 3 mil millones de dólares para proteger a las personas de un clima cada vez más extremo con medidas de adaptación. 

En Perú, el Senamhi no tiene un sistema de alerta temprana para olas de calor,  pero identifica los cambios muy drásticos en la temperatura que ocurrirán en los siguientes 14 días. Estos datos suele publicarlos en sus redes sociales, pero las demás instancias del Estado, como el Ministerio de Salud, los gobiernos regionales y los municipios no implementan medidas específicas para proteger a las personas a partir de sus reportes. 

La demora en la aprobación de un sistema de alerta temprana para eventos climáticos extremos nos cuesta vidas. Un estudio reciente del Senamhi, basado en las temperaturas máximas registradas desde 1964 al 2017 y el número de muertes generales entre los años 2003 y 2017, identificó que el riesgo aumenta hasta 5 días después del inicio de las olas de calor en la provincia de Piura, y hasta un día después en los distritos de Santa Anita y Ate, al este de Lima.  

Esta investigación es la primera con esas características y se incluyeron estas ciudades por ser las más densamente pobladas. El desafío ahora es ampliar el estudio a todo el país, ya que las olas de calor tienen una duración distinta en cada región, señala Tania Ita, especialista del Senamhi y quien formó parte del equipo investigador. 

Olas de calor en un país con distintos climas

El Senamhi determina las olas de calor usando como parámetro las temperaturas máximas y mínimas registradas a lo largo de 30 años (entre 1991 y 2020). Esos valores históricos permiten saber si la temperatura del aire es más cálida durante un tiempo prolongado. Sin embargo, no hay un solo tipo de clima en Perú y eso hace que las olas de calor puedan tener una duración y alcanzar temperaturas diferentes en cada región del país. Por ejemplo, mientras que una ola de calor en la ciudad de Tumbes puede ser más breve que en Lima Metropolitana, la primera alcanzará temperaturas más altas debido a que su clima es más cálido. 

En las regiones de la costa, los fenómenos El Niño y El Niño Costero hacen que las olas de calor sean más intensas, mientras que en la sierra los períodos de sequía influyen en las olas de calor debido a que hay menos fuentes de agua para absorber la energía del sol, lo que permite la ocurrencia de temperaturas anómalas. Mientras que en la selva las lluvias son un factor que permite que las olas de calor sean más cortas porque hay mayor nubosidad. 

Durante el 2023, las regiones San Martín, Junín y Madre de Dios tuvieron olas de calor con una duración promedio de 5 días y se registraron temperaturas por encima de los 40 °C. El caso más extremo ocurrió en el distrito de Tingo de Ponaza (San Martín), donde el calor llegó a los 41.4° C, siendo la temperatura más alta que se alcanzó el año pasado. 

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En 2023, las regiones de la sierra atravesaron un invierno más cálido y períodos de sequía debido a la ausencia de lluvias.
Foto: Liz Tasa

Hay otros factores ambientales, como la humedad relativa del aire, que aumentan la sensación de calor que percibimos. A temperaturas más altas y mayor humedad en el ambiente, el sudor que produce nuestro cuerpo se evapora de manera más lenta, impidiendo que nuestro cuerpo se enfríe. Además, las zonas que tienen más viento y espacios verdes (elementos que tienen un efecto termorregulador) pueden resistir mejor al calor. 

Las islas de calor urbano también son determinantes porque estas zonas registran temperaturas más altas, debido a que la superficie está rodeada de edificios, aceras o asfalto, que absorben y retienen el calor por más tiempo. En estos lugares, la sensación térmica es mayor si hay más autos, fábricas e industrias que liberan gases contaminantes a la atmósfera. 

Muchas de los asentamientos de poblaciones en mayor pobreza se convierten en islas de calor y distritos donde no hay áreas verdes, según un estudio reciente de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH) realizado en 50 distritos de Lima y Callao. Investigadores del University College de Londres y otras instituciones académicas de Reino Unido, Estados Unidos, Singapur y Suiza tuvieron un hallazgo similar al analizar los impactos económicos de las islas de calor urbanas en 85 ciudades de Europa. Este estudio remarca que las personas con ingresos más bajos y mayores barreras para acceder a vivienda y servicios sociales son las más vulnerables.   

Más enfermedades y más muertes

En períodos de calor extremo, las primeras reacciones de nuestro cuerpo pueden pasar inadvertidas. Empezamos a sudar como un mecanismo para controlar nuestra temperatura corporal. Pero, cuando enfrentamos temperaturas muy altas, el cuerpo llega a un límite y es imposible que nuestro sudor ayude a regularnos. Los primeros efectos de este desbalance se manifiestan con dolores de cabeza, palpitaciones cardíacas más fuertes o más rápidas y una respiración agitada. Los síntomas que aparecen después pueden ser más severos, incluyendo calambres, desmayos hasta sufrir un golpe de calor.

Los golpes de calor, que son la forma más grave de lesión causada por exposición a temperaturas muy altas, pueden dañar rápidamente el cerebro, el corazón, los riñones y los músculos. La persona afectada presenta alteraciones en su sistema nervioso como confusión y estupor, su piel se observa caliente y seca, tiene náuseas, taquicardia y su presión arterial es más baja de lo normal. Pero si no recibe tratamiento a tiempo, puede entrar en coma y morir. 

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Los obreros y agricultores son trabajadores vulnerables a los efectos que producen las olas de calor como deshidratación y enfermedades renales crónicas.
Foto: Andina

Hay que tener en cuenta que la frecuencia con que ocurren las olas de calor no es un aspecto menor. Si soportamos temperaturas muy cálidas en la mañana y luego durante la noche, es muy difícil que el cuerpo pueda refrescarse para enfrentar otro evento de calor extremo al día siguiente. “Algunos estudios muestran que las olas de calor nocturnas son más relevantes para la mortalidad que las olas de calor diurna. Tal vez para una persona joven, tener noches más cálidas supone problemas para dormir, pero para un adulto mayor o para alguien que es más vulnerable, eso podría significar que pueda morir o que desarrolle una enfermedad renal aguda”, explica Yasna Palmeiro, investigadora asociada al Centro de Políticas Públicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile. 

Hay un grupo de enfermedades que hacen más susceptibles a los adultos mayores frente a las olas de calor: diabetes mellitus, alzheimer, enfermedades neurológicas como el párkinson, enfermedades cardiovasculares y respiratorias, insuficiencia renal, cálculos renales y otras afecciones del sistema urinario. Además, los medicamentos para tratar algunos de estos problemas de salud tienen efectos adversos durante las olas de calor. Por ejemplo, los antihipertensivos pueden reducir la presión arterial. “En las personas que toman antidiuréticos, que son fármacos que favorecen la formación de orina, es muy probable que se deshidraten y sufran daños renales”, agrega Palmeiro.  

En América del sur, el número estimado de muertes relacionadas con el calor ha ido en aumento en el caso de las personas mayores de 65 años, según el último informe de The Lancet Countdown, una iniciativa de universidades e instituciones académicas que estudia el impacto del cambio climático en la salud. Los datos recogidos en este reporte indican que el promedio de adultos mayores que fallecieron debido a olas de calor en Perú se duplicó entre los años 2017 y 2021 en comparación a la cifra estimada del 2000 al 2004, como se observa en el cuadro a continuación: 

Otra población vulnerable son los niños, sobre todo los menores de un año porque las temperaturas extremas ocasionan que se deshidraten más rápido que una persona adulta. Algunos estudios señalan también a los trabajadores que realizan actividades al aire libre, en entornos sin refrigeración o que hacen labores físicamente extenuantes bajo el sol. En ellos, la exposición prolongada al calor no solo aumenta el número de horas de trabajo perdidas, sino que pone en peligro su salud porque con el tiempo pueden desarrollar fallas renales y otras enfermedades crónicas. 

Se estima que el verano pasado los episodios de temperaturas extremas provocaron 60.000 muertes adicionales solo en Europa. En 2022, la mortalidad en exceso provocada por las olas de calor sucesivas se registró principalmente en España, Italia, Grecia y Portugal. El récord de temperatura para Europa fue registrado el 1 de agosto de 2022 en Sicilia (Italia): 48,8 grados Celsius.

Lo que necesitamos hacer

Las olas de calor están evolucionando hacia eventos de mayor magnitud, duración y afectando la salud y la vida de cada vez más personas. Este escenario remarca la urgente necesidad de implementar sistemas de alerta temprana para anticiparnos o reducir los daños de climas extremos. Por ejemplo, la Dirección Meteorológica de Chile tiene un sistema de alertas de calor extremo que incorpora parámetros como humedad, índices de calor, clasificaciones de estrés y la relación entre la temperatura, mortalidad y morbilidad presentes. 

A través de una plataforma en línea que produce datos que se convierten en alertas y medidas, el área meteorológica ayuda a las personas, las organizaciones, tanto del sector público y privado en la toma de decisiones claves para protegerse de los impactos del calor. Se ha calculado que en Chile, durante un día de verano mueren en promedio 100 personas, pero cuando la temperatura supera los 34 grados, en Santiago mueren 10 personas extra. 

Con los datos de la Dirección Meteorológica de Chile, el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred) declaró en diciembre de 2023 una alerta temprana de altas temperaturas que estará vigente hasta marzo de 2024. Se especificaron también los horarios que las personas deben evitar exponerse al sol para evitar los daños de los rayos ultravioleta.

Para extender los sistemas de alerta temprana, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha elaborado algunas recomendaciones para que las agencias de meteorología de cada país mejoren sus capacidades de predicción y pronóstico y que esta información permita la elaboración de un plan de acción nacional para proteger a las personas de los efectos del calor extremo.

Por ejemplo, en los establecimientos de salud, el personal debe estar capacitado para manejar los casos de golpes de calor y las complicaciones que pueden surgir. Además, se tiene que incluir el calor como causa contribuyente de muerte en los certificados de defunción de las personas con enfermedades crónicas para evitar que existan subregistros. A ello se requiere sumar el número de hospitalizaciones y consultas médicas por problemas de salud asociados al calor extremo. “Hace falta concientizar a los médicos, enfermeros y el personal de salud en general de que las temperaturas, ya sean extremadamente altas o extremadamente bajas, son una amenaza para la vida humana”, afirma la investigadora Yasna Palmeiro. 

Los planes de respuesta frente a las olas de calor también son necesarios a nivel local y comunitario para reconocer qué zonas registran valores más altos de temperatura y cuantas personas pueden estar en riesgo. Prepararnos para un mundo más caluroso implica medidas a corto, mediano y largo plazo como el diseño de las ciudades, que incluyen la creación de áreas verdes, espacios para refrescarse e incluso la instalación de “techos fríos” que ayuden a reducir la absorción de radiación solar. 

Para los países de mayores ingresos, se estima que los costos de adaptarse a un planeta más caliente llegan a los 70 mil millones de dólares anuales. La desventaja para los países más pobres es que, a pesar de generar menos carbono al ambiente, tienen aún muy poco presupuesto para enfrentar el cambio climático. 

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