La piel es el órgano más grande de nuestro cuerpo. Casi dos metros cuadrados y 10 kilogramos de tejido son los primeros en recibir cualquier tipo de agresión, incluso de aquellas fuentes que parecen no ser tan peligrosas como el sol o el agua. Por ello, con el cambio climático, los eventos climatológicos están generando que la piel experimente lesiones e infecciones de cuidado, a las que pocas veces les damos la importancia necesaria.
Hablar de la piel parece un tema meramente estético, pero no es así. Este órgano cumple una función protectora ante múltiples agentes externos como microorganismos, cambios de temperatura o el contacto con sustancias dañinas. En este artículo, exploraremos algunas de las afecciones más comunes a las que se expone nuestra piel debido a los efectos del cambio climático.
Más calor, ¿más acné?
La vida saludable de la piel depende de varios factores, y el aspecto ambiental es uno de los más importantes. Aunque a veces es difícil de identificar, el clima suele originar diversos problemas dermatológicos desde afecciones como el acné hasta otros más complejos como enfermedades infecciosas.
Como sabemos, el acné causa malestar porque provoca lesiones como granos y espinillas que, además de ser dolorosas, dañan la piel dejando marcas difíciles de borrar. Este trastorno ocurre cuando las glándulas sebáceas de la piel se inflaman y se obstruyen.
¿Por qué el cambio climático influye en los casos de acné? Un artículo indica que “la secreción sebácea es mayor durante los meses más cálidos y en los pacientes más jóvenes. Además, hay varios estudios publicados en los que se observa que entre un 30% y 50% de los mismos empeoran en el verano debido al incremento del sudor”.
Otro artículo reunió los datos de 452 pacientes con acné y concluyó lo siguiente: el 80.62% de ellos informaron que el calor empeoraba su acné debido a la sudoración y al aumento de la humedad. Aunque en dermatología se tiene la idea de que el acné solo se agrava durante el invierno, estudios como estos indican que el incremento de la temperatura global ya estaría agudizando los casos de acné.
La humedad también afecta la piel
Cuando pensamos en los daños de la piel causados por el cambio climático es poco común asociarlo con el riesgo de estar en contacto con el agua. Sin embargo, el agua en condiciones de desastre es un importante factor que pone en peligro la salud de la piel.
Ante un escenario de desastre como aquellos que dejan inundaciones, las personas suelen desplazarse para encontrar refugio, comida y agua. En ese proceso de búsqueda caminan o nadan en medios contaminados, donde hay infinidad de objetos que podrían causar lesiones cutáneas, y esos golpes o heridas, aunque no suponen un cuidado mayor, en realidad puede derivar en alguna infección o enfermedad.
De acuerdo con la Organización Metereológica Mundial (OMM), basado en datos del Observatorio de Desplazamiento Interno (IDMC, por sus siglas en inglés), entre 2008 y 2014 la media anual de personas desplazadas por “la amenaza directa o por los efectos de las inundaciones” fue de al menos 22.5 millones.
El problema con una herida abierta, además del riesgo de una posible infección del tejido, es que al contacto con el agua contaminada de las inundaciones se convierte en la puerta de entrada para microorganismos causantes de enfermedades.
Eso sucede con la bacteria Vibrio vulnificus, que tiene alcances mortales en tan solo un par de días, y que provocó un “aumento anormal” de casos y muertes debido al impacto del huracán Ian que arribó a Estados Unidos en septiembre de este año. Este microorganismo vive en condiciones de agua salada y cálida y, según los registros de Florida, hasta el momento hay 66 casos y 13 fallecidos.
Las personas que contraen esta bacteria experimentan necrosis, o sea muerte del tejido, presentan ampollas y corren el riesgo de padecer la enfermedad grave, es decir, una infección en todo el cuerpo hasta causar la muerte.
Por otro lado, el contacto con el agua de forma prolongada también puede causar estragos en la piel. Se pueden desarrollar hongos a causa de la humedad y dermatitis (sarpullido no contagioso). La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que “las inundaciones están aumentando en frecuencia e intensidad y se espera que la frecuencia e intensidad de las precipitaciones extremas continúen aumentando debido al cambio climático”.
Rayos solares: esa amenaza invisible
Hay varias formas en que podemos herir la piel y algunas no se perciben hasta que han pasado muchos años. Eso sucede con la exposición a los rayos solares. Si bien es cierto que el sol puede tener beneficios para nuestra salud, hay que tener cuidado con el tiempo y la forma en que lo hacemos.
Según un documento de National Institutes of Health (NIH), una mesurada exposición al sol hace que nuestro cuerpo produzca vitamina D, sin embargo la exposición prolongada y constante en el tiempo puede provocarnos daños severos como cáncer de piel.
“Hay que entender que estamos expuestos a la radiación solar durante toda la vida, desde que nacemos, y los primeros 18 años de vida son cruciales porque ya existe un 80% de daño en el DNA de nuestras células”, previene Rossana Llergo, presidenta de la Fundación Mexicana de Dermatología.
La luz ultravioleta se clasifica en tres tipos: UVA, UVB Y UVC. Todas se parecen en que sus longitudes de onda se miden en nanómetros, y un nanómetro (nm) representa una millonésima parte de un metro. La primera de ellas tiene una longitud de onda de entre 315 y 400 nanómetros; la segunda, 280-315 nm, y la tercera, entre 100 y 280 nm.
Esa medición importa porque, gracias a ella, se conoce sus características y cómo se comporta una vez que llega desde el sol hasta la Tierra. De acuerdo con la OMS, “cuando la luz solar atraviesa la atmósfera, el ozono, el vapor de agua, el oxígeno y el dióxido de carbono absorben toda la radiación UVC y aproximadamente el 90% de la radiación UVB. La atmósfera absorbe la radiación UVA en menor medida. En consecuencia, la radiación UV que alcanza la superficie terrestre se compone en su mayor parte de rayos UVA, con una pequeña parte de rayos UVB”.
Como nadie puede sentir que los rayos UV están matando células o que cambian su ADN, es fácil que nos expongamos a baños de sol prolongados sin ningún tipo de protección. Eso puede derivar en daños a la piel, desde quemaduras y envejecimiento prematuro hasta el desarrollo de varios tipos de cáncer.
Aunque la piel cuenta con varios mecanismos de reparación (como la apoptosis, un proceso en el cual mueren las células que están dañadas irreparablemente), ante la persistente exposición a los rayos UV, las células comienzan a proliferar anormalmente hasta formar tumores.
Según las estimaciones mundiales, en 2020 diagnosticaron a más de 1,5 millones de personas con cáncer de piel, y 120 mil muertes asociadas con esta causa. Además, “la exposición excesiva a la radiación ultravioleta causó en 2020 alrededor de 1,2 millones de nuevos casos de cáncer de piel distinto del melanoma (carcinomas epidermoide y basocelular) y 325 000 casos de melanoma cutáneo, así como 64 000 y 57 000 defunciones prematuras por cáncer de piel distinto del melanoma y por melanoma cutáneo, respectivamente”, asegura la OMS.
Además de evitar la exposición prolongada al sol, Rossana Llergo recomienda estar atentos a los cambios que ocurran en nuestra piel, como la aparición de manchas o lunares, e incluso heridas que no se curen como normalmente sucedería. Cada marca, por más pequeña que sea, puede ser un indicio de alarma. Por eso hoy, la prevención dermatológica se vuelve cada vez más necesaria en un mundo que se sigue calentando sin freno.