Los datos científicos y sanitarios no dejan lugar a dudas sobre los riesgos para la salud que plantea el bronceado artificial. Como advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde hace muchos años, “el cáncer, las quemaduras solares, el envejecimiento acelerado de la piel, la inflamación ocular y la inmunosupresión transitoria están asociados al uso de aparatos de bronceado”.
También existen pruebas considerables de que la exposición artificial a los rayos UV puede provocar adicción al bronceado.
En cuanto al cáncer, el efecto más grave, los estudios más recientes muestran cómo esta práctica aumenta el riesgo de melanoma. Ya en 2006, un metaanálisis de 19 estudios epidemiológicos puso de relieve un riesgo aún mayor de melanoma cuando la exposición a los rayos UV artificiales comenzaba antes de los 30 años.
Varios estudios internacionales y metaanálisis han confirmado desde entonces que cuanto más joven se es en la primera sesión de bronceado en interiores, mayor es el riesgo de desarrollar un tumor maligno de la piel (melanoma).
El número anual de sesiones así como la duración total de la exposición también están directamente correlacionados con el aumento del riesgo.
El mercado por encima de la salud
Desde enero de 2016, la venta de aparatos de bronceado a personas particulares está prohibida en Francia. Esta medida de salud pública se introdujo 17 años después de que las radiaciones ultravioletas artificiales fueran clasificadas como agentes cancerígenos por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer, organismo de la OMS. Sin embargo, la prohibición continúa siendo sólo teórica.
Por ello, las direcciones generales de los ministerios de Sanidad y Consumo de Francia elaboraron un proyecto que, de acuerdo con el mecanismo jurídico entre Europa y sus Estados miembros, fue presentado a la Comisión Europea. Y ahí empezó el conflicto. Resulta que si un proyecto de normativa nacional puede obstaculizar la libre circulación de mercancías, Europa puede bloquear su aplicación. Que es exactamente lo que ha ocurrido en el caso del bronceado artificial.
La razón esgrimida por la Comisión Europea para bloquear el decreto francés es que los equipos de bronceado entran dentro de otra normativa europea (Directiva 2014/35/UE) denominada de “baja tensión”, que regula todos los equipos eléctricos conectados a la red eléctrica.
La conformidad de los equipos de bronceado con esta directiva se basa en una norma técnica (EN 60335-2-27), que establece que los equipos de bronceado de tipo “UV3” (según el decreto n°2013-1261) pueden ser utilizados por particulares siempre que se garantice la seguridad eléctrica. Por tanto, cualquier equipo que cumpla estos requisitos puede circular libremente por la Unión Europea.
Los argumentos a favor de la protección de la salud no lograron desbaratar la lógica normativa europea: la Comisión rechazó así el proyecto de decreto francés, que habría impedido la libre circulación en el mercado europeo de las camas solares destinadas al uso privado.
Todas las demás disposiciones del decreto, destinadas en particular a reforzar la información proporcionada a los usuarios sobre los riesgos para la salud de cabinas de bronceado, así como el control de los aparatos, todavía no se han aplicado.
Una cabina de bronceado te expone a un índice UV 12
La exposición a la radiación ultravioleta del sol es igualmente peligrosa, también clasificada por el CICR como carcinógeno definitivo. Por iniciativa de las autoridades se lanzan regularmente campañas de prevención contra los riesgos de la exposición al sol sin protección. Este mensaje parece ir calando poco a poco, sobre todo entre los más jóvenes (gafas de sol, camisetas anti-UV, horarios de playa, etc.).
Por eso, parece paradójica la posibilidad de exponerse a rayos UV artificiales, cuyas sesiones pueden representar el equivalente a un sol tropical con un índice UV 12. El índice UV expresa la intensidad de la radiación ultravioleta y el riesgo que representa para la salud: más allá del índice 10, los riesgos son extremos.
Desinformación sobre los beneficios de la UV artificial
Hay muchos conceptos erróneos sobre la UV artificial, entre los cuales está la creencia de que unas pocas sesiones en una cabina de bronceado preparan la piel para el sol del verano. Es todo lo contrario.
La composición de los rayos UV artificiales es diferente de la del sol. Los rayos ultravioleta contenidos en la luz natural se dividen en tres “bandas”, según su longitud de onda, de la menos a la más energética: UVA, UVB y UVC. Mientras que las cabinas de bronceado emiten principalmente UVA (que penetra más profundamente en nuestra piel, provocando su adelgazamiento y envejecimiento más rápido).
Los UV artificiales solo colorean la piel, sin desencadenar el mecanismo de engrosamiento asociado a la exposición progresiva al sol. Un estudio demostró que se duplican los casos de quemaduras solares en personas con melanoma que utilizan cabinas de bronceado. Y como no hay sensación de calor, el riesgo de quemaduras por exposición prolongada es real.
Entre los demás argumentos utilizados para justificar el uso de cabinas de bronceado, son muy populares el aporte de vitamina D o la lucha contra la depresión estacional. Sin embargo, nuestro cuerpo produce esa vitamina tras su exposición a los rayos UVB, que muy raramente emiten las cabinas. Unos minutos de exposición al sol (manos, cara) son más que suficientes para cubrir las necesidades normales de vitamina D. En cuanto a los efectos positivos sobre el estado de ánimo, también aquí son inexistentes: sólo la luz visible desempeña este papel.
Un impacto evitable
La exposición a los UV artificiales es evitable, al igual que sus consecuencias para la salud. Un estudio francés de 2015 estimaba que el 83 % de los melanomas podían atribuirse a la exposición al sol, y el 3 % a los aparatos de bronceado. El barómetro del cáncer de 2015 afirmaba que un 1,5 % de los franceses, incluidos menores, habían realizado sesiones de bronceado en interiores a pesar de la prohibición en vigor en el país.
En España está prohibido también que usen cabinas de bronceado los menores de 18 años, y se desaconseja a las embarazadas. Pero se obliga a los centros de bronceado a colgar en un lugar visible en las salas de espera carteles que adviertan, entre otras cosas, de que las radiaciones ultravioletas pueden provocar cáncer de piel y dañar gravemente los ojos.
Suponiendo que los melanomas inducidos por las cabinas de bronceado tengan las mismas consecuencias que los provocados por la radiación ultravioleta solar, entre 19 y 76 muertes al año estarían asociadas a la práctica del bronceado artificial.
En noviembre de 2009, tras la clasificación por el CICR de la radiación ultravioleta artificial como “carcinógeno humano definitivo”, Brasil fue el primer país en prohibir completamente el uso de aparatos de bronceado.
Otros le siguieron: los estados australianos de Victoria (en 2005) y Nueva Gales del Sur (en 2015). Y así hasta que todos los estados australianos prohibieron la práctica comercial del bronceado en interiores desde el 1 de enero de 2016.
En Francia, sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer antes de que se elimine esta exposición innecesaria, responsable de muchas muertes. Los tres últimos dictámenes de la Agencia Nacional de Seguridad Alimentaria, Medioambiental y de Salud Laboral sobre los riesgos para la salud asociados al bronceado artificial recomiendan unánimemente “el cese, a largo plazo, de todo uso comercial del bronceado artificial UV y de la venta de equipos que suministran UV artificial con fines estéticos”.
Este artículo fue publicado originalmente en francés en The Conversation.
Este artículo fue originalmente publicado en The Conversation bajo la licencia Creative Commons.