Entre 1900 y 1907, una migrante irlandesa llamada Mary Mallon trabajó como la cocinera de ocho hogares en distintas partes de Nueva York. Después de que sus primeros empleadores enfermaron de fiebre tifoidea, causada por bacterias del género Salmonella, Mallon se mudó a Manhattan, donde varios miembros de la casa donde trabajaba enfermaron de fiebre y diarrea. Otra empleada también murió ahí.
Preocupada por mantener sus ingresos a flote, siguió buscando un trabajo tras otro después de que las familias que la contrataban caían enfermas o muertas. En marzo de 1907, Mallon fue obligada a cumplir cuarentena tras ser considerada la principal sospechosa de contagiar a la gente con quien convivía, aun cuando ella misma nunca enfermó de fiebre tifoidea. Nunca se supo cómo ni dónde pudo haber contraído el virus. Hoy, Mary Mallon se conoce por ser una de las portadoras asintomáticas más famosas en la literatura médica.
Como ella, miles de personas han transmitido el SARS-CoV-2 sin saberlo. Y un grupo de científicos se ha convencido que esta ha sido la razón por la cual el nuevo coronavirus ha sido tan difícil de controlar.
¿Qué significa ser asintomático?
La definición es sencilla: cualquier persona que tenga una infección pero que no presente síntomas. Existen varias infecciones que pueden invadir el cuerpo sin que nos demos cuenta. En el caso de la influenza, por ejemplo, se estima que entre 5% y 25% de los casos son asintomáticos.
Con el SARS-CoV-2, algunas personas infectadas nunca desarrollan síntomas. Y estos casos pueden considerarse verdaderamente asintomáticos.
Sin embargo, la experiencia de algunos médicos los ha convencido de que muchas personas más bien tienen síntomas mínimos. “Ni siquiera los notan, pero por alguna razón se hacen una prueba y salen positivos [al coronavirus]”, dice Luis Ostrosky, epidemiólogo y especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de Texas en Houston.
O pueden ser pre-sintomáticos, el periodo de cuarenta y ocho horas antes de desarrollar síntomas en que uno ya puede estar exhalando el virus e infectando a otros sin darse cuenta de ello.
Esta discusión semántica no es trivial. Pero el riesgo de salud pública que representan los pacientes pre-sintomáticos y los asintomáticos es básicamente el mismo.
¿Por qué una persona puede ser asintomática mientras que otras enferman gravemente?
Nadie lo sabe con certeza. Una respuesta puede estar en la manera en que el sistema inmune reacciona ante la presencia del virus, dice María Fernanda Gutiérrez, viróloga de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá, Colombia. Y esta, a su vez, puede variar dependiendo de muchos factores, como nuestros genes, nuestra edad o las enfermedades preexistentes que tenemos, aunque algunos de ellos seguramente son desconocidos hasta ahora.
La otra teoría tiene que ver con la cantidad de virus que uno recibe. “Digamos que si fuiste expuesto a un par de partículas virales, no pasa nada. Pero si fuiste expuesto a millones de partículas virales, tendrás una [infección] más fuerte”, dice Ostrosky. “La verdad, estamos aprendiendo todavía”.
¿Cuántas personas son asintomáticas?
Esto también es difícil de responder, sobre todo porque distintos estudios han lanzado estimaciones muy distintas. Sin embargo, los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos recientemente anunciaron que la mejor cifra actual sugiere que el 40% de las personas infectadas con COVID-19 son asintomáticas, y que la probabilidad de que transmitan el virus es de 75%.
La mejor manera de saber la proporción de casos asintomáticos en una población sería hacer pruebas masivas regularmente, y no sólo enfocarse en la gente con síntomas sino también en quienes se sienten bien.
“Por otro lado, hay que ser realistas. El gobierno no puede testear a cada persona”, dice Monica Gandhi, investigadora y médica de la Universidad de California en San Francisco. Es por eso que las pruebas masivas podrían enfocarse en comunidades cerradas cuyo riesgo de infectarse y enfermar es mayor, como asilos de ancianos, pensiones, cárceles o plantas comerciales y manufactureras.
¿Pueden las personas transmitir el nuevo coronavirus incluso sin toser o estornudar?
Sí. A diferencia de otros virus respiratorios, el SARS-CoV-2 produce muchas partículas virales en la sección del tracto respiratorio que corresponde a la nariz y la boca. Aun cuando no tosas o estornudes, el simple hecho de hablar, gritar, cantar o incluso respirar puede liberar nubes de partículas que después pueden ser inhaladas por otras personas.
“El problema con este virus es que incluso si no tienes síntomas puedes estar diseminándolo en grandes cantidades de tu nariz y boca”, dice Gandhi. “Y ese es fundamentalmente el problema entero sobre el porqué se ha expandido tan rápido”.
¿Qué tan importante ha sido la transmisión asintomática durante esta pandemia?
Esto ha sido tema de controversia, sobre todo después de que Maria Van Kerkhove, epidemióloga y directora de emergencias sanitarias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), dijera en junio que las personas infectadas y asintomáticas son mucho menos propensas a transmitir el virus que aquellas que desarrollan síntomas.
Su comentario fue criticado por la comunidad científica y, un día después, Van Kerkhove aclaró que los números reales sobre la frecuencia de la transmisión asintomática todavía no se conocen.
Para Gandhi y otros investigadores, existen dos tipos de evidencia que sugieren que este tipo de transmisión ha jugado un papel importante. Uno es el conjunto de estudios que documentan una diseminación del SARS-CoV-2 en grandes cantidades, incluso antes de que las personas desarrollen síntomas o incluso si no tienen síntomas en absoluto. La segunda evidencia, dice, es el hecho de que el virus se haya propagado de forma tan rápida y masiva, lo cual sugiere que no solo las personas con síntomas lo transmiten, sino también los asintomáticos.
Por eso, el contagio asintomático “es el talón de Aquiles de las estrategias de control tradicionales que siempre hemos usado en salud pública”, dice Gandhi, porque es un fenómeno casi invisible que puede resultar en miles de contagios.
Si tengo el SARS-CoV-2 pero no presento síntomas, ¿qué tanto debería preocuparme?
A menos que tengas una prueba confirmatoria, es difícil saber que tienes el virus si no presentas síntomas. Por eso, lo más seguro es asumir que has entrado en contacto con el mismo y tomar medidas que ayuden a proteger a los demás, como usar cubrebocas, evitar aglomeraciones, lavarte las manos y, de ser posible, distanciarte de otras personas.
“La parte benéfica de la infección asintomática es, por definición, que la persona no se enferma. Y eso es una cosa buena”, dice Gandhi. Sin embargo, un estudio en Wuhan encontró pistas de que aún personas sin síntomas pueden desarrollar daño pulmonar “silencioso”, específicamente lesiones consistentes con inflamación del tejido de los pulmones.
Otro estudio, también de China, estudió a 37 pacientes que se recuperaron de la COVID-19 y otros 37 que tuvieron al virus, pero nunca presentaron síntomas. Los científicos encontraron que, en dos o tres meses, la cantidad de anticuerpos neutralizantes —los que impiden la entrada del virus a la célula— comenzó a bajar bastante.
Estos análisis, sin embargo, son “pequeños, preliminares y de China, principalmente”, advierte Ostrosky. “Estamos apenas empezando a estudiar esto. Hay que tomar en perspectiva que hemos estado trabajando con el virus por siete u ocho meses en el mundo. Entonces es muy temprano para tomar este tipo de conclusiones”.
Por otro lado, la inmunidad no sólo está mediada por anticuerpos sino por células que se encargan de destruir a otras células infectadas. Ese tipo de respuesta parece ser robusta en pacientes recuperados.
¿Cómo podemos limitar la transmisión asintomática?
Además de otras medidas de precaución, usando cubrebocas. Hace unos meses, el hospital donde trabaja Ostrosky documentaba muchos casos de contagio entre el personal y pacientes.
“Todo el tiempo teníamos exposiciones en la sala de urgencias, en las terapias intensivas. Se enfermaban trabajadores de la salud. Había transmisión a otros pacientes”, dice. “Y en el momento en que se anunció el uso de cubrebocas, se acabó todo eso”. A menos que sus colegas se quiten el cubrebocas para comer juntos, ahora es raro ver ese tipo de contagios.
El consenso es cada vez mayor. “No es radioactivo, este virus. No es como de una película de ciencia ficción”, dice Gandhi. “Es un virus respiratorio que se disemina de la nariz y la boca. La manera de prevenir esta exposición es tener cubiertas la nariz y la boca”.