Para esta época del año, las lluvias ya deberían de estar empapando grandes extensiones del bosque tropical de la Amazonía. Sin embargo, una devastadora sequía ha alejado las lluvias y ha creado las condiciones de sequedad necesarias para los incendios que han engullido cientos de kilómetros cuadrados del bosque tropical que casi nunca se quema.
Los incendios han provocado una crisis en la zona norte del enorme bosque tropical durante la parte final de la temporada de sequía. Los bomberos han tenido problemas para contener las grandes llamas que han enviado un humo asfixiante a algunas ciudades de toda Sudamérica.
Hasta lo que va del año, la cantidad sin precedentes de incendios en la Amazonía también ha planteado preguntas acerca de lo que le deparará al bosque tropical más grande del mundo cuando, en el mes de junio, comience la temporada de sequía en la parte sur de la selva, la cual es mucho más grande.
El mes pasado, Venezuela, el norte de Brasil, Guyana y Surinam, países que comprenden grandes franjas de la Amazonía norte, registraron el mayor número de incendios en un mes de febrero, de acuerdo con el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, el cual ha estado dando seguimiento a los incendios de este bosque tropical durante 25 años. Los incendios también se propagaron en las montañas de los Andes de Colombia, así como en algunas partes del territorio correspondiente a la Amazonía de ese país.
Los especialistas señalaron que los incendios en la Amazonía, la cual abarca nueve países sudamericanos, son el resultado de una sequía extrema provocada por el cambio climático.
La región ha estado sintiendo los efectos del fenómeno climático natural conocido como El Niño, el cual puede empeorar las condiciones secas que se intensificaron este año debido a las altas temperaturas extremas.
Eso ha hecho que el bosque tropical se vuelva más vulnerable a los incendios de rápida propagación, señaló Ane Alencar, directora científica del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonía, en Brasil.
“El cambio climático está haciendo que los bosques de Sudamérica se vuelvan más inflamables”, explicó Alencar. “Está generando oportunidades para los incendios forestales”.
Conforme los países sigan quemando combustibles fósiles y el planeta alcance las temperaturas promedio más elevadas medidas por los científicos, se espera un año agotador de incendios en todo el mundo. Algunos incendios ya han devastado algunas zonas muy grandes de Estados Unidos y Australia y se pronostica una temporada peor para Canadá, donde el año pasado se quemaron más hectáreas de las que jamás se habían registrado.
Otro año de incendios devastadores podría ser especialmente dañino en la Amazonía, un bosque que almacena enormes cantidades de dióxido de carbono en sus árboles y su suelo. También es el hogar del diez por ciento de las plantas, los animales y otros organismos vivos de todo el mundo.
Si la deforestación, los incendios y el cambio climático siguen empeorando, en las próximas décadas, grandes extensiones de bosque podrían transformarse en pastizales o ecosistemas debilitados. Según los científicos, eso desataría una catástrofe que podría liberar emisiones de carbono a nivel global equivalentes a hasta 20 años, cosa que implicaría un golpe tremendo a la lucha por frenar el cambio climático.
Si se atraviesa este punto crítico, “tal vez ya sea inútil tratar de hacer algo”, señaló Bernardo Flores, quien estudia la resiliencia de los ecosistemas, de la Universidad Federal de Santa Catarina, en Brasil.
De acuerdo con Mapbiomas, un colectivo de organizaciones sin fines de lucro e instituciones de investigación dedicadas al cambio climático, en enero, los incendios quemaron casi 10.360 kilómetros cuadrados de la Amazonía brasileña, cuatro veces más que en el mismo mes del año pasado.
En el mes de febrero, más de dos terceras partes de los incendios en Brasil han ocurrido en Roraima, el estado más al norte del país. Estos han quemado casas y cultivos de subsistencia en varias aldeas indígenas, dejado una espesa neblina sobre las zonas rurales y dado lugar a una calidad de aire nociva en Boa Vista, la capital del estado.
Como resultado de la sequía prolongada, la vegetación de esta parte de la Amazonía se ha vuelto “combustible”, explicó Alencar. “En estos momentos, Roraima es como un barril de pólvora”.
Los investigadores afirman que la mayor parte de los incendios que se extienden por esa región fueron provocados en un principio por los agricultores que usan el método de “tala y quema” para permitir que crezca hierba nueva en los pastizales o para despejar por completo la tierra recientemente deforestada.
Debido a las condiciones secas y las temperaturas abrasadoras, muchos de estos incendios se salen de control y se propagan por kilómetros más allá de la zona que originalmente fue incendiada.
“Los incendios se contagian”, señaló Flores. “Alteran el ecosistema por el que pasan y, como si fueran un virus, aumentan el riesgo de contagio en las áreas colindantes”.
En Roraima, los incendios por lo general han quemado algunas zonas dentro de una región excepcional parecida a la sabana, llamada Lavrado, que se sitúa dentro de la Amazonía, comentó Erika Berenguer, una investigadora asociada sénior de la Universidad de Oxford y la Universidad de Lancaster.
Este ecosistema, famoso por sus praderas abiertas y una población inusual de caballos salvajes, coincide con varias zonas protegidas, entre ellas la reserva indígena de Yanomami, donde la minería ilegal y la destrucción de los bosques han provocado una crisis humanitaria.
Tras meses de lluvias escasas, el denso bosque tropical que normalmente está demasiado húmedo como para incendiarse también se ha vuelto más vulnerable a las llamas.
Según Haron Xaud, un profesor de la Universidad Federal de Roraima e investigador de Embrapa Roraima, un instituto en Roraima que monitorea los incendios, estos ya se han extendido a los bosques protegidos y a las tierras indígenas en la región sur del estado.
Pese a que los incendios son comunes en los bosques boreales más secos de Canadá y de otras partes del hemisferio norte, no ocurren de manera natural en el bosque tropical de la Amazonía, que es mucho más húmedo. Los bosques tropicales no se están adaptando a los incendios, señaló Xaud, “y se degradan con mucha mayor rapidez, sobre todo si los incendios se vuelven recurrentes”.
Algunos de los incendios forestales provocados por el ser humano en la Amazonía se han convertido en “megaincendios”, que casi siempre se definen como incendios que queman más de 40.000 hectáreas de tierra o que tienen un impacto excepcionalmente visible en la población y el medioambiente. Según Flores, este tipo de incendios se volverán más frecuentes a medida que se caliente el planeta y la deforestación afecte la capacidad de recuperación de la Amazonía.
Los factores ambientales ya están cambiando en la Amazonía. Las temporadas de sequía se están volviendo más largas y las precipitaciones promedio durante esos periodos, cuando la lluvia disminuye pero no se detiene por completo, ya han disminuido un tercio desde 1970, explicó Berenguer. Eso ha hecho que El Niño se vuelva cada vez más peligroso.
“Cuando todos estos factores se juntan, se dan todas las condiciones para que suceda lo peor, lo peor de los incendios”, comentó Berenguer.
Los incendios de la región de la Amazonía han tenido un efecto impactante en las emisiones de carbono. En febrero, los incendios forestales de Brasil y Venezuela emitieron casi diez millones de toneladas de carbono, las más altas jamás registradas para ese mes y aproximadamente las que produce Suiza en un año, de acuerdo con datos del Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copernicus en Europa.
“La pregunta es si el bosque puede recuperarse antes de la temporada de sequía, si la Amazonía puede recargar sus baterías”, comentó Alencar. “Ahora todo depende de las lluvias”.
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