La vida de una persona con diabetes dependiente de la insulina gira en torno a cálculos de dosis y raciones de su medicamento. Si es paciente de un hospital del Estado en un país de América Latina, su terapia con insulina no siempre está garantizada, su familia muchas veces afecta su economía para comprarla o corre el riesgo de interrumpirla con complicaciones que la llevarán a una muerte prematura.
La insulina es un medicamento de alto costo en manos de un oligopolio (Eli Lilly, Novo Nordisk y Sanofi) que ha abierto enormes brechas de acceso a la salud. La mayoría de seguros públicos de la región cubre tratamientos con insulina humana, pero con dosis limitadas y tiene problemas para incluir los análogos de este fármaco, promovidos como versiones mejoradas con dispositivos más sencillos, precisos y rápidos. El problema es que cuestan entre 10 a 15 veces más que la insulina humana.
Por eso, con el apoyo del Centro Pulitzer, Salud con lupa, en alianza con El Espectador y El Universal, presenta esta serie de reportajes que exponen cómo la poca disponibilidad de insulina obliga a los pacientes a racionarla en Perú y a hacer un gasto del 30% de un salario mínimo en México. Mientras que en Colombia, el sistema de aseguramiento tiene cada vez más desafíos para mantener la cobertura de costosas terapias. Los fabricantes lucran en forma desproporcionada con la insulina pese a que su costo de producción sostenible podría ser hasta 97% más barato. Frente a esta realidad, los países de la región avanzan lento en políticas públicas para reducir el precio.