Aunque puede que no haya nadie cerca para oír cuando un árbol cae en el bosque, innumerables criaturas toman nota. Los hongos latentes dentro del árbol se despiertan para darse un festín, acompañados por otros que se arrastran desde el suelo. Las bacterias intervienen, algunas se deslizan a lo largo de las hebras de hongos para adentrarse más en el tronco. Las termitas alertan a sus compañeros de colonia, que se reúnen en masa para devorar la madera. Poco a poco, la madera muerta se descompone, alimentando nueva vida en el camino.
Sin embargo, descomponer la madera —uno de los materiales orgánicos más duros— es más difícil de lo que parece, y los científicos aún tienen mucho que aprender sobre este proceso ecológico vital. Algunos están estudiando los trucos que utilizan los hongos y otros microbios para digerir la madera, y las formas en que los animales aprovechan esta habilidad para su propio beneficio. Otros están calculando el papel de la madera muerta en el reciclaje de la materia orgánica y la estabilización del clima global. Lo que están aprendiendo está empezando a poner al descubierto las complejas interacciones que se desarrollan dentro de los árboles muertos.
“Solo porque esté muerto no significa que no tenga una función importante en el ecosistema”, afirma la ecóloga Amy Zanne, del Instituto Cary de Estudios de Ecosistemas, en el estado de Nueva York. Sin embargo, la cantidad de madera muerta ha ido disminuyendo en muchos bosques de todo el mundo y, con ella, el papel vital que desempeña.
Cuando los árboles inhalan carbono, parte de él se utiliza para construir moléculas estructurales complejas como la celulosa, la hemicelulosa y la lignina. La celulosa —hebras duraderas y compactas del azúcar simple glucosa— forma la estructura de la madera, encerrada por hilos de hemicelulosa. La lignina, similar al concreto, la más resistente de las tres, mantiene todo unido.
La celulosa y la lignina en particular son “increíbles innovaciones evolutivas”, afirma el micólogo David Hibbett, de la Universidad Clark de Massachusetts. “Tienen muchas propiedades beneficiosas para las paredes celulares y son muy difíciles de digerir para los organismos”.
Solo ciertos grupos de microbios, como los hongos de la familia basidiomicetos formadores de setas, pueden descomponer estas moléculas resistentes. Algunos llegan a la madera muerta a través de esporas flotantes o transportadas por insectos, mientras que otros crecen hacia ella en forma de hilos ramificados llamados hifas. Algunos incluso permanecen inactivos en los árboles vivos, a la espera de que sufran estrés o mueran.
Estos hongos extienden sus largas hifas hacia las aberturas de la madera —túneles de insectos o tejido vegetal que transportan agua— o forjan sus propios caminos. Los hongos de pudrición blancos liberan enzimas agresivas que descomponen la lignina para llegar a las otras partes, dejando atrás una madera blanca y fibrosa que es principalmente celulosa. Los hongos de pudrición pardos dejan la lignina prácticamente intacta, pero liberan moléculas altamente reactivas que descomponen la celulosa, dejando un sustrato marrón y desmenuzable.
Los hongos de la descomposición de la madera pueden ser notablemente territoriales. Corte un tronco podrido y verá a menudo líneas negras que atraviesan la madera. Eso es melanina, el mismo pigmento que oscurece la piel humana, que los hongos utilizan para protegerse de otros hongos intrusos. “Esas son las regiones donde los micelios de los hongos chocan entre sí y básicamente luchan por el territorio”, dice Hibbett.

Los investigadores creyeron durante mucho tiempo que los insectos solo desempeñaban un papel relativamente pequeño en la descomposición de la madera, pero son actores importantes, especialmente en los trópicos y subtrópicos —y son responsables de aproximadamente un tercio de la descomposición de la madera muerta a nivel mundial, según un estudio de 2021 realizado por el ecólogo Sebastian Seibold de la Universidad Tecnológica de Dresde, Alemania, y sus colegas—. Entre estos bichos se encuentran las avispas de la madera y diversas moscas, gorgojos y otros escarabajos y, por supuesto, las termitas, esas extraordinarias devoradoras de madera.
Estos insectos aceleran la descomposición microbiana triturando la madera en trozos más pequeños, al tiempo que digieren parte de ella. Pocos podrían hacerlo sin los microbios degradadores de celulosa que viven en sus intestinos, y ninguno lo hace tan eficientemente como las termitas. Estos insectos forman colonias masivas que defienden ferozmente su madera muerta de otros insectos, dice Jan Šobotník, ecologista de termitas de la Universidad Checa de Ciencias de la Vida en Praga. Algunas termitas “pueden comerse por completo un árbol grande en una década”, dice.
En ecosistemas como las sabanas secas australianas, ciertas termitas de tierra incluso invaden árboles vivos, un movimiento poco común ya que el tejido vivo contiene compuestos defensivos desagradables. Estas termitas invaden las raíces y luego se abren camino hasta el duramen muerto del árbol, que puede contener cantidades más bajas de estos productos químicos, dice Šobotník.
Más del 30 % de la biomasa de esas sabanas es consumida por las termitas que vacían los troncos desde dentro, según una investigación de Zanne, coautora de un artículo sobre la madera muerta y el ciclo del carbono en el Annual Review of Ecology, Evolution, and Systematics de 2024. “Gran parte de la descomposición en la sabana se produce en realidad mientras el árbol todavía está vivo”, afirma.
Otras termitas han cooptado hongos para que descompongan la lignina por ellas, y cultivan los hongos de forma muy similar a como los agricultores humanos cultivan sus cosechas. En África y Asia, por ejemplo, algunas termitas recogen esporas de hongos de pudrición blancos del medio ambiente y las cultivan en una estructura en forma de peine construida con material vegetal muerto. Las termitas cuidan del peine, alimentándolo con la madera que recogen —y luego se comen la mezcla una vez que los hongos la han descompuesto—.
Las formas de vida que devoran madera, a su vez, nutren a otros seres vivos. Muchas especies de escarabajos se alimentan de las esporas, micelios de los hongos que descomponen la madera, mientras que algunas hormigas se especializan en cazar y comer termitas. Se estima que un tercio de las especies de insectos de un bosque dependen de alguna manera de la madera muerta, y estos insectos son alimento para otros invertebrados, así como para aves y murciélagos. Los troncos podridos crean excelentes lugares para que crezcan las plántulas de los árboles, y para los nidos y madrigueras de los animales.
“Está bastante claro”, dice Seibold, “que este es un tipo de hábitat y un recurso que necesitamos para mantener esta parte de la vida en la Tierra”.

Cuando un tronco desaparece, ¿adónde va la madera en última instancia? Los consumidores de madera utilizan parte del carbono para obtener energía, expulsando dióxido de carbono — y tirando metano, en el caso de las termitas— como producto de desecho. El carbono también se utiliza en la construcción de cuerpos; algunas termitas utilizan sus heces ricas en lignina para construir nidos y montículos. Cuando estas estructuras se descomponen, parte del carbono se libera al aire, mientras que otra parte permanece en el suelo, junto con los restos de madera. En conjunto, estos restos pasan a formar parte del humus del suelo, lo que ayuda a retener el agua y a sustentar los microbios, invertebrados y raíces que habitan en el suelo.
Pero la madera muerta, y la biodiversidad asociada a ella, ha disminuido gravemente en muchos bosques de todo el mundo. Los bosques se han convertido en plantaciones madereras donde los árboles se talan antes de su muerte natural; algunos silvicultores también retiran la madera muerta para reducir el combustible de los incendios forestales. También se pueden retirar los troncos porque se cree que son criaderos de insectos plaga que atacan a los árboles vivos, pero los ecologistas dicen que este riesgo está exagerado. La madera muerta también se ha llevado a incineradoras industriales para producir bioenergía.
Steven Allison, científico especializado en sistemas terrestres de la Universidad de California, Irvine, calcula que, aunque la mayor parte del carbono de la madera muerta acaba en el aire, parte permanece atrapada en el suelo durante más de un siglo. “La madera muerta es realmente tu amiga”, afirma. “Quieres más y quieres que se quede más tiempo”.
Hay indicios de cambio. En los últimos años, los responsables políticos de Europa y Estados Unidos han empezado a fomentar la conservación de la madera muerta, por ejemplo, con planes de gestión forestal que exigen que se deje en paz. La madera muerta está resurgiendo en Estados Unidos. Pero ese no es todavía el caso en otras partes del mundo, especialmente donde hay una falta de conciencia sobre sus beneficios, dice Seibold.
Y tal vez eso no sea sorprendente. Mientras que en los últimos años se ha apreciado cada vez más el importante papel de los árboles vivos para la salud y la biodiversidad del planeta, los árboles muertos son más difíciles de vender. Sin embargo, esos árboles en descomposición son vitales para la economía circular natural del bosque, en la que los muertos se reciclan en los vivos.

La madera muerta y el ciclo del carbono
La madera en descomposición libera a la atmósfera una gran cantidad de carbono que contribuye al calentamiento del planeta, lo que puede parecer preocupante, pero forma parte de un proceso natural que ayuda a estabilizar el clima a largo plazo. Los bosques son excelentes para absorber carbono, compensando una buena parte de la cantidad emitida por la quema de combustibles fósiles. Y cuando los árboles mueren y se descomponen, gran parte de este carbono vuelve a la atmósfera. Esto ha estado sucediendo durante milenios como parte del ciclo global del carbono en el que los átomos de carbono se mueven entre las rocas, los océanos, la atmósfera, los seres vivos y los muertos.
En largos períodos geológicos, la contabilidad del carbono forestal probablemente se equilibra, dice el ecologista Sebastian Seibold, de la Universidad Tecnológica de Dresde, en Alemania. Esto se debe a que los árboles absorben carbono durante la fotosíntesis y lo liberan cuando respiran. Junto con la descomposición de la madera muerta, estos procesos de inhalación y exhalación de carbono ayudan a mantener estable la composición de la atmósfera.
Pero a los científicos les preocupa que el cambio climático esté alterando este delicado equilibrio. Las temperaturas cálidas aceleran la descomposición de la madera por microbios y pueden permitir que las termitas amantes del calor, descomponedores fundamentales en los trópicos, colonicen nuevas áreas. Eso significa más liberación de carbono. El calentamiento planetario también puede producir más árboles muertos al exacerbar las sequías, los incendios forestales y las tormentas. Por otro lado, más carbono en el aire puede significar que las plantas inhalen más. Aún no está claro si dominarán los procesos de absorción o de liberación de carbono, dice el científico del sistema terrestre Steven Allison, de la Universidad de California, Irvine. “Hay mucha incertidumbre”.
Estudiar estos procesos es clave para construir modelos computacionales precisos de cómo funciona nuestro clima. En este momento, la mayoría de los modelos ignoran o simplifican en gran medida la descomposición de la madera muerta. “Necesitamos empezar a usarlos en nuestro modelado del carbono”, dice la ecóloga Amy Zanne, del Instituto Cary de Estudios de Ecosistemas en el estado de Nueva York, “o podríamos equivocarnos de verdad”.
—Katarina Zimmer
Katarina Zimmer. Es una periodista científica y medioambiental radicada en Alemania. Es colaboradora especial de Knowable Magazine, donde cubre la transición energética y la salud planetaria. Su otro trabajo se publica en National Geographic, Scientific American, BBC Future y otros medios. Echa un vistazo a más de su trabajo en www.katarinazimmer.com.
Este artículo fue originalmente publicado en Knowable en español y lo republicamos bajo la licencia Creative Commons.