Entre las muchas consecuencias del cambio climático están los cambios en la temperatura. Y dado que uno de los animales más sensibles a los cambios de temperatura son las garrapatas, varios especialistas ya analizan la relación entre el cambio climático y las poblaciones de garrapatas con el objetivo de prever posibles riesgos para la salud.
Las garrapatas son ácaros (parientes de los arácnidos) que se alimentan de la sangre de mamíferos, incluyendo el ser humano, así como de aves, reptiles y anfibios. Suelen habitar lugares con mucha vegetación (pasto, arbustos y árboles) y una vez que encuentran un hospedero (un organismo que da albergue a otro), lo pican para alimentarse de su sangre. La mayoría de las especies de garrapatas conocidas no representan un riesgo para la salud, pero hay algunas que pueden ser importantes vectores de enfermedades. Esto quiere decir que al picar a un hospedero infectado con alguna bacteria, virus o protozoario, estas pueden trasladarlo fácilmente a otro individuo.
“Las garrapatas son más conocidas por su capacidad de transmitir enfermedades producidas por bacterias, nematodos, protozoos y virus que pueden afectar gravemente al hospedador e, incluso, provocar su muerte. O sea, las garrapatas tienen atributos fisiológicos que devienen en la capacidad de las mismas de inocular toxinas y microorganismos patógenos a las especies animales, incluyendo humanos, a las que parasitan”, explica el biólogo Santiago Nava, del Laboratorio de Inmunología y Parasitología del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), en Santa Fé, Argentina.
Del menú de enfermedades que pueden transmitir destaca la enfermedad de Lyme, provocada por la bacteria Borrelia burgdorferi. Pero hay más: bacterias como Rickettsia conorii, Rickettsia monacensis y Rickettsia sibirica mongolitimonae, Rickettsia rioja, Rickettsia slovaca, Anaplasma phagocitophylum o Francisella tularensis producen enfermedades como la fiebre botonosa, la anaplasmosis humana o la tularemia. También pueden producir otras no infecciosas como la parálisis neurotóxica, o enfermedades causadas por virus, como la fiebre hemorrágica.
Pero además de las enfermedades, recientemente se ha sumado una nueva preocupación vinculada con las garrapatas: el cambio climático. Se sospecha que el aumento de la temperatura afecta las tasas de picaduras de garrapatas, lo que a su vez aumentaría potencialmente el riesgo de incidencia de enfermedades. Por ejemplo, de acuerdo con datos del Servicio Público de Radiodifusión de los Estados Unidos (PBS), en ese país “el número anual de casos de seis enfermedades transmitidas por garrapatas se ha duplicado aproximadamente desde 2004, con la mayor parte del aumento dominado por los casos de la enfermedad de Lyme”. En ese país, actualmente, se registran 476 mil casos de esta enfermedad al año.
Aunque las enfermedades transmitidas por garrapatas son más comunes en Estados Unidos y Canadá, ya hay varios reportes de nuevas cepas de la bacteria Borrelia, similares a la americana, que han aparecido en Perú, Brasil, Uruguay y Chile. Así lo muestra un artículo del 2018 publicado en la Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública: “Las nuevas especies detectadas en Uruguay provienen de garrapatas recolectadas de venados, ganado, y vegetación local, y parecen estar filogenéticamente cercanas a B. bissettii, y a B. americana. En Chile, la nueva especie ha sido denominada Borrelia chilensis, y se ha encontrado en garrapatas de la especie Ixodes stilesi, en roedores, venados, y vegetación de esa región, así como en otras garrapatas del género Ixodes en la Patagonia, y el Noroeste de Argentina”.
En México, desde que fue reportada por primera vez en 1990 en el país, se han registrado 393 casos de enfermedad de Lyme, en buena medida, debido a su cercanía con Estados Unidos, así como su intenso flujo migratorio. Sin embargo, algunos investigadores ven un subregistro que podría estar sucediendo en varios países de la región. Una de las causas de este subregistro “es el desconocimiento por parte de distintos sectores de la población involucrados, como son el área de la salud, la investigación científica y la población expuesta. Ante este escenario, es difícil realizar un diagnóstico eficiente para detectarla en pacientes sospechosos”, asegura un grupo de investigadores que publicaron un artículo este año en Bioagrociencias. Por eso es importante aumentar el conocimiento sobre estos animales y su relación con la temperatura del planeta.
Las garrapatas y el cambio climático
Muchos especialistas sospechan que hay más garrapatas debido al aumento de calor en el planeta. Esto es porque buena parte del ciclo de vida de las garrapatas ocurre fuera del hospedador, o sea en el ambiente y, como ya vimos, en los lugares con vegetación, lo que las expone a diferentes factores ambientales que resultan determinantes para su sobrevivencia. Uno de esos factores es la temperatura.
Así que “un aumento global de la temperatura puede conducir a que especies de garrapata propias de áreas tropicales o subtropicales se expandan hacia áreas que hoy presentan condiciones climáticas templadas, siempre y cuando se den también las condiciones de humedad y de disponibilidad de hospedadores adecuadas”, explica Santiago Nava.
Los cambios de temperatura pueden estar generando cambios en el ciclo de vida de estos ácaros. Se sabe que las garrapatas entran en un periodo de diapausa en invierno, quiere decir que detienen su desarrollo embrionario hasta que haya condiciones ambientales adecuadas para la sobrevivencia de las crías. Pero lo que se está viendo ahora, con el cambio climático, es que varias larvas de garrapatas ya no entran en diapausa, lo que alarga el periodo de interacción entre el ácaro y el humano. Así lo reveló un artículo publicado en la revista Journal of Vector Ecology, en el que un grupo de investigadoras de Escocia encontraron que las garrapatas de la especie Ixodes ricinus se mantienen activas y unidas a sus hospedadores (aves silvestres) durante el invierno.
Pero hay, además, otros factores que relacionan el cambio climático con las garrapatas. Un estudio publicado en la revista Veterinary Parasitology sobre el comportamiento de la Dermacentor albipictus, mejor conocida como la garrapata de invierno, muestra que la especie se extendió al norte de Canadá debido al aumento de alces que tuvieron que migrar por los incendios forestales. Muchos especialistas ven en estudios como éste señales claras de que los cambios dramáticos en la temperatura pueden aumentar la cantidad de garrapatas en América Latina.
“Como la mayoría de las especies de garrapatas presentes en América Latina, incluyendo aquellas con mayor impacto en salud pública, se distribuyen en áreas tropicales o subtropicales, un aumento de la temperatura podría conducir a que las mismas alcancen un mayor rango de dispersión debido a que la restricción que hoy imponen las bajas temperaturas del invierno en zonas templadas se vería disminuida o bien suprimida”, explica Nava.
¿Por qué las garrapatas son vectores tan eficaces?
Aunque no se entiende del todo bien la razón por la que las garrapatas resultan vectores tan exitosos, ya hay algunos estudios que muestran sus capacidades. Por ejemplo, hace apenas unos días, un grupo de investigadores publicaron un artículo en la revista Journal of Clinical Investigation, en que revelan que la saliva de las garrapatas inhibe la función protectora de la piel, lo cual aumenta el riesgo de que la persona con picaduras adquiera enfermedades como la encefalitis o la enfermedad de Lyme.
Después de analizar muestras de piel y sangre humanas tras la picadura de la garrapata con un modelo que imita la picadura de la especie Ixodes ricinus, el grupo observó un aumento de neutrófilos y células B y T cutáneas, pero estas dejan de acumularse cuando entran en contacto con las glándulas salivales de la garrapata. Así que concluyen que “la alimentación de las garrapatas ejerce profundos cambios en la red inmunitaria de la piel, que interfieren en la respuesta primaria contra los patógenos transmitidos por las garrapatas”.
¿Cómo evitar las enfermedades transmitidas por garrapatas?
Mientras la ciencia avanza para determinar la evidencia sobre la relación del cambio climático y el aumento de estos ácaros, la mejor recomendación es protegerse de ellos. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC) ofrecen diversas sugerencias para reducir la probabilidad de adquirir una enfermedad transmitida por las garrapatas. Entre ellas destacan: el uso de repelentes con al menos 20% de DEET (N,N-dietil-m-toluamida), así como revisarse y ducharse en las dos horas siguientes después de haber salido al aire libre, especialmente después de hacer actividades como campamentos, caza o jardinería. Incluso los CDC recomiendan revisar partes específicas del cuerpo en busca de garrapatas, tanto en adultos como en niños: debajo de los brazos, dentro y fuera de las orejas, el ombligo, entre las piernas y la cintura.
También aporta instrucciones específicas en caso de encontrarse con una garrapata en la ropa o la piel: “Quítese la garrapata prendida apenas la vea agarrándola con pinzas, lo más pegada a la piel posible para arrancarla completamente” y “esté atento a los signos de enfermedades como sarpullidos o fiebre en los días siguientes a la picadura y si se presentan, consulte a su proveedor de atención médica”. Finalmente, los CDC hacen recomendaciones específicas para proteger a las mascotas de estos ácaros usando collares antigarrapatas, aerosoles, champús, medicamentos orales o tópicos.
Pero la prevención va más allá del entorno individual. Los países deben fortalecer, por un lado, su capacidad diagnóstica de enfermedades transmitidas por garrapatas, especialmente frente a los eventos del cambio climático. El colombiano Jesús Alberto Cortés destaca en su artículo que se requiere “una combinación de hallazgos clínicos y de laboratorio compatibles, visualización microscópica directa o inmunodetección de organismos infectivos en sangre o tejidos infectados, cultivo microbiológico, pruebas serológicas, inmunoblotting y reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR, por sus siglas en inglés)”.
Por otro lado, Cortés plantea mejorar los estándares de vida, “saneamiento adecuado, acceso a agua potable, educación y alfabetismo, nutrición adecuada, así como disponibilidad y accesibilidad a servicios médicos y veterinarios”, de manera que las enfermedades transmitidas por garrapatas dejen de afectar a las poblaciones más vulnerables.