Qué mal nos va si falta el agua en tiempos de sequía o cuando nos sobra durante las tormentas e inundaciones. En el segundo caso, varias enfermedades acechan a los sobrevivientes del agua que les arrebató su hogar, su empleos, sus alimentos e incluso a sus familiares.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) considera que entre 1970 y 2019, “los riesgos meteorológicos, climáticos e hídricos representaron el 50% de todas las catástrofes, el 45% de todas las muertes registradas, y el 74% de todas las pérdidas económicas registradas a nivel mundial”.
Pakistán, por ejemplo, este año ha atravesado dos fenómenos extremos relacionados con el agua y ocasionados por el cambio climático: entre abril y mayo experimentó olas de calor que llegaron hasta los 50°C y esto, por ende, provocó enormes sequías. Y por otro lado, a partir de junio el país sufrió lluvias intensas que originaron el desbordamiento del río Indo e inundaciones de gran escala.
Hoy Pakistán vive las secuelas que dejaron las lluvias incesantes, como por ejemplo las distintas enfermedades que se registran actualmente en sus habitantes, entre las que destacan los problemas gastrointestinales. Según los especialistas, el responsable de fondo es el cambio climático que ahora enferma a miles de personas alrededor del mundo a través del agua.
El origen de las tempestades
“Disminuyan la temperatura, ahora; no inunden al mundo hoy, no lo ahoguen mañana”. Son las palabras de António Guterres, secretario general de la ONU, después de ver la catástrofe causada por las lluvias imparables que sumergieron a una tercera parte de Pakistán desde junio.
Desde el año pasado existe una explicación de la Organización Mundial Meteorológica (OMM) para saber por qué el cambio climático incrementa la presencia de lluvias: “A medida que la atmósfera se calienta, retiene más humedad, lo que significa que lloverá más durante las tormentas, aumentando el riesgo de inundaciones”.
Según la ONU, desde el año 2000 los desastres relacionados con las inundaciones han incrementado en un 134% en comparación con las dos décadas anteriores, y advierte que Asia fue la zona más afectada respecto a la contabilización de muertes y pérdidas económicas.
Específicamente Pakistán, el quinto país más poblado del mundo, ahora suma al menos 33 millones de personas afectadas (15% de su población), 1200 muertos, 6 mil lesionados, y más de 1,1 millones de viviendas e infraestructura esencial destruida, por las inundaciones de este año. En la estadística todavía falta añadir a quienes están enfermando por causa de la contaminación del agua.
¿Por qué el agua nos puede enfermar?
Por un lado, el agua es el medio ideal para la reproducción de los mosquitos que transmiten el dengue, el virus de la fiebre chikungunya, la fiebre amarilla y el zika. Los mosquitos hembra Aedes aegypti o Ae. Albopictus necesitan picar y consumir sangre para poder reproducirse y dejar sus huevos en zonas donde haya agua estancada. Así que en una zona inundada, se amplía el riesgo de ser picado y contagiado con alguna de estas enfermedades.
Por otro lado, el agua también es un medio donde fácilmente se esparcen microorganismos como virus, bacterias y parásitos que provocan alguna enfermedad transmisible. Las más comunes, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), son las Enfermedades Diarreicas Agudas (EDA) y leptospirosis, una enfermedad causada por la bacteria leptospira con síntomas parecidos a los del dengue e influenza.
“Con la leptospirosis si tú tienes algún corte o herida, o una mucosa como la de tu nariz, boca, ojos, la zona anal, etc, al contacto con el agua que tiene leptospira encuentra un camino”, dijo Andrés Lescano, investigador del Centro Latinoamericano de Excelencia en Cambio Climático y Salud.
Esto sucede, en parte, porque los desagües se ven rebasados ante la presencia de lluvias intensas y el agua se contamina con las heces fecales y la orina de humanos que contienen microorganismos dañinos. Esa agua contaminada, a su vez, afecta cultivos y alimentos. También puede darse porque el agua tiene contacto con zonas donde hay orina de animales que transmiten los patógenos, explica el investigador.
“La leptospira tradicionalmente está en los riñones y en la orina de diferentes animales, que normalmente orinan en el suelo. Cuando hay una inundación y el agua contacta ese terreno orinado y tiene el PH adecuado, pueden vivir varios días. Esto es un enorme riesgo para quien entra en contacto con esa agua”, explicó el investigador.
Basta tener contacto con el agua de la inundación para enfermarse. Sumado a ello, después de un desastre natural, el acceso al agua potable y segura es considerablemente reducido o nulo y esto obliga a las personas a utilizar el agua de la inundación para sobrevivir.
“El patógeno que antes estaba alejado de ti en una laguna o arroyuelo o terreno húmedo, ahora ya tiene contacto con tus mucosas usualmente a través de la vía oral”, dijo Lescano.
Según un artículo, luego de la inundación de Tailandia en el 2011, la falta de agua limpia obligó a los ciudadanos a utilizar el agua potencialmente patógena para realizar tareas domésticas y los niños la ingirieron de forma nasal u oral cuando jugaban en ella. Todo ello resultó en una epidemia de diarrea.
La diarrea es una enfermedad del intestino provocada por virus, bacterias o parásitos y se le relaciona con la calidad del agua. Se caracteriza por aumentar la frecuencia de evacuaciones y por presentar una consistencia acuosa, con o sin moco y sangre.
Aunque es común la presencia de diarrea en todo el mundo, eso no significa que no sea un riesgo importante, sobre todo para la población infantil. De acuerdo con los datos de la OMS, las enfermedades diarreicas son la principal causa de morbilidad y mortalidad en la niñez, siendo la segunda causa de muerte en menores de cinco años y provocando la muerte de 525 mil niños cada año.
“Es una cuestión de magnitud. Cuando una comunidad se inunda y cientos de personas a la vez se quedan expuestas a una enfermedad, y de pronto llegan al establecimiento de salud, lo saturan y algunas de esas personas hacen una enfermedad más severa y ya no tienen cómo atenderse ahí, entonces las consecuencias de tener una mayor incidencia de la enfermedad concentrada en un lugar en el tiempo, de forma abrupta, genera más carga”, aseguró el investigador.
El mayor peligro de tener diarrea es la deshidratación que ocurre, entre otros procesos como la sudoración, a través de las heces en las que se pierden agua y electrolitos como sodio, potasio y cloruro, encargados de equilibrar la cantidad de agua del cuerpo.
“En algunos casos la enfermedad solo te causa un efecto agudo en el momento y en otros casos puede durar tres o cuatro días y se cura con antibióticos y en otros casos puedes tener un poquito de resistencia a ese patógeno. Un adulto mayor puede desarrollar una enfermedad más severa, también un niño pequeño, que tenga mucha diarrea o vómitos, se deshidrata y después puede hacer shock”, explicó Lescano.
La OMS asegura que es necesario considerar que cada lugar tiene características específicas para determinar el comportamiento de las enfermedades, sin embargo advierte que las dos causas de diarrea moderada a grave en países de ingresos bajos tiene que ver con la presencia de rotavirus y la bacteria Escherichia coli.
Guterres ha informado sobre el riesgo mortal de otras enfermedades que podrán desarrollarse con facilidad en Pakistán: el cólera y la malaria. La primera también se transmite a través del agua y “provoca diarrea en cuestión de horas”, y la segunda, también conocida como paludismo, se transmite a través de la picadura del mosquito Anopheles, que produce fiebre, dolor de cabeza y escalofríos entre 10 y 15 días después, y puede desarrollar un cuadro grave y causar la muerte en tan solo 24 horas.
El secretario general de la ONU cuestiona a los países del G20 por provocar el 80% de las emisiones de efecto invernadero (GEI) y mantener una acción lenta para mitigarlos: “También están sufriendo el impacto de sequías, incendios e inundaciones sin precedentes, pero la acción climática parece estar estancada. Si un tercio de los países del G20 estuviera hoy bajo el agua, como podría ocurrir mañana, quizás les resultaría más fácil acordar recortes drásticos de las emisiones”.
Actualmente se sabe que Pakistán produce menos del 1% de los GEI pero hoy sufre los estragos climáticos y el desastre de la salud pública.
Si esta situación no se detiene, seguiremos enfermando cada vez más. Entonces, es necesario preguntarnos cómo podemos evitar la transmisión de patógenos a través del agua. ¿Qué podemos hacer, individualmente, para protegernos?
Para Andrés Lescano, las estrategias de prevención podrían basarse, por un lado, en las vacunas disponibles para este tipo de enfermedades y, por otro lado, en el saneamiento de las zonas de inundación con el objetivo de reducir el riesgo de contagios. Sin embargo, mientras sigamos sin mitigar los efectos del cambio climático y las inundaciones continúen expandiéndose, corremos el peligro de contraer alguna enfermedad, tarde o temprano.