En los últimos meses, el subtipo H5N1 de la Influenza Aviar de Alta Patogenicidad (IAAP) se ha vuelto cada vez más preocupante debido a que ha provocado brotes en millones de aves de corral, así como muertes de miles de aves silvestres en todo el mundo.
Y, claro, después de vivir la pandemia por COVID-19, muchos podríamos preocuparnos ante la amenaza de cualquier potencial enfermedad causada por virus, sobre todo porque esta cepa ya ha sido reportada de manera esporádica en algunas personas. Sin embargo, en el caso de la gripe aviar, no hay que olvidar que las principales afectadas son las aves, pues los virus de influenza tipo A suelen atacar tanto a las silvestres como a las de granja y afectar su sistema respiratorio, gastrointestinal, reproductivo y nervioso.
La influenza aviar no es una enfermedad nueva, y han existido brotes de subtipos de alta patogenicidad en distintos lugares y momentos, sin embargo, la cantidad de brotes y la diversidad de países en donde se ha registrado este H5N1 ha encendido las alarmas en más de un país. En su informe de noviembre de 2022, la Organización Mundial de la Salud afirma que “desde 2021, Europa está experimentando la mayor epidemia de virus de la gripe aviar de alta patogenicidad jamás observada en aves silvestres y domésticas y con una amplia extensión geográfica”.
Lo mismo sucede en el continente americano. Según el reporte más reciente (14 de diciembre de 2022) de la Organización Panamericana de la Salud (PAHO), ha habido brotes de esta cepa en aves domésticas, de granjas avícolas y silvestres en ocho países del continente americano: Canadá, Chile, Colombia, Ecuador, Estados Unidos de América, México, Perú y Venezuela. “La detección de brotes de IAAP en cinco países de América del Sur es una situación nunca registrada con anterioridad”, dice la PAHO.
Dos de los países más afectados son Estados Unidos y México, posiblemente debido a la migración de patos y gansos del norte al sur. En el primero, desde finales de 2021, se ha detectado este subtipo de la IAAP en 53 millones de aves acuáticas silvestres, aves de corral comerciales y de traspatio en más de 40 estados del país. En México se registraron infecciones en aves silvestres en dos estados del país, así como en granjas avícolas de otros ocho estados; en total, el virus ha afectado a cuatro millones de aves en el territorio mexicano.
Como consecuencia, se están perdiendo millones de aves. Algunos especialistas afirman que las pérdidas de aves silvestres por el virus ya son dramáticas. Tan solo en 2022 han muerto más de 49 millones de aves en los Estados Unidos, ya sea por el virus o porque fueron sacrificadas como medida de contención. Otras 492,000 aves han sido sacrificadas en México, 180 mil en Ecuador y cerca de 40 mil en Perú, lo cual podría tener consecuencias aún inexploradas.
Las aves, las principales víctimas
Como ya vimos, los virus tipo A afectan principalmente a las aves, y se diseminan por heces, saliva, plumas o por el consumo de alimentos o agua contaminada. La Organización Mundial de Salud Animal (WOAH, por sus siglas en inglés) afirma que las cepas altamente patógenas son tan eficaces que en menos de 48 horas pueden contagiar a toda una granja avícola. Además, estos virus tienen otra característica: son muy resistentes. “Pueden sobrevivir durante largos períodos cuando las temperaturas son bajas, también pueden transportarse en los equipos de las granjas y propagarse fácilmente de una granja a otra”, dice la WOAH.
De acuerdo con datos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, las aves infectadas suelen perder el apetito y la energía, tropiezan y caen frecuentemente; tienen diarrea, secreción nasal, tos, estornudos, o dificultad para respirar; también puede disminuir su producción de huevos o los producen de cáscara blanda y deformes; también pueden presentar hinchazón en sus párpados, la cresta, las barbas y las patas, así como una decoloración púrpura en las barbas, la cresta y las patas.
Los hospederos naturales de estos virus son aves silvestres, principalmente acuáticas, que pueden portar, sin enfermarse, distintas cepas del virus en su tracto respiratorio o intestinal y transportarlas a través de largas distancias a lo largo de sus rutas migratorias. En el caso de la H5N1, ya hay evidencia del rol que tienen las aves silvestres para esparcir el virus. En un artículo publicado en 2016 en Scientific Reports un grupo de investigadores comparó las direcciones de transmisión de H5N1 con las direcciones de migración estacional de las aves acuáticas a lo largo de las principales rutas migratorias de las aves acuáticas, y sugirió que “las aves acuáticas primero recogieron el virus de Asia oriental, luego lo llevaron al norte a través de la migración primaveral, y después lo propagaron a otras partes del mundo principalmente mediante la migración otoñal”.
Pero ahora se sabe que las aves migratorias no son inmunes al virus. De acuerdo con James Pearce-Higgins, director científico de la organización británica British Trust for Ornithology, la pérdida de aves silvestres debido al virus tipo A H1N5 no tiene precedentes. En el invierno pasado aparecieron los primeros reportes alarmantes: más de 16.000 barnaclas murieron en el fiordo de Solway, que limita la frontera entre Inglaterra y Escocia; otras 8.000 mil grullas silvestres murieron en Israel, una quinta parte de la población, reportó National Geographic. En Perú, en noviembre de 2022, el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre informó de la muerte de más de 13 mil aves marinas, en su mayoría pelícanos. En todos esos sitios las aves murieron a causa del mismo virus.
“Los brotes anteriores de gripe aviar altamente patógena solían afectar a las aves acuáticas invernantes, y cesaban a medida que las bandadas de aves invernantes se dispersaban y partían hacia sus zonas de reproducción. Pero en esta ocasión, el virus de la IAAP subtipo H5N1 se ha extendido a nuestras colonias de aves marinas nidificantes, de importancia mundial, y está causando niveles de mortalidad sin precedentes”, explica Pearce-Higgins.
Para los humanos hay consecuencias indirectas
La pérdida de tantas aves puede tener impactos en el entorno y en la vida del ser humano. Entre las principales consecuencias que enlista la WOAH, destacan las de tipo económico. Por ejemplo, en los países en desarrollo puede haber importantes pérdidas de empleos debido a que la industria avícola requiere mucha mano de obra; también puede haber restricciones en el comercio internacional de aves vivas y carne de aves de corral, lo que puede tener un fuerte impacto en las economías nacionales; además, “la opinión pública puede verse perjudicada, reduciendo los viajes y el turismo en las zonas afectadas”, dice la WOAH. Perder millones de aves también puede implicar el aumento de precios en la carne y huevo de pollo, eso sin contar el desperdicio de proteínas que representa, en un contexto en el que miles de personas sufren de hambre y desnutrición.
Para los ecosistemas (y en consecuencia para el ser humano) puede haber otro tipo de impactos. Una de ellas es que el virus llegue a especies en peligro de desaparecer. Es el caso de las águilas imperiales orientales que están seriamente amenazadas. Los investigadores israelíes que reportaron la muerte de las grullas en el Valle de Hula dicen que existe el peligro de que el virus llegue a otras aves rapaces que anidan en el mismo lugar como las águilas imperiales debido a que las han visto alimentarse de las grullas muertas.
Pero hay más consecuencias de la pérdida de aves. Por ejemplo, hay evidencia de que las aves consumen entre 400 y 500 millones de toneladas de insectos al año, incluidos los ecosistemas de tierras de cultivo, lo cual las hace eficaces para el control de plagas y para que muchos de los alimentos puedan llegar a nuestra mesa; la desaparición de aves también puede afectar la polinización y la dispersión de semillas, así como el equilibrio en distintos ecosistemas.
Distintas organizaciones de salud y control animal prevén que el subtipo H5N1 seguirá esparciéndose entre aves, y aunque insisten en que los contagios en las personas son extremadamente raros, recomiendan mantener la vigilancia permanente para poder evitarlos.
Pero antes de evitar el contacto con humanos, hay quienes consideran que se debe empezar por evitar el contagio entre las mismas aves y, para eso, una correcta planeación de las granjas avícolas es vital. Un artículo de 2022 en la revista Viruses plantea que el 66,7% de los brotes de una cepa de gripe aviar de alta patogenicidad, registrados en Lombardía, Italia, entre 2021 y 2022, se produjeron en las zonas con mayor densidad de aves de corral. Se trataba de celdas de 10 × 10 km con una densidad superior a 10.000 aves/km2, y encontraron que entre más densidad de aves por kilómetro cuadrado, más riesgos de que se produzca un brote.
Para los autores, la misma industria avícola que sufre los efectos de la gripe aviar podría tener soluciones para que esos efectos no sean catastróficos, pues si bien se trata de evitar los impactos a la salud humana, también es importante evitar que este virus siga mermando la población de aves en el mundo.