Cada vez hay más luces sobre la ivermectina, un antiparasitario que durante décadas fue utilizado por los veterinarios para tratar las lombrices de los perros, y que en el contexto de la pandemia se convirtió —en gran medida por la campaña mediática de diversas personalidades de la ciencia, la política y la cultura popular— en una esperanza para millones de personas infectadas por la covid-19 a pesar de no contar con evidencias contundentes respecto a su eficacia.
La revista Journal of the American Medical Association (JAMA) acaba de publicar el jueves 4 de marzo el ensayo clínico más relevante sobre la ivermectina en el mundo. Se trata de un ensayo realizado entre el 15 de julio y al 21 de diciembre de 2020 por el Centro de Estudios en Infectología Pediátrica de Cali, Colombia. Investigación que contó con una muestra de 476 pacientes con síntomas leves de covid-19.
¿En qué consistió? La mitad recibió ivermectina y la mitad placebo. Y como se fijó el criterio aleatorizado de doble ciego, todos desconocían la solución que se les había asignado. El principal hallazgo: transcurridos cinco días de la toma, aquellos que habían consumido ivermectina no presentaron una mejora significativa de los síntomas en comparación a quienes se les había suministrado placebo.
De hecho, la media del tiempo que les tomó a ambos grupos superar los síntomas del coronavirus apenas se diferencia por dos días. Mientras que a los pacientes que consumieron ivermectina les tomó diez días; al grupo de placebo, doce días.
“Hubo una pequeña señal ahí, y sería interesante ver si esa señal que vimos es real o no. Pero eso tendría que responderse en un ensayo mayor”, declaró para el New York Times Eduardo López Medina, investigador principal del proyecto. Los dolores de cabeza, el evento adverso que más se reportó, tampoco marcó mayores distancias: 104 pacientes (52%) del grupo de ivermectina y 111 (56%) del grupo placebo.
Si bien es cierto el estudio concluye que en base a “los hallazgos no apoya el uso de ivermectina para el tratamiento del covid-19 leve”, como lo dice el propio médico Eduardo López aún se necesitan estudios de mayores dimensiones para comprender los efectos de la ivermectina y concluir si efectivamente funciona o no en el tratamiento contra el Covid-19.
Por su parte, el doctor Gabriel Rada, fundador y presidente de la Fundación Epistemonikos, analizó el ensayo clínico en mención y ha preferido ser cauteloso en sus apreciaciones: “Sin duda, los resultados son muy desalentadores (respecto a la eficacia de la ivermectina). Sin embargo, este estudio evalúa sólo a pacientes relativamente jóvenes y sanos, grupo para el cual descarta un beneficio. Queda la duda de si en otro tipo de pacientes o administrada en otro momento de la enfermedad, la ivermectina podría llegar a tener un rol. En este momento, la evidencia no permite afirmar si sirve o no”, explica el también director del Centro de Evidencia UC, quien es un destacado especialista en Medicina basada en evidencia.
La ivermectina, como en su momento ocurrió con la hidroxicloroquina, ha dividido a la medicina y a la comunidad científica. Existen países, como el Perú, donde el Gobierno ha alentado su uso indiscriminado. Solo en el 2020, el Estado gastó más de 41 millones de soles en su compra. Un año después de haberse declarado el Estado de Emergencia, aún sigue vigente en las guías de terapias ambulatorias del país. Por eso los médicos continúan recetándola como tratamiento contra el covid-19.
Si bien en octubre de 2020, el Ministerio de Salud publicó la Resolución Ministerial N° 839 mediante la cual decidió retirar la hidroxicloroquina, azitromicina y la ivermectina de los kits ambulatorios, lo cierto es que esa disposición no se ha cumplido. En enero de 2021, como medida para afrontar la segunda ola, la ivermectina fue incluida en la actualización de los kits elaborada por la Gerencia de Políticas y Normas de Atención Integral de Salud de Essalud.
“No es que se esté distribuyendo libremente como en algún momento se hizo (…) Pero si un médico evalúa a una persona y medica este producto (ivermectina) o cualquier otro; entonces la persona puede utilizarlo”, dijo la primera ministra, Violeta Bermúdez, a fines de enero. De esta manera Bermúdez dejaba, otra vez, la puerta entreabierta para su consumo.
Hace unas semanas, gracias a una investigación del diario El Comercio, se conoció que el Perú importó 500% más de ivermectina durante el 2020 en relación al 2019 (US$ 1’324.474 versus US$261.822). Tanto es así que de las 28 empresas que la importaron, trece lo hicieron por primera vez durante el 2020. Datos que podrían develar un interés comercial más que una directiva en aras de la salud pública.
Otro problema común en el país y que va más allá de este nuevo estudio centrado en los pacientes leves de covid-19 es el uso de la ivermectina como un profiláctico o un fármaco para prevenir el nuevo coronavirus. Una automedicación tan nociva como la de los corticoides que no cuenta con el aval de ningún estudio científico. La cualidad preventiva de este antiparasitario es una presunción que se ha extendido en una población desesperada por un sistema de salud debilitado y colapsado que no ha sido capaz de brindar mayores garantías.
Chincha, una ciudad costera al sur de Lima donde se ha distribuido gratuitamente la ivermectina en plazas y parques, es la provincia con la mayor mortalidad del Perú con una tasa de 43,5 muertos por 10 mil habitantes, de acuerdo al Sistema Informático Nacional de Defunciones (Sinadef). Hasta finales de enero de 2021, 1.208 personas habían fallecido a causa del covid-19. Una inmunidad que, como hemos visto, no ha podido comprobarse todavía.
Aunque cada vez más luces se posan sobre la ivermectina y, con ello, alumbran el camino de los tratamientos para la covid-19 en el mundo, en el Perú las creencias sobre la ivermectina continúan extendiéndose en la población a un año de iniciada la pandemia.