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¿Me puedo infectar de Covid-19 en la playa o en una piscina?

Llega el verano a los países del hemisferio sur y, con ello, aparece la seductora posibilidad de salir a la playa o algún sitio con piscina para disminuir los estragos del calor. La evidencia hasta ahora muestra que no son sitios que por sí mismos propicien un contagio por coronavirus, sin embargo, pueden facilitar condiciones que, sin las adecuadas medidas preventivas, conviertan las vacaciones en preocupaciones.

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Una familia camina en la orilla de una playa un fin de semana en España.
Archivo / agsaz / Shutterstock.com

A pesar de que la epidemia provocada por el virus SARS-CoV-2 está lejos de ser controlada, muchas personas ya tienen algún viaje a la playa entre sus planes a corto plazo, especialmente en los países en los que inicia la época más calurosa del año. Pero lo que significa una buena noticia para la industria turística también puede abrir nuevas posibilidades de riesgo si no se aplican las medidas preventivas necesarias.

Así ocurrió hace unos meses en algunos países del hemisferio norte, como Reino Unido o Estados Unidos, que, como resultado de intensas olas de calor, llenaron sus playas de personas que ignoraron el distanciamiento social y las recomendaciones mínimas de seguridad.

“Los asistentes a la playa son propensos a subestimar su riesgo (…) El riesgo percibido de mortalidad es mucho menor especialmente entre las personas más jóvenes, que son las más propensas a visitar una playa”, afirma un artículo en el que participó Camilo Botero, del Grupo de Investigación de Playas Corporación, una compañía colombiana que asesora en temas de gestión integrada de playas y turismo sustentable.

Además, dado que los espacios cerrados equivalen a un mayor riesgo de transmisión de virus, los espacios al aire libre son percibidos como de menor riesgo, por eso las playas pueden ser vistas como áreas seguras

Y probablemente lo son. De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, “no hay evidencia de que el COVID-19 pueda transmitirse a los humanos mediante el uso de aguas recreativas”, que incluyen las aguas dulces (como lagos, ríos, o piscinas) y las saladas (como mares o playas).

Sin embargo, la ausencia de evidencia está relacionada con la falta de estudios sobre la persistencia, por ejemplo, del virus en el mar o en la arena. Por lo tanto, sin estos análisis no es posible confirmar la aparente seguridad de las aguas recreativas.

Lo que sí es posible evaluar -y prever- son los potenciales riesgos que existirán si este tipo de lugares reciben a muchas personas, incluyendo quienes estén infectados con o sin síntomas.

¿Podría estar el coronavirus en el agua del mar?

Aún se sabe poco sobre la persistencia del virus en el mar. Hay investigaciones, por ejemplo, que reportan partes del virus en aguas residuales. Esto abre la posibilidad de que en las zonas donde estas aguas no pasan por ningún tratamiento y descargan en el mar, el SARS-CoV-2 llegue a las playas.

De hecho, en el pasado ya han sido detectados otros virus en playas recreativas como resultado de la descarga de aguas residuales. En 2018, un grupo de investigadores brasileños reportó contaminación fecal humana así como la presencia de adenovirus humanos, poliomavirus y el de la hepatitis A en más de cuarenta muestras de agua de mar de cuatro playas de Niteroi, Rio de Janeiro. Ese riesgo de transmisión de enfermedades virales puso énfasis en que los países deben imponer controles más rígidos para la descarga de aguas residuales en el mar, especialmente en países en desarrollo.

Lo importante, en el caso del SARS-CoV-2, es que aun si estuviera presente en las playas o la arena no significa que puede mantener su capacidad infecciosa; es decir, puede estar presente y no propiciar contagios.

Esto se debe a que este coronavirus, como cualquier otro virus, tiene una dosis infecciosa mínima, la cantidad necesaria para provocar una infección. Y aunque se desconoce todavía cuál es la dosis necesaria mínima del SARS-CoV-2, es muy probable que al estar diluido en agua esta dosis sea aún más difícil de alcanzar. De cualquier modo, como no existen protocolos para la detección de SARS-CoV-2 en el agua o arena en las playas turísticas, no es posible sacar conclusiones.

¿Me puedo infectar si entro en una piscina?

Hasta ahora, no existe ningún reporte de alguna infección a través del agua en piscinas, jacuzzis o parques acuáticos.

En buena medida porque en ellas aplica el mismo principio de dilución que en el mar, lo que hace poco probable que ocurra una transmisión entre una persona a otra. Además, dado que el agua de las piscinas usualmente se desinfecta con cloro, una sustancia que puede inactivar al virus, la posibilidad de un contagio es todavía menor.

Eso no significa que estemos libres de riesgo, especialmente si se trata de piscinas públicas donde hay muchas personas en el agua o fuera de ella, en baños, bares, restaurantes o salas de juegos. Por lo tanto, es bueno evitar piscinas cubiertas, así como las horas con mayor afluencia de personas; es preferible usarla en las mañanas, cuando la piscina está más limpia o recién desinfectada; y evitar estar cerca de cualquier persona que expulse mucosidad de la boca a la piscina.

¿Qué recomendaciones debo tomar en cuenta?

La más importante es que si sientes algún síntoma o si estuviste en contacto con alguna persona sospechosa o con el diagnóstico confirmado, resistas la tentación de salir y te quedes en casa.

Pero si no hay ningún motivo de sospecha, puedes tomar las medidas preventivas que aplicarías en cualquier otro sitio: mantenerte a 1.5 metros de distancia, como mínimo, de cualquier otra persona, ya sea dentro o fuera del agua; lavarte las manos constantemente, sobre todo antes y después de comer; evitar tocarte el rostro y usar cubrebocas permanentemente, sobre todo donde no es posible evitar el distanciamiento social; desinfectar objetos y evitar tocar superficies de uso común. También puedes averiguar las tasas de contagio de la zona que quieres visitar, para decidir si es conveniente o no.

Además, puedes asegurarte de que estos sitios cumplan con requisitos importantes de seguridad como el cierre de baños públicos, puestos de bebidas o comida, quioscos y duchas; que separen tumbonas, sombrillas, cabañas de playa o tiendas de campaña en alquiler de manera para minimizar el contacto con otras personas. Para algunos especialistas, la cantidad mínima de superficie de playa para cada usuario es de 5 metros cuadrados, una cantidad por debajo de eso significaría hacinamiento.

Botero también recomienda reconfigurar los accesos con el fin de separar a los usuarios de la playa moviéndose en direcciones opuestas; crear áreas exclusivas para grupos de usuarios de alto riesgo como adultos mayores; sustituir el uso de restaurantes por servicios de entrega de alimentos; y dividir visitantes entre diferentes playas o lugares alternativos, con el fin de evitar las aglomeraciones.

Así que ir a una playa o pasar tiempo en una piscina no es sinónimo de amenaza, pero sí una oportunidad para tomar las medidas preventivas y recordar que, dentro o fuera del agua, la pandemia sigue ahí.

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