Hace unos días, un grupo de dieciséis personas (doce adultos mayores y cuatro trabajadores) en un asilo en Almería, España, resultaron positivos a la infección por coronavirus después de recibir una primera dosis de la vacuna Pfizer/BioNTech.
No ha sido el único caso y muy probablemente no será el último. Conforme más gente reciba alguna de las vacunas disponibles, aparecerán más personas que se infectan a pesar de estar vacunados. Así que, para muchos, estas preguntas son inevitables: ¿Es muy común que eso suceda? ¿Quiere decir que las vacunas no funcionan? ¿Me infectaré de todos modos?
Aunque la respuesta corta es las vacunas funcionan a pesar de la posibilidad de que sí puedas infectarte, vale la pena explorar las razones por las que ocurren estos casos, que más que alarmar a la comunidad científica le ofrecen información importante para entender mejor cómo están funcionando las vacunas y cómo hacerlas aún más efectivas.
No ha pasado el tiempo necesario para desarrollar inmunidad
La inmunidad no es inmediata. La misión de la vacuna de engañar al sistema inmune para que éste desarrolle los anticuerpos que lo protegerán del virus SARS-CoV-2, es un proceso que toma tiempo. Y ese tiempo depende de la vacuna que se trate.
Por ejemplo, para la de Pfizer/BioNtech, la inmunidad inicia ocho días después de la segunda dosis mientras que para la de Moderna ocurre catorce días después de la segunda dosis. En ambos casos, una sola dosis no será suficiente para que haya un resultado. Y eso es lo que explicaría que las dieciséis personas del asilo en España hayan dado positivo: no habían recibido la segunda dosis.
“Típicamente le toma al cuerpo unas semanas el desarrollar inmunidad después de la vacunación”, dice el sitio web de los Centros para el Control de Enfermedades de los Estados Unidos. “Es posible que una persona se infecte con el virus que causa Covid-19 antes o después de la vacunación y aún así enfermarse. Esto es porque la vacuna no ha tenido el suficiente tiempo para dar la protección necesaria”.
Puede haber infección, pero no enfermedad
Una de las preguntas clave sobre las vacunas es si pueden prevenir la infección o la enfermedad. Son dos cosas distintas. Hay vacunas que evitan la infección cuando impiden que el virus entre a las células y se replique -algo conocido como inmunidad esterilizante-. Pero también podría haber vacunas que no evitan que el virus entre al cuerpo, pero sí que se replique lo suficiente para que aparezca la enfermedad.
Lo que se reporta en la mayoría de los ensayos clínicos de las vacunas para Covid-19 es su efectividad para evitar que una persona enferme. Evaluar si pueden, además, prevenir la infección no fue un objetivo en muchos de los ensayos clínicos para esta pandemia porque resulta más difícil de analizar.
“La manera de probar realmente la efectividad de una vacuna contra determinada enfermedad es vacunar a un individuo y luego exponerlo al virus, lo cual tendría varias implicaciones éticas. Por eso, este tipo de estudios (llamados “de desafío”) no están permitidos”, dice la inmunóloga y especialista en enfermedades infecciosas Thalía García Téllez.
Pero el hecho de que la mayoría de las vacunas no prevengan la infección es suficiente para saber que sí existe la posibilidad de que una persona vacunada pueda infectarse, pero no enfermarse. Similar a cuando alguien vive con el virus de inmunodeficiencia adquirida, pero gracias al tratamiento antirretroviral nunca desarrolla SIDA.
Si se trata de una vacuna que evita la enfermedad (como la mayoría de las disponibles) no impedirá que las personas se infecten, cualquier persona vacunada tendrá la misma posibilidad de infectarse que otra que no haya recibido la vacuna. La diferencia es que quien haya recibido la vacuna no tendrá que ser hospitalizada porque su cuerpo habrá desarrollado los anticuerpos necesarios para que esa infección sea leve.
“Dar positivo en PCR no significa una falla de la vacuna, sino que probablemente esta persona no va a desarrollar síntomas graves incapacitantes ni va a ser hospitalizada. Ahí podemos decir que la vacuna funcionó porque la llevó a no desarrollar síntomas graves; mientras que no haber tenido la vacuna aumentaba la probabilidad de que sí lo hiciera. Entonces podemos decir que (a pesar de dar positivo) fue un caso exitoso de la vacuna”, explica García Téllez.
El hecho de que la mayoría de las vacunas prevengan la enfermedad y no la infección pone énfasis en el gran reto de detener la transmisión: si las personas vacunadas pueden infectarse significa que pueden tener el virus en su cuerpo y transmitirlo a otras personas que, si no están vacunadas, pueden enfermar e incluso morir. Por eso es importante que sean cada vez más las personas vacunadas para disminuir la posibilidad de transmisión.
La inmunidad por vacunas puede decaer con el tiempo
Todavía es prematuro determinar cuánto tiempo durará la inmunidad que generen las vacunas. Los primeros vacunados, los pacientes que participaron en la fase 3 de los ensayos clínicos, solo tienen dos o tres meses con la vacuna. Así que tendrán que pasar varios meses de estudio para que se evalúe cuánto duran los anticuerpos.
Aunque se prevé que podrían durar más de un año, es probable que después de ese tiempo personas vacunadas puedan infectarse de nuevo. Pero eso tampoco significaría una falla de la vacuna sino simplemente que los anticuerpos que generó el medicamento ya decayeron y es necesario un nuevo ciclo de vacunación.
Además, aunque aún no ha sucedido, existe la posibilidad de que el virus tenga tantas mutaciones que las vacunas disponibles dejen de ser efectivas. Por lo tanto, una persona vacunada podría resultar positiva a la infección de una nueva cepa, si esta fuera totalmente inerte a los componentes de las vacunas actuales. Pero incluso en esos casos se podrían hacer adecuaciones para lograr la protección requerida.
Lo interesante “será tener vacunas que eviten la infección de nuevas cepas del virus. Como ocurre cada año con la influenza, que debemos vacunarnos para evitar infectarnos de la nueva cepa circulante”, explica García Téllez.
Lo que sí es una realidad es que a pesar de su alta efectividad las vacunas no son un escudo infranqueable para todos; son, en realidad, una de las varias estrategias que se requieren para protegernos. Por eso, aún vacunados, habrá que seguir usando mascarillas, aplicando la sana distancia y evitando los espacios cerrados y confinados.