Al menos 12 pacientes del Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja, con edades entre los 8 meses y los 10 años, han sido infectados con la bacteria Ralstonia pickettii, un patógeno capaz de causar infecciones graves. Los primeros cinco casos se detectaron entre el 19 de julio y el 1 de agosto en la UCI Cardiovascular y en la UCI Pediátrica. Luego, la cifra aumentó a 11 en esas mismas áreas. Hacia la última semana de agosto se confirmó un nuevo caso en la UCI de Quemados.
Hasta ahora, Salud con lupa ha podido corroborar que tres de los pacientes infectados fallecieron. El hospital, sin embargo, sostiene que esas muertes no se deben a la bacteria, sino a las patologías y comorbilidades previas de los menores.
El principal obstáculo para esclarecer lo ocurrido es que el hospital aún no ha identificado la fuente de la infección. Según su versión oficial, ya se han tomado más de 60 muestras en todas las áreas involucradas. Sin embargo, Salud con lupa conoció que hasta el viernes 5 de septiembre, la UCI Quemados no había sido muestreada. La empresa que se encargó de recolectar las muestras fue Gestora Peruana de Hospitales S.A. (GEPEHO), la misma que tiene a su cargo la limpieza y desinfección del hospital.
La bacteria Ralstonia pickettii es un patógeno que rara vez afecta a personas sanas. Su riesgo real aparece en pacientes con defensas debilitadas o con cuadros médicos complejos, que se vuelven vulnerables a infecciones graves. Suele encontrarse en ambientes acuáticos y húmedos, y puede contaminar soluciones hospitalarias —agua estéril, sueros, medicamentos intravenosos—, así como dispositivos médicos como sondas, catéteres o jeringas. Ante esa posibilidad, la dirección del hospital ordenó la toma de muestras en superficies, puntos de suministro de agua (grifos), medicamentos y equipos médicos donde podría haberse originado la contaminación.
La preocupación por este episodio también se entiende por el lugar donde ocurre: el Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja, un hospital de alta complejidad, de referencia nacional y con capacidad quirúrgica, que recibe a niños y adolescentes de todo el país. Más del 70% de sus pacientes provienen de regiones como Piura, Tumbes, Lambayeque y Cajamarca. Solo las Unidades de Cuidados Intensivos atienden en promedio a 350 menores cada año.
En esta nota repasamos lo que se conoce hasta ahora a partir de documentos emitidos por la Dirección del hospital, el Comité de Prevención y Control de Infecciones Asociadas a la Atención de Salud y la Coordinación Técnica de Epidemiología. Accedimos a estos reportes el 3 de septiembre y corroboramos la información allí contenida. También examinamos los puntos más vulnerables del hospital y los factores que mantienen en alerta tanto al personal de salud como a las familias de los pacientes.
Los primeros indicios
El hospital registró cinco casos iniciales entre el 19 de julio y el 1 de agosto. Se trataba de niños de entre 8 meses y 7 años: tres internados en la UCI Pediátrica y dos en la UCI Cardiovascular. Presentaron síntomas como hipotermia y fiebre alta sin causa aparente. El diagnóstico se confirmó mediante hemocultivos analizados por el laboratorio privado SYNLAB —con el cual el hospital mantiene contrato—, que detectaron la presencia de la bacteria en el torrente sanguíneo.
En los días siguientes, la situación se agravó. Entre el 13 y el 17 de agosto se reportaron cuatro nuevos diagnósticos en esas mismas unidades y, en las semanas posteriores, otros dos. Finalmente, el 23 de agosto la infección alcanzó otra área crítica: la UCI Quemados. Con este último caso, el total de pacientes afectados llegó a 12.
Todos los menores presentan condiciones que los hacen especialmente vulnerables: están inmunocomprometidos y muchos padecen cuadros graves, como atresia de la válvula pulmonar —un defecto congénito del corazón— o insuficiencia respiratoria aguda. Aunque la Ralstonia pickettii rara vez afecta a personas sanas, en pacientes críticos puede desencadenar complicaciones severas y cuadros clínicos de alto riesgo.
Un informe del Comité de Prevención y Control de Infecciones Asociadas a la Atención de Salud del hospital, de fecha 5 de agosto precisa que, tras confirmar los primeros diagnósticos, el hospital notificó a la Dirección de Redes Integradas de Salud (DIRIS) Lima Centro y al Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades (CDC-Perú). Con este último se coordinó asistencia técnica para investigar la infección y derivar las muestras de los pacientes al Instituto Nacional de Salud (INS) para estudios más avanzados, incluyendo el secuenciamiento genómico. Este análisis permitirá establecer si todas las infecciones provienen de una misma fuente. Hasta ahora, el hospital sigue a la espera de esos resultados.
Mientras tanto, se evalúan distintas hipótesis. La principal apunta al ingreso de un menor referido del Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN), con antecedente de trasplante hepático, quien fue admitido en la UCI Cardiovascular y se convirtió en uno de los primeros casos confirmados. Posteriormente transitó por otras áreas críticas, lo que podría haber facilitado la propagación hacia la UCI Pediátrica y la UCI Quemados. Consultado al respecto, el INSN San Borja respondió que este paciente “ya era un caso recuperado de Ralstonia pickettii” cuando salió de la UCI Cardiovascular, debido a que sus muestras de sangre resultaron negativas.
Otra hipótesis está relacionada a deficiencias en el almacenamiento de medicamentos. El informe del Comité de Prevención y Control de Infecciones Asociadas a la Atención de Salud del hospital, al que accedió Salud con lupa, registra que en uno de los vestidores de mujeres se halló una ampolla de gluconato de calcio, lo que hace presumir que algunos fármacos administrados a los pacientes no están siendo conservados de manera adecuada. Según pudimos conocer, este es un problema recurrente en el hospital.
Se desconoce la fuente de infección
El documento que envió la Coordinadora Técnica de Epidemiología del hospital el 5 de agosto explica que la aparición de los primeros casos ocurrió en un lapso muy corto —apenas dos semanas—, lo que hizo urgente identificar una posible fuente común de infección. Para ello, se dispuso revisar los medicamentos e insumos médicos utilizados en las áreas afectadas, mejorar la manipulación de catéteres y soluciones intravenosas, así como reforzar el almacenamiento de insumos y los protocolos de higiene de manos y desinfección.
Otra medida inmediata fue el aislamiento de los pacientes infectados. En las tres áreas críticas, los niños ya se encontraban en habitaciones separadas, lo que facilitó la aplicación de esta medida. Sin embargo, se estableció además que cada paciente fuese atendido únicamente por una enfermera, con el fin de reducir el riesgo de contaminación cruzada.
La medida más importante, sin embargo, fue la toma de muestras ambientales en las áreas donde ya se habían confirmado casos. Aunque el hospital sostiene que se realizó en todas las unidades críticas, Salud con lupa conoció que hasta el viernes 5 de septiembre la UCI Quemados seguía sin evaluación.
En total, según precisó el hospital, se han realizado más de 60 cultivos a partir de muestras tomadas en ambientes del hospital, medicamentos y dispositivos médicos. La decisión no es casual: esta bacteria puede alojarse en materiales médicos -como catéteres, sondas, jeringas-, así como en grifos y otras partes de suministro de agua e incluso resistir a ciertos desinfectantes. Detectar su presencia en el ambiente es clave para rastrear la fuente de contaminación.
Pero hay un problema de fondo: como el hospital no cuenta con un laboratorio propio para analizar estos cultivos, el análisis quedó a cargo de la empresa Gestora Peruana de Hospitales S.A. (GEPEHO), que también se encarga de la limpieza y desinfección de la institución. El hospital informó que todos los resultados fueron negativos, aunque evitó explicar cómo asegura que esos informes sean confiables e independientes.
Salud con lupa también se comunicó con GEPEHO y le envió un cuestionario por correo electrónico para conocer si ha tomado medidas adicionales junto al hospital, pero hasta el cierre de este informe no obtuvimos respuesta.
La falta de un laboratorio propio no es un hecho nuevo, explica el doctor Alexis Holguín, presidente de la Sociedad Nacional de Enfermedades Infecciosas y Tropicales, sino un reflejo de vacíos estructurales del sistema hospitalario. “En los hospitales, los comités de control de infecciones y sus programas no cuentan con un presupuesto adicional para intervenir, dependen de otras áreas. Por eso, para investigar, terminan recurriendo a las empresas que brindan servicios de limpieza. Esa falta de independencia siempre ha sido un problema”, señaló.
El especialista añade que este déficit también tiene un trasfondo normativo: la norma técnica para la prevención y control de infecciones intrahospitalarias —que debería aplicarse de forma permanente, no solo frente a un brote— está desactualizada desde 2004. Además, en 2024 se creó una ley para fortalecer la prevención y control de infecciones, pero hasta ahora no se ha emitido su reglamento, lo que impide su ejecución.
Por esos vacíos, explica Holguín, ni siquiera se sabe con certeza cuántos trabajadores de salud pueden abocarse de forma permanente al control de infecciones ni si deberían hacerlo a dedicación exclusiva. “En la realidad, muchas veces el encargado asume esa responsabilidad además de otras funciones, lo que limita su capacidad de respuesta”, advierte.
En el Instituto Nacional de Salud del Niño, la fuente de la infección sigue sin identificarse y el propio hospital asegura que, en los brotes por Ralstonia pickettii, encontrarlo suele ser difícil. Mientras tanto, las consecuencias ya son graves. Tres menores han fallecido desde el inicio de los casos: los dos primeros el 12 y el 18 de agosto, y el último el sábado 30 de agosto. Sin embargo, todos tenían comorbilidades, por lo que la infección bacteriana no fue considerada como causa directa de muerte.
Un control insuficiente
En la UCI Quemados, la última de las áreas afectadas, la preocupación se mantiene. Como medida inmediata, se retiraron todos los medicamentos visibles de los muebles y del tópico, así como los juguetes didácticos utilizados con los pacientes, con el fin de reducir posibles fuentes de infección.
Al personal de salud se le han dado indicaciones básicas de higiene y desinfección, como el uso de mascarillas y guantes. Sin embargo, desde el 1 de septiembre ocurrieron hechos que demuestran que la unidad sigue siendo vulnerable. Ese día, por ejemplo, el mismo frasco de shampoo que se aplicó a una paciente con diagnóstico positivo —el único caso registrado hasta ahora en esa área— fue utilizado luego en otros niños.
El hospital suele adquirir frascos grandes para varios pacientes, pero en este contexto esa práctica supone un riesgo evidente. Además, contradice las propias recomendaciones internas, que ordenan realizar baños secos a los pacientes de las áreas comprometidas. El problema es que esta medida tampoco puede cumplirse con regularidad: no hay suficientes toallas húmedas especiales y no se consiguen fácilmente fuera de la institución.
Aunque el hospital suele comprar frascos grandes para varios pacientes, en este contexto esta práctica supone un riesgo evidente. Además, contraviene las recomendaciones internas, que ordenan realizar baños secos a los pacientes de las áreas involucradas. El problema es que esta medida tampoco puede cumplirse correctamente porque no hay suficientes toallas húmedas especiales y no se consiguen fácilmente fuera de la institución.
La literatura científica ha documentado infecciones intrahospitalarias por Ralstonia pickettii, y los estudios coinciden en que la capacitación del personal, la auditoría constante y la vigilancia son fundamentales para reducir la incidencia de estos casos. Además, destacan la importancia de campañas de concienciación dirigidas a trabajadores de la salud y visitantes.
Otro aspecto importante es brindar información clara y oportuna a los pacientes y sus familiares sobre las acciones tomadas. Implementar estas medidas de manera rápida y coordinada es esencial para proteger la salud de los pacientes, del personal sanitario y contener la propagación de la bacteria dentro del hospital.
¿Es realmente un brote?
Por ahora, el hospital descarta que se trate de un brote, ya que no se han confirmado nuevos casos desde el 23 de agosto. De acuerdo con los protocolos del Minsa, para confirmar la existencia de un brote de infección intrahospitalaria deben cumplirse al menos dos condiciones. La primera es verificar el diagnóstico de los casos sospechosos, lo que implica revisar historias clínicas, resultados de laboratorio y otros antecedentes. La segunda es comparar la incidencia del evento con lo esperado, evaluando si su frecuencia supera los registros habituales del propio hospital o las referencias disponibles en otros contextos.
Pero aún ante la sospecha de un brote, los hospitales deben notificar cualquier incremento inusual de infecciones. Además, están obligados a investigar la fuente y el modo de transmisión, identificar factores de riesgo, aplicar medidas de control inmediatas —como el aislamiento de pacientes y la desinfección y esterilización de equipos—, capacitar al personal y evaluar la eficacia de esas acciones.
Cada hospital, además, debe contar con un comité de control dedicado exclusivamente a la vigilancia de infecciones intrahospitalarias. En el caso del Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja, indicaron que disponen de un equipo multidisciplinario integrado por el Comité de Prevención y Control de Infecciones, el área de Epidemiología Hospitalaria y la Coordinación con la Alta Dirección, encargado de supervisar que se cumplan las medidas de prevención adoptadas.
En Perú, los antecedentes de infecciones hospitalarias no son menores. En 2020, por ejemplo, el Hospital de Ate Vitarte de Lima registró 51 casos graves de pacientes con Covid-19 que se infectaron con las bacterias acinetobacter, klebsiella y pseudomona, de los cuales al menos 30 fallecieron. Entonces, el Ministerio de Salud conformó un equipo especializado de epidemiólogos, microbiólogos, infectólogos y enfermeras para investigar y contener las infecciones. Este equipo reforzó las medidas de control de infecciones en el hospital y se implementaron acciones como capacitaciones al personal sobre el uso adecuado de equipos de protección personal y lavado de manos.
Casos como estos recuerdan que los riesgos sanitarios no pueden subestimarse: pueden costar vidas y poner en peligro tanto a pacientes como a trabajadores de la salud.
Las respuestas del Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja
Salud con lupa envió un cuestionario de preguntas al Instituto Nacional del Niño de San Borja y recibió respuesta el 4 de septiembre. En el documento, el hospital confirmó que se habían registrado 12 casos y tres menores fallecidos. Sin embargo, precisaron que las muertes no estuvieron vinculadas directamente a la bacteria, sino a las patologías y comorbilidades previas de los pacientes.
El hospital también informó que la empresa encargada de la limpieza y desinfección (GEPEHO) tomó más de 60 cultivos en áreas críticas, medicamentos y dispositivos médicos, todos con resultados negativos. “Se elaboró un plan de trabajo para determinar las posibles causas del brote y se cumplieron las recomendaciones emitidas”, señalaron. Aunque la fuente de contaminación sigue sin identificarse, añadieron que en muchos brotes de Ralstonia pickettii no llega a determinarse con precisión el foco de la infección.
“Todas las acciones se han realizado en estricto cumplimiento de la Norma Técnica de Salud, aprobada por el Minsa para la investigación y control de brotes de infecciones asociadas a la atención de salud. Estas incluyen aislamiento de pacientes afectados, reforzamiento de protocolos de higiene, revisión exhaustiva de suministros y monitoreo continuo, alineados con recomendaciones internacionales para reducir riesgos en las UCIs”, se lee en el documento.