Durante años, se ha aceptado que los años del perro son aproximadamente los años humanos multiplicados por siete, es decir, que un cachorro de un año es como un niño de 7 años y un perro anciano de 11 años es como una persona mayor de 77 años. Pero la edad canina es mucho más complicada de calcular, dicen los expertos del Dog Aging Project (DAP, por sus siglas en inglés).
Parte del problema es que, mientras que los humanos tienen unas métricas claras para envejecer de forma saludable, se sabe poco sobre el envejecimiento normal de nuestras mascotas. Los perros grandes tienden a envejecer más rápido, probablemente 10 veces más rápido que los humanos, y las razas pequeñas pueden vivir hasta los 20, con años caninos unas cinco veces los de los humanos.
Por eso, desde 2018 los científicos están reuniendo un amplio conjunto de datos de código abierto sobre la salud y la longevidad de los perros, y están reclutando perros de todas las edades, especialmente cachorros y perros jóvenes, para que participen en el proyecto, más ambicioso que aborda la cuestión de la longevidad canina.
“Se trata de un proyecto muy amplio, ambicioso y tremendamente interdisciplinar que tiene el potencial de convertirse en un poderoso recurso para la comunidad científica en general”, afirma Joshua Akey, profesor del Instituto Lewis-Sigler de Genómica Integrativa de Princeton y miembro del equipo de investigación.
El objetivo del trabajo, detallado en un artículo publicado en la revista Nature, es el estudio de decenas de miles de perros de todos los tamaños, razas y orígenes para desarrollar un análisis profundo del envejecimiento canino. Su conjunto de datos de código abierto proporcionará a veterinarios y científicos las herramientas necesarias para evaluar el grado de envejecimiento de un perro concreto y sentará las bases para nuevas investigaciones sobre el envejecimiento saludable, tanto en perros como en personas.
10.000 genomas de perros
“Estamos secuenciando los genomas de 10.000 perros. Este será uno de los mayores conjuntos de datos genéticos jamás producidos para perros, y será un poderoso recurso no solo para entender el papel de la genética en el envejecimiento, sino también para responder a preguntas más fundamentales sobre la historia evolutiva y la domesticación de los perros”, añade Akey.
Una de las vías de investigación más interesantes será el análisis del ADN de perros excepcionalmente longevos, los supercentenarios del mundo canino. Hasta ahora, 300 de los 32.000 canes reclutados, dentro de la manada DAP, podrían ayudar a entender la clave de su longevidad.
“Una parte del proyecto que me entusiasma es un estudio de supercentenarios, que compara el ADN de perros excepcionalmente longevos con el de perros que viven hasta la edad media de su raza”, explica el genetista. “Es el primer estudio de este tipo en perros (que yo sepa), y creo que es una forma inteligente de intentar encontrar las diferencias genéticas que contribuyen a una longevidad excepcional”, recalca.
Los investigadores siguen reclutando perros de todas las edades, razas (pura o mixta) y tamaños en EE UU para poder identificar biomarcadores específicos del envejecimiento canino. “Personalmente, este proyecto me parece apasionante porque creo que mejorará la salud de los perros y, en última instancia, de los humanos”, dice Akey.
Entender el envejecimiento humano
Los hallazgos podrán así trasladarse al envejecimiento humano ya que los perros experimentan casi todos los deterioros funcionales y enfermedades de la vejez que padecen las personas. Por otra parte, el alcance de los cuidados veterinarios es paralelo al de la atención sanitaria humana en muchos aspectos; y nuestras mascotas comparten el entorno en el que vivimos, un factor determinante del envejecimiento que no puede reproducirse en ningún laboratorio.
“Dado que los perros comparten el entorno humano y cuentan con un sofisticado sistema de atención sanitaria, además de ser mucho más longevos que las personas, ofrecen una oportunidad única para identificar los factores genéticos, ambientales y de estilo de vida asociados a una vida sana”, afirma Daniel Promislow, profesor de Biología en la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad de Washington.
Dentro de unos meses, el equipo prevé abrir su enorme conjunto de datos anónimos para compartirlos con científicos de todo el mundo. Investigadores de muchos campos diferentes tendrán la oportunidad de contribuir al estudio de innumerables maneras diferentes, en función de sus intereses.