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Foto: Adrian Zorrilla
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El lento retorno de las guarderías de Cuna Más en las regiones del Perú

El programa nacional Cuna Más había prometido que a diciembre de este año reactivaría sus servicios de cuidado diurno para atender de forma presencial a más de 53 mil niños y niñas del país. Pero una alarma se ha encendido: hasta octubre solo 464 de los 2 202 Centros Infantiles de Atención Integral se han reabierto. Hacen falta proveedores, madres cuidadoras y presupuesto. Salud con lupa recorrió cuatro regiones del país para conocer el estado de las guarderías.

Felícitas, bajita y delgada, carga a su hija en la espalda. Está en la puerta de su casa, un piso de adobe y tejas en la sierra del Perú y espera al camioncito destartalado que le comprará las pocas habas que ha cosechado por culpa de las heladas. Las tiene en un costal oscuro, a sus pies. Mientras aguarda, la niña resbala de su espalda, lenta, como en un pantano. La mujer vuelve a acomodarla y ajusta la manta para evitar la caída. Esta mañana, la pequeña debería estar en la guardería de Cuna Más, pero se aburre en la espalda de su madre porque el local está cerrado. El camioncito se acerca, la mamá separa las piernas levemente para levantar el costal y no perder el equilibrio. Tambaleando avanza mientras la niña patalea creyendo que juegan con ella.

—¿Desde cuándo está cerrado? —le pregunto a Felícitas, cuando vuelve luego de su venta.

—Hace un mes ya —me dice con el aliento aún entrecortado.

—¿Y por qué?

—¿Cuna Más? —vuelve a preguntar. Saca una sonaja rosada del bolsillo de su pantalón y se lo da a la niña para que le deje de jalar el cabello—, dicen que no hay presupuesto en ay.

Estamos en Huinchos, un paraje de chacras, casas antiguas y una plaza solitaria. Está a treinta minutos de Andahuaylas, en Apurímac, y aquí funciona uno de los Centros Infantiles de Atención Integral (CIAI) de los 17 que el Programa Nacional Cuna Más dice haber reactivado en esta región tras dos años de la pandemia de Covid-19. Debe de estar abierto. Con niñas y niños jugando y sonriendo, pero desde hace una semana que no atienden. Felícitas lo lamenta porque ahora no puede dejar a su hija para trabajar y debe cargarla para todos lados.

—¿Qué tal es el programa, señora?

—A veces no preparan bien la comida, a veces falta. A veces, ya no viene también —responde seria, limpiándose el pantalón del polvo por el trabajo que acaba de hacer—. Antes venía entero fruta, ahora tres veces semanales, así viene —dice y vuelve a impulsar a su hija que está a punto de desaparecer de su espalda.

Cuna Más es un programa social a cargo del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS), implementado desde 2012, para mejorar el desarrollo infantil de niñas y niños menores de 3 años en zonas de pobreza y pobreza extrema del país, a través de servicios de cuidado diurno y acompañamiento familiar. Dentro de su organización, los CIAI son espacios construidos por el Estado —o mejorados— con ambientes amplios para cuidar a más de 20 niños por local que cuenta con: servicios higiénicos, área de juegos, un espacio para material educativo, sala múltiple y comedor. Allí las madres que trabajan o estudian pueden dejar a sus niños entre los 6 y 36 meses.

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Julia Gaspar, madre invidente, camina con un bastón en la mano frente al CIAI de Huinchus, en Andahuaylas.
Foto: Adrian Zorrilla

A diferencia de un Centro de Cuidado Diurno o un Hogar de Cuidado Diurno, modalidades de guarderías más pequeñas incluidas en el servicio de Cuna Más, un CIAI es un espacio más implementado. En noviembre, los voceros de Cuna Más informaron que su local de Huinchos, cerca de donde ahora converso con Felícitas, estuvo cerrado del 19 de septiembre al 6 de octubre porque el proveedor de alimentos incumplió con los cuidados de higiene y no quiso seguir contratando con el Estado. Pero ya superaron el problema, indican. Un problema que no solo lo sintió la espalda de Felícitas que ahora se va porque tiene trabajo en casa, sino de los 28 niños usuarios de esa guardería.

Apurímac es una de esas regiones del Perú que siempre aparece en los primeros lugares de los rankings de pobreza, lo que se refleja en las condiciones de salud y calidad de vida de su población infantil. Solo veamos estas cifras: el 39,6% de sus niños menores de tres años está en riesgo de desnutrición crónica y el 14,8% ya tiene desnutrición, según el sistema de vigilancia del Instituto Nacional de Salud. Porcentajes que hablan de la necesidad de las madres de tener una asistencia en el cuidado de sus hijos, en su alimentación y su desarrollo. Por eso, en marzo de 2022, la entonces titular del Midis, Dina Boluarte, anunció que Apurímac estaría en el grupo de las primeras regiones donde Cuna Más abriría nuevamente sus servicios. Ese anuncio no ha podido cumplirse en el tiempo que se planificó. A dos meses de que termine este año, muchas de las guarderías del programa en el interior del país siguen cerradas, sin suficiente personal y sin presupuesto para hacer mejoras de infraestructura.

Felícitas y su espalda saben de esas puertas cerradas. Me habló con miedo al principio y luego con soltura, como si hubiera llegado el momento de descargar sus quejas con la esperanza de que reabran Cuna Más. Me dijo también que no es la única. Que les pregunte a otras madres que viven alrededor de la plaza de Huinchos. Pero tropezar con alguien por el camino principal o en la plaza que parece una pampa de pasto seco es tener suerte. No hay nadie. Un rebaño de ovejas se acerca lento, algunas gallinas picotean entre las hierbas aún verdes; se oyen voces dentro de una casa, dos mujeres hablan en una esquina, pero apenas me oyen, Manam yachanichu, papá responden. Ellas no saben nada.

En octubre, Salud con lupa recorrió cuatro regiones del país —Lambayeque, Ayacucho, Junín y esta, Apurímac— y comprobó lo difícil que le resulta a Cuna Más recuperarse del estado de emergencia generado por la pandemia. Ambientes cerrados, sin proveedores de alimentos, con quejas de madres usuarias, falta de madres cuidadoras y con necesidad de presupuesto. La tercera fase de su proceso de reapertura de servicios presenciales presentada en marzo de este año a propósito de su décimo aniversario, señalaba que entre octubre y diciembre ya estarían reabiertos en todo el país 2002 locales del Servicio de Cuidado Diurno para atender a 59621 menores de la primera infancia, pero apenas 464 Centros Infantiles de Atención Integral han reabierto sus puertas y ningún Hogar de Cuidado Diurno a octubre de este año.

La tardía recuperación de Cuna Más, el principal programa que atiende a la primera infancia en el país, es preocupante. Los primeros años de vida tienen una gran repercusión en el futuro de un niño: en su desarrollo cerebral, en su salud, su capacidad de aprender en la escuela, su bienestar e incluso la cantidad de dinero que ganará cuando sea adulto. “La primera infancia es trascendental. Por eso, una alimentación adecuada, los estímulos y la atención (o, en otras palabras, “comer, jugar y amar”) son esenciales para el desarrollo del cerebro del bebé en sus primeros 1.000 días de vida”, dice la investigadora Katie Bacon en la Revista de Educación de la Universidad de Harvard.

Por fin. Por un lado de la plaza aparece alguien. Una joven, veinte años, poco más, pollera, sombrero marrón, empujando un coche de bebé. Se detiene. Voltea y llama fuerte a su otro hijo que se ha quedado atrás: qamuy le dice en un grito que se pierde a los pocos metros. El niño aparece corriendo y tropezando.

Se llama Sofía y está incómoda, como Felícitas, porque el CIAI de Huinchos ha vuelto a cerrar y no puede llevar a su hijo. Ella revela un nuevo factor en el problema de la reapertura: no sólo está cerrado hoy, su funcionamiento es intermitente. No hay una regularidad en el servicio:

—Dicen que no hay proveedor, desde el mes pasado. El otro mes igualito hemos descansado, nuestros niños no hemos llevado, igualito por proveedor, de ahí un mes ha funcionado de ahí otra vez proveedor, no sé si hacen un juego, no sé qué harán. Ahora dicen hasta el lunes.

¿Por qué le cuesta tanto a Cuna Más volver a sus servicios presenciales? En un intercambio de correos para este reportaje, la responsable de Comunicaciones de Cuna Más, Constanza Paredes, señaló que la reactivación de estos servicios es escalonada, progresiva, segura y voluntaria. Y que se han presentado más de un problema no solo con los proveedores, también con el vencimiento de la cesión de uso de los locales o su deterioro. Sofía no lo sabe. No tendría por qué. Ahora se marcha, debe llevar a sus dos hijos hasta la chacra; no los carga en sus espaldas pero está atenta a que uno no se pierda en el camino y la pequeña no se caiga del coche o se ponga a llorar.

Aunque aún pocos gobiernos han reconocido su prioridad, para el Estado garantizar el cuidado integral de los primeros tres años de vida de los niños es una inversión muy rentable a largo plazo. Se ha demostrado que un país que invierte en los primeros cinco años de vida de sus ciudadanos, tendrá un mayor ahorro debido al menor gasto futuro en intervenciones de recuperación por enfermedades, deserción escolar y programas sociales estatales etc. Por cada dólar invertido en un niño en Cuna Más hay un retorno de 5 dólares en su salario futuro, sostiene Marta Rubio-Codina, especialista senior en primera infancia en la división de protección social y salud del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Para ello no solo deben reabrirse todos los servicios de Cuna Más, sino mantener su atención de forma permanente.

—Algunas dicen que ahí hacen llorar a mi hijo, está con diarrea, ahí se enferma, así dicen, pero no lo llevan diario. Solo a veces. Cuando no lo llevan siempre le da diarrea pues, porque su estómago no está acostumbrado al alimento que le dan —dice Luz Aychu, sombrero marrón, mejillas coloradas, ex colaboradora del programa Cuna Más, mientras toma un poco de sol esta mañana, cuidando una descarga de leños que han dejado en su puerta.

Muchas familias en las regiones aún creen que Cuna Más es básicamente un programa alimentario. Sin embargo, su objetivo no es solo garantizar una papilla saludable, sino mejorar el desarrollo cognitivo y emocional de los niños menores de tres años que viven en la pobreza en Perú. Es decir, que tengan una primera infancia feliz. Luz Aychu me habla solo de la comida mientras el sol la abriga esta mañana en Huinchos y el camioncito destartalado vuelve a pasar voceando que compra productos. No es la única. En 2019, Klein Pretel Casaico, autora de una tesis de maestría de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), identificó que el 70% de madres usuarias del programa en el distrito de Socos, en la región Ayacucho, vinculaba a Cunas Más solo con la alimentación. “[En esta zona, el programa] tiene mayor importancia por asegurar la alimentación del niño que las intervenciones de aprendizaje infantil”, indica el estudio.

En el actual diseño de Cuna Más, el programa atiende las necesidades de alimentación de todos los niños usuarios, brindándoles un almuerzo y dos refrigerios diarios preparados en sus cocinas, de acuerdo con protocolos que deben garantizar platos con un determinado aporte nutricional según edades, y un alto contenido en hierro. Los facilitadores de las comidas tienen también la obligación de orientar a los padres y madres que dejan a sus hijos en las guarderías que empleen agua segura (hervida o clorada) en su consumo diario, el correcto lavado de manos, la lactancia materna exclusiva en los primeros seis meses de vida de sus hijos, así como la adecuada conservación de los alimentos.

Hacen falta más madres cuidadoras

Pero volvamos a las puertas cerradas y sus causas.

Antes de dejar Huinchos tropiezo con Julia Gaspar, una mujer anciana, invidente, que camina ayudada por su bastón en una calle de tierra y gallinas. Solo habla quechua y recuerda los días en que trabajó atendiendo niños que no eran suyos.

—Llankarani, papa chaypi ñuqapapas, manam wawakunaqa allin atindisqaqa, allim mikuchisqaqa allintam mikun, sumaqta takispa, parlapallaspa mikuchisqaqa (Antes también yo criaba papá, atendía, allí trabajaba, papá, ahí yo también; cuando le atiendes bien, le haces comer bien, comen bien, cantando bonito, conversando, y haciendo comer), dice.

No es la primera con experiencia, Luz Aychu dijo también haber trabajado como madre cuidadora. Pienso en ellas, en las 8 295 mujeres dedicadas a esta labor y en lo desafiante que debe ser atender a niños pequeños. ¿Cuántas mujeres están dispuestas a hacerlo durante ocho horas al día como parte de un programa que las considera voluntarias? Las cifras que Cunas Más entregó a este medio respecto a las madres cuidadoras hablan de carencia. De madres ausentes. Y ese es otro problema para la reactivación de los locales. Cómo abrirlos si hacen falta cuidadoras y mejores condiciones para que realicen este trabajo, que claramente no es un voluntariado.

Túcume, Jayanca, Reque y Mórrope son distritos de la región Lambayeque, a una media hora de la capital, Chiclayo. Y aquí el panorama puede resumirse en la necesidad de contratar a más madres cuidadoras. En Local Pampa de Lino necesitan madres cuidadoras para ampliar su atención y en Niños Jayancanos buscan contratar a una madre cuidadora, según pudo recoger este portal en nuestra visita a la región. En Túcume solo admiten a niños entre 18 y 36 meses. No los reciben de 6 a 12 meses porque no hay madres cuidadoras, según el testimonio de una trabajadora.

La ausencia de madres cuidadoras es otro factor que genera la lenta reapertura de servicios presenciales de Cuna Más, un problema que el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) necesita resolver con urgencia. Si ampliamos el encuadre y vemos el Perú, hay cifras que suenan a hazaña: En el CIAI de Inambari, Tambopata, en la región Madre de Dios, una sola madre atiende a 36 niños. Dos ojos y dos manos se vuelven inútiles ante el número. Y la lista es larga: en el CIAI Los Angelitos Alegres, en Puno, 30 niños son cuidados por una madre; en Samugari, La Mar, región Ayacucho, una mamá se las ingenia para 27 niños. Las madres cuidadoras tienen 34 años, promedio, y una paciencia sin sueldo que se agota.

La atención a la primera infancia no es un favor del Estado a las madres pobres o sin educación completa, es un derecho que niños y niñas tienen. Y los efectos que ha tenido la pandemia en los más pequeños hace que Cuna Más deba ocupar un lugar prioritario en los esfuerzos de recuperación: un estudio desarrollado por UNICEF y el Ministerio de Salud en 2021 identificó que 34% de los niños en el país presentaba problemas de salud mental agravados por la pandemia. Además, las brechas existentes en el acceso a la salud y a la nutrición se intensificaron durante el período de emergencia sanitaria por la Covid-19. Por ejemplo, desde abril de 2020 se aprecia una caída pronunciada en la cobertura de los servicios de prevención y control de la anemia, y se ha estimado que más 210,000 niñas y niños menores de 5 años dejaron de recibir la suplementación de hierro.

Una puerta cerrada, una amenaza

Faltan menos de dos meses para acabar el año 2022 y hay varios locales de Cuna Más cerrados en la región Ayacucho. Uno de ellos es Wari Sur en el distrito San Juan Bautista, a veinte minutos del centro de la ciudad. Es la tercera región que visitamos en este mes. Una construcción deteriorada de material noble, al lado de un parque de niños. En toda la región son 27 espacios que Cuna Más reactivó de los 135 que funcionaban de forma física antes de la pandemia, alrededor del 20% aproximadamente. La cifra sigue siendo menor, lenta.

Es un martes por la mañana y en la puerta de la guardería dos perros duermen protegiéndose del sol. Este lugar no solo tiene las puertas cerradas, también un ambiente hostil. En una esquina hay un hombre de trapo colgado de un poste con un letrero: «CHORO ATRAPADO QUEMADO». El sector se llama Los Olivos y me recuerda un dato que Cuna Más maneja con especial atención: el entorno del niño. Los entornos de la primera infancia son espacios enriquecedores que fomentan el desarrollo de los niños pequeños. Estos incluyen los espacios de juego, de aprendizaje, las áreas que componen las rutinas de cuidado y las áreas en el exterior. Pero sobre estas últimas Cuna Más dice que puede hacer muy poco. A pesar de que trabaja con las organizaciones comunales su intervención no es en la organización, sino en los niños: “Como programa no podemos intervenir en prácticas de la comunidad en otros ámbitos, ya que no tenemos injerencia ni poder de decisión sobre el ornato, salvo aquel que corresponde a las instalaciones donde se prestan los servicios del programa”, señala Paredes, de Comunicaciones.

Lo más importante, por lo pronto, es la reapertura. Me lo dice una madre que pasa con sus dos hijos por la guardería jugando al trencito.

—Solo está funcionando el Pronoei ahora, el lunes dicen que abrirán —cuenta, mientras el más chico le jala la bolsa con pan que ha comprado. Pronoei son las siglas del Programa No Escolarizado de Educación Inicial que funciona hace 49 años en el Perú y que busca la formación del niño, a través del juego, priorizando su cultura—. En Cuna Más solo se dedican a cuidarlo nomás y darles comida. El otro es mejor, el Pronoei, es como un jardincito.

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Carmen Alto, distrito de Huamanga, donde niños y niñas asistieron todo el año a clases. Los CIAI no atendieron.
Foto: Adrian Zorrilla

Wari Sur no es el único local cerrado en Ayacucho. Tampoco están abiertos el CIAI Niño Jesús y el centro alimentario Rudaccasa en el distrito de Carmen Alto, hasta donde hemos venido. Si nos ayudamos con las cifras, son 108 CIAI cerrados en Ayacucho, el 80% del total. Una vez más. Según Cunas Más, no están cerrados, atienden de forma no-presencial.

—El alimento a cada mamá nos entregaba, embolsado nos daban a cada casa —me dice esta madre joven para explicarme qué significa lo no-presencial mientras sus niños han dejado de molestarla y ahora juegan a un lado.

—Solo alimento o algún tipo de guía.

—Claro, orientación todas esas cosas, nos llamaban por teléfono, charla, todas esas cosas —me aclara. Esa fue la forma que el programa usó durante la pandemia. Entrega de alimentos en casa y asesoría por el celular. La madre no se queja. Ahora llama a sus niños y me dice que si quiero más información toque esa puerta de calamina, porque ahí vive la encargada—. A ella pregúntale. ¿Cuántos años tiene tu hijito?

Más recursos para Cuna Más

La región Junín podría representar una media sonrisa en medio de niños sin cuna, ni madres cuidadoras que vean por ellos. Pero solo eso: media sonrisa. En el Valle del Mantaro que abriga a las provincias de Huancayo, Jauja, Concepción, Chupaca y La Oroya, antes de la pandemia funcionaban 142 Centros Infantiles de Atención Integral. Hoy hay 7 abiertos, aunque planean cerrar diciembre con 24.

—Aquí atendemos a 44 niños —me dice una madre detrás de unas rejas que protegen los ambientes del CIAI Sonrisitas de Muquiyauyo en el distrito del mismo nombre, en la provincia de Jauja, Junín.

CIAI Sonrisitas de Muquiyauyo
CIAI "Sonrisitas de Muquiyauyo", en la provincia de Jauja, Junín. Uno de los pocos que reabrieron en esa región.
Foto: Adrian Zorrilla

El lugar que rodea esta casa de Cuna Más es un espacio tranquilo, un campo de verde intenso, un pequeño canal de riego, chacras, leños, animales. A nivel nacional el Servicio de Cuidado Diurno atiende a 57,567 niños y niñas, en Junín son 3,218. La fórmula de distribución es esta: Una madre se encarga de cuidar a 4 niños entre los seis y diez meses (bebés) o entre 11 y 18 meses (gateadores). La cifra aumenta conforme van creciendo. Una de ellas puede encargarse de hasta 8 niños a partir de los 19 hasta los 24 meses (caminantes) o de los 25 a los 36 meses (gateadores). No todos los espacios son locales modernos e implementados como este, algunos son viviendas de las propias madres (HCD) y otros locales que la comunidad le cede al gobierno. Son 2 202 en todo el país y les hace falta presupuesto.

—Desde la dirección ejecutiva del programa tenemos orientado que al final del trimestre del siguiente año, el 100% de nuestros CIAI se reabren —me dice Yanina Veliz Suazo, jefa del servicio de cuidado diurno en Junín, en su oficina del distrito de El Tambo—. Esto pasa por un factor importante, el tema económico. Cada local requiere de recursos para ser acondicionado. Y por la magnitud de locales que tenemos a veces el presupuesto con que cuenta el sector no es suficiente —confirma.

Muquiyauyo es una zona rural, a una hora y media de la capital de la región, Huancayo. Entre los años 2020 y 2021 en que el Covid-19 recluyó a las familias de este pueblo en sus casas, cada una recibió canastas con alimentos como en las regiones visitadas anteriormente: leche evaporada, arroz, fideos, hojuelas de avena, quinua, harina de plátano, de arvejas, lentejas, sangrecita, conserva de bofe, de hígado, conserva de pescado y aceite vegetal. Veliz Suazo remarca que para no tener problemas con los proveedores y cerrar —como en Apurímac— hicieron sus convocatorias y procedimientos con anticipación. “Sé que en algunas unidades territoriales sí (cerraron) porque no había proveedores. Han retrasado la reapertura o han cerrado su atención, en el caso nuestro no”, agrega.

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Una alimentación adecuada, los estímulos y la atención (o, en otras palabras, “comer, jugar y amar”) son esenciales para el desarrollo del cerebro del bebé en sus primeros 1.000 días de vida.
Foto: Adrian Zorrilla

Cuna Más deberá seguir haciendo mayores esfuerzos para que sus cifras, en 2022, terminen en verde y la alarma por sus locales cerrados se apague. Tiene planeado abrir hasta diciembre 936 CIAI y el primer trimestre del próximo el 100% de sus espacios. Entre octubre y diciembre de 2021, en el inicio del piloto para su reactivación, registraron una atención presencial para 2 600 niñas y niños en 13 regiones del país. En el caso de los CIAI, a la fecha, son 14 360 los menores que vienen siendo atendidos en el país. Si Cunas Más quiere cumplir los objetivos que planteó en marzo, en la celebración de sus 10 años de creación, tiene que dejar de gatear y ponerse en pie.

Este reportaje forma parte de las investigaciones que realiza Salud con lupa con apoyo del Pulitzer Center y la beca Early Childhood del Dart Center for Journalism and Trauma.

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