L a vida de Liz Farfán siempre estuvo vinculada al campo. Durante las temporadas de siembra de papa o maíz en la comunidad campesina Juan Velasco Alvarado de Abancay, la sierra de Apurímac a más de dos mil metros sobre el nivel del mar, sus padres solían hablarle de lo importantes y sagrados que eran para la tierra los riachuelos y manantiales, así como los ojos de agua que captan la lluvia.
Le contaban también las leyendas con las que crecieron en esta comunidad andina donde la mayoría de personas es quechuahablante. “Ellos cuidaban que los animales no se acercaran a los ojos de agua porque decían que se convertirían en piedras o que saldría alguna sirena y nos asustaría”, recuerda Liz.
Con el tiempo, sus padres le pidieron que se alejara del campo para que se dedicara a estudiar y trabajar en la ciudad. Eventualmente, Liz regresaba para apoyarlos en las temporadas de siembra, pero a comienzos del 2003, volvió a involucrarse por completo. Por entonces, su madre necesitaba de su ayuda para traducir del castellano al quechua unas charlas de agricultura sostenible. Fue así como Liz se dio cuenta que los conocimientos ancestrales sobre el manejo de la tierra estaban desapareciendo por la industria de los pesticidas. Los agricultores ya no utilizaban el estiércol de los animales como abono natural porque preferían usar productos químicos para controlar a los insectos del suelo.
Este fue el origen de la Asociación de Productores y Comercializadores Ecológicos Chackramanta de Apurímac que Liz Farfán fundó en 2020 para enseñar las mejores prácticas de cultivo sostenible a los agricultores interesados en dejar los pesticidas. Actualmente, 70 trabajadores del campo trabajan con ella y reconocen que el desafío es complejo porque la contaminación de los suelos fumigados con sustancias químicas por décadas no sólo afecta una parcela, sino a cientos y hasta miles de hectáreas de terrenos de cultivo, cuyas reservas de agua superficiales y subterráneas también son afectadas por restos de pesticidas.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Perú importa más de 10 mil toneladas de pesticidas al año, una cantidad que se puede aplicar en más de 5 millones de hectáreas en ese período. Esas extensas áreas de tierra acumulan los residuos de los agroquímicos porque sus ingredientes no se degradan fácilmente. En este contexto, las asociaciones de productores ecológicos tratan de convencer a los agricultores convencionales de la importancia de ordenar y controlar el uso de plaguicidas antes de que el país llegue a tener más complicaciones para cultivar la tierra y recuperar los suelos degradados.
¿En la región Apurímac es muy común que los agricultores utilicen estos productos químicos, pesticidas, insecticidas?
Sí, se ha generalizado el uso de los plaguicidas. No hay ningún informe o alguien que le explique al agricultor de qué manera, cuanta cantidad o en qué tiempo puede aplicar estos agrotóxicos. No hay ninguna información, ninguna orientación. Entonces su uso es algo cotidiano.
¿Los agricultores utilizan equipos de protección cuando aplican pesticidas?
No, porque puedes ver a jóvenes o adultos sin ninguna protección. No tienen una mascarilla ni una indumentaria adecuada. Ellos los usan como si fuera un producto natural. El agricultor va a la tienda agroveterinaria y pide un producto para que cierta plaga o enfermedad desaparezca y tal vez reciben alguna instrucción de cómo puede hacerlo, pero el agricultor duplica o triplica la cantidad o mezcla un agrotóxico con otro, para que sea más potente. Entonces, no hay una orientación, menos una fiscalización en el uso de los agrotóxicos. Es bastante preocupante.
Desde tu experiencia dando talleres a agricultores, ¿cómo manejas ese conocimiento que tienen de los agrotóxicos para explicarles que hay otras alternativas?
En el 2020 creamos la Asociación de Productores y Comercializadores Ecológicos Chackramanta de Apurímac. Todos los sábados, hacemos ferias y vendemos nuestros productos. Ahí invitamos a los productores convencionales de nuestras comunidades y a nuestros vecinos a que cambien porque estamos contaminando nuestra salud, el suelo, la tierra, el aire. Hoy en día, estamos corriendo el riesgo de enfermarnos porque nuestra salud está bastante debilitada. En la pandemia, muchas de las personas que han tenido alguna enfermedad, fallecieron. Desde ese momento creo que hay un poco más de conciencia, no digo que todos estén conscientes, pero hay personas que quieren consumir un producto saludable, libre de agrotóxicos.
¿En sus talleres se encuentran con agricultores jóvenes?
Todavía hay un poco de resistencia en los jóvenes porque en las universidades no se toca el tema de la salud y medio ambiente. A los estudiantes de agronomía no se les enseña qué es una producción saludable sino qué agrotóxicos pueden aplicar, cómo los deben usar. Por eso los jóvenes tienen un poco de resistencia para asistir a un taller que hable de agroecología. Las personas que más asisten a nuestros talleres son agricultores mayores de 30 años.
¿Los agricultores ecológicos corren el riesgo de que sus parcelas se contaminen porque en los cultivos cercanos se utilizan plaguicidas?
Sí, siempre hay vecinos o familias que usan agrotóxicos. Por ejemplo, en época de lluvia, toda la contaminación que causan los agrotóxicos se arrastra hasta la parcela del vecino, entonces se contamina. Ese es un problema y una preocupación. Lo mismo pasa cuando aplican los pesticidas mediante aspersión o fumigación, se contamina el agua de las quebradas o los manantes (filtraciones de agua subterránea) que están cerca y nosotros seguimos regando con esa agua, entonces todavía corremos el riesgo de contaminación. Tratamos de hacer cercos vivos con plantas, pero no es suficiente para poder evitar la contaminación que viene de nuestros vecinos.
Debido a ese riesgo, ¿cómo tratan de convencer a los agricultores convencionales de dejar de usar pesticidas?
En otras regiones como Junín y Ayacucho trabajan la agroecología con el apoyo de los gobiernos regionales y locales. Pero en el caso de Apurímac, nuestras autoridades no están interesadas, y eso también nos preocupa. Aquí cuando se lanzan proyectos, a través de Procompite (una estrategia del Ministerio de la Producción para financiar proyectos de negocio), se piensa más en el tema del dinero y no de la alimentación saludable. Mucho menos se piensa en una soberanía alimentaria. Se presentan proyectos de palta, de quinua, pero son monocultivos. Lo que nosotros hacemos, como productores agroecológicos, es la diversificación de cultivos. Nosotros no podemos dedicarnos a un monocultivo porque no podríamos garantizar una alimentación saludable a nuestra familia.
Por eso, en los valles, cultivamos todas las hortalizas que se pueden producir, plantas frutales, además de criar cuyes y gallinas. En nuestros talleres, tratamos de que las familias entiendan que si viven en el campo, pueden producir distintos cultivos.
Si tomamos el ejemplo de la papa, es muy común que se usen varios pesticidas. En ese caso, ¿cómo reemplazan a los agrotóxicos?
Las personas ven hoy el cultivo de papa en términos de dinero y no de alimentación. En la agroveterinaria recomiendan que se usen plaguicidas hasta en el momento de la siembra. Por ejemplo, a veces voy al mercado porque quiero comprar semilla de papa y el agricultor me explica que la semilla “ya está curada”, es decir, la remojan con agrotóxicos. Para los productores agroecológicos, el proceso es diferente y bastante sencillo. Preparamos nuestro guano o compostaje con el estiércol de la oveja, de la vaca, el caballo o las cabras, también de la gallina o el cuy. Al momento de sembrar, ponemos nuestro guano, y durante la cosecha, agregamos más guano. Para las plagas, usamos repelentes hechos con ajo, cebolla, kion, rocoto. Por ejemplo, el amacho es una planta que se macera y también sirve como repelente.
¿Todo eso puede servir para el cultivo de papa?
En el caso de las papas nativas, como se siembra en altura, sobre los 3500 a 4000 metros sobre el nivel del mar, no se necesita guano ni plaguicidas porque cada año se debe sembrar en una zona distinta. Si se siembra en el mismo lugar no va a producir. Por ejemplo, nosotros sembramos papa nativa y al año siguiente, sembramos habas, tarwi o maíz. Y así vamos rotando el cultivo. Para la papa nativa, siempre tenemos que abrir o arar un espacio nuevo. Y si tal vez no tenemos un área nueva, entonces hay que usar compostaje. Lo hacemos con el estiércol de la vaca, de las gallinas o el cuy. En otros tipos de papa, como canchan o yungay, se usa guano de corral.
¿Cuántas hectáreas se podrían cultivar con el abono de los animales?
Todo depende del descanso del terreno. Por ejemplo, en una hectárea puedo dejar de sembrar unos dos, tres hasta cinco años. Cuando ares esa área nuevamente, puedes sembrar papa y ya no necesitas tanto guano. En cambio, una parcela que se siembra todos los años sí necesita compostaje y bioles naturales (abonos líquidos elaborados a partir de la descomposición de los desechos orgánicos).
¿Es similar con otros productos, por ejemplo el maíz?
Sí, hacemos lo mismo en otros productos como la papa, las habas, el maíz u olluco. Puedes descansar el terreno por unos cuantos años y no necesitarás guano. Y si vas a sembrar todos los años, hay que aplicar guano para nutrir al terreno. En el caso de las plantas frutales que se cultivan en los valles, es distinto porque hay más plagas. Para eso, usas compostaje dos o tres veces al año y caldos minerales o caldos sulfocalcicos que se preparan con cal viva, ceniza, azufre, y harina de roca.
Hace dos años, ustedes impulsaron una demanda contra Senasa y los ministerios de Salud y Desarrollo Agrario para que se prohíban 5 peligrosos pesticidas, pero fue rechazado por la Corte Superior de Justicia de Apurímac. ¿Van a presentar otro recurso legal?
Presentamos una demanda de amparo pero se declaró infundada. Sin embargo, vamos a apelar ante el Tribunal Constitucional. Nosotros estamos pidiendo que estos agrotóxicos (clorpirifos, metomil, glifosato, imidacloprid y clotianidina) sean retirados del mercado y que se reconozca que son altamente tóxicos y están contaminando nuestro medio ambiente, la tierra, el agua, el aire.