La pandemia de COVID-19 ha evidenciado la necesidad urgente de fortalecer el personal de salud a nivel mundial. Sobre todo de atender el déficit de enfermeras como un eje prioritario de inversión en materia de formación, empleo y liderazgo. A lo largo de la historia, ellas han estado en la primera línea de acción para el cuidado de los pacientes en situaciones de emergencia, al igual que sucede hoy. En todos los lugares del mundo, las enfermeras están demostrando su valentía y coraje en la respuesta al coronavirus aún cuando trabajan sin suficientes equipos de protección y apoyo para manejar el estrés de su intensa actividad.
Se estima una escasez de 5,9 millones de profesionales de enfermería y se calcula que el 89% (5,3 millones) de este déficit se concentra en los países de ingresos bajos y medianos-bajos, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
“La región necesita mejorar la composición de la fuerza de trabajo en enfermería. Actualmente tiene 8,4 millones de enfermeros y enfermeras, que representan el 56% del total de la fuerza laboral de salud”, explica vía correo electrónico Silvia Cassiani, asesora regional de enfermería y técnicos de salud de la OPS/OMS, y una de las autoras de una carta, escrita en colaboración con enfermeros líderes de Brasil, Colombia, México y Uruguay, publicada en la edición de mayo en la Revista Panamericana de la Salud Pública.
Además de “ampliar el número de profesionales, hace falta distribuirlos mejor al interior de cada país, aumentar la presencia masculina en la profesión e invertir en la formación con calidad, así como el empleo de profesionales con formación avanzada en los países de la región”, agrega Cassiani.
Para ello se tiene que enfrentar el desafío de que en América Latina "no se sabe siempre técnicamente qué es ser enfermero o enfermera", refiere Dolores Latugaye, directora de la Escuela de Enfermería de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral (Argentina). Por ejemplo, “en Argentina puede ser [enfermero] un estudiante de 9 meses, con título de auxiliar de enfermería, o con tres años o cinco de estudios. Esas diferencias pasan en todos los países”, sostiene.
“La enfermería profesional está haciendo su más grande esfuerzo por estar al frente del cuidado de los pacientes hospitalizados en unidades críticas”, dice Olivia Sanhueza Alvarado, presidenta de la Asociación Latinoamericana de Escuelas y Facultades de Enfermería (ALADEFE).
Pero en tiempos de pandemia los problemas son muchos. “En algunos países se han quedado sin los suficientes y adecuados equipos de protección personal; estamos expuestas al riesgo de contagio, a turnos extenuantes sin el debido descanso por falta de personal para su reemplazo; en ocasiones, expuestas a la violencia de parte de la población; a estar separadas de la familia para evitar la transmisión del virus y a un sostenido estrés laboral”, explica Sanhueza.
El contexto global, tal como se mostró en el informe sobre el estado de la enfermería mundial lanzado el 7 de abril, se expone la disparidad también en estos profesionales entre el Norte y el Sur: los países en desarrollo durante años forman enfermeras y enfermeros que terminan trabajando en los desarrollados debido a los mejores sueldos y condiciones. “El tema de la migración es importante porque significa que no se generan las condiciones para que la gente formada se quede”, precisa Latugaye.
La OMS declaró el 2020 como Año internacional del personal de enfermería y partería, por el bicentenario del nacimiento de la pionera Florence Nightingale.
> Enlace a la Carta publicada en la Revista Panamericana de la Salud Pública.
> Descargue aquí el Informe sobre el estado mundial de la enfermería 2020 (en inglés).
Salud con lupa republica una versión corta de la nota original publicada en el portal SciDev.Net