En 2019, el nadador francés Benoit Lecomte nadó más de 300 millas náuticas a través de la Gran Mancha de Basura del Pacífico para generar conciencia sobre la contaminación del plástico en los mares. En su recorrido, a menudo se sorprendía al ver que no estaba solo. “Cada vez que veía un desperdicio de plástico flotante había vida a su alrededor”, comentó Lecomte.
La mancha no era tanto una isla de basura como una sopa de basura de botellas de plástico, redes de pesca, neumáticos y cepillos de dientes. En su superficie flotaban dragones azules nudibranquios, carabelas portuguesas y otros pequeños animales que viven en la superficie, conocidos en conjunto como el neuston.
Los científicos a bordo del barco que acompañaban la travesía de Lecomte tomaron de manera sistemática muestras de las aguas superficiales de la mancha. El equipo descubrió que había concentraciones mucho más altas del neuston dentro de la mancha que afuera de ella. En algunas partes de la mancha, había casi tanto neuston como trozos de plástico.
“Yo tenía la hipótesis de que los giroscopios concentran la vida y el plástico de forma similar, pero aun así fue realmente sorprendente ver la cantidad que encontramos allí”, afirmó Rebecca Helm, profesora adjunta de la Universidad de Carolina del Norte y coautora del estudio. “La densidad era realmente asombrosa. Verlos en esa concentración fue algo sorpendente”.
Los resultados se publicaron en abril en bioRxiv, un repositorio de estudios sobre biología, y aún no se han sometido a una revisión por pares. Pero si resultan válidos, según Helm y otros científicos, podrían complicar los esfuerzos de los conservacionistas por eliminar la inmensa y creciente cantidad de plástico de la mancha.
Los océanos del mundo contienen cinco giros, que son grandes sistemas de corrientes circulares impulsados por los patrones de viento globales y las fuerzas creadas por la rotación de la Tierra. Actúan como enormes remolinos, de modo que todo lo que flota en uno de ellos acaba siendo arrastrado hacia su centro. Desde hace casi un siglo, los residuos plásticos flotantes han llegado a los giros, creando una serie de zonas de basura. La más grande, la Gran Mancha del Pacífico, se encuentra a medio camino entre Hawái y California y contiene al menos 79.000 toneladas de plástico, según la Ocean Cleanup Foundation. Toda esa basura resulta ser un gran asidero para organismos vivos.
Con redes, Helm y sus colegas sacaron del mar muchas criaturas sueltas: velellas (hidrozoos que flotan solos y se desplazan con la brisa marina), botones azules (primos de las medusas del tamaño de un cuarto) y caracoles marinos violetas (que construyen “balsas” para mantenerse a flote atrapando burbujas de aire en un moco jabonoso que segregan desde una glándula de su pie). También encontraron pruebas de que estas criaturas quizá se reproduzcan en la mancha.
“No me sorprendió”, comentó Andre Boustany, investigador del Acuario de la Bahía de Monterrey, en California. “Sabemos que ese lugar es una zona de acumulación de plásticos que están a la deriva, así que ¿por qué no iba a serlo también para estos animales a la deriva?”.
Los misterios del neuston
Se sabe poco sobre el neuston, especialmente el que se encuentra lejos de tierra en el corazón de los giros oceánicos. “Es muy difícil de estudiar porque se encuentra en el océano abierto y no se puede recoger a menos que se realicen expediciones marinas, que cuestan mucho dinero”, relató Lanna Cheng, científica investigadora de la Universidad de California en San Diego.
Como se sabe tan poco sobre la historia vital y la ecología de estas criaturas, este estudio, aunque muy limitado en tamaño y alcance, ofrece información valiosa a los científicos. Pero Helm añadió que el estudio tiene otra repercusión: las organizaciones que trabajan para eliminar los residuos plásticos de la mancha también deben considerar lo que la investigación significa para sus esfuerzos.
Hay varias organizaciones sin ánimo de lucro que trabajan para eliminar el plástico flotante de la Gran Mancha del Pacífico. La más grande, la Ocean Cleanup Foundation de los Países Bajos, desarrolló una red específicamente para recoger y concentrar los desechos marinos cuando son arrastrados por la superficie del mar por los vientos y las corrientes. Cuando la red está llena, un barco lleva su contenido a tierra para su correcta eliminación.
Helm y otros científicos advierten que estas redes amenazan la vida marina, incluido el neuston. Aunque se han hecho ajustes en el diseño de la red para reducir las capturas accidentales, Helm cree que cualquier extracción de plástico a gran escala de la mancha podría suponer una amenaza para sus habitantes neuston. “Cuando se trata de pensar qué hacer con el plástico que ya está en el océano, creo que tenemos que ser muy cuidadosos” dijo. Los resultados de su estudio “subrayan realmente la necesidad de estudiar el océano abierto antes de intentar manipularlo, modificarlo, limpiarlo o extraer minerales de él”.
Laurent Lebreton, oceanógrafo de la Ocean Cleanup Foundation, no está de acuerdo con Helm. “Es demasiado pronto para llegar a conclusiones sobre cómo debemos reaccionar ante ese estudio”, dijo. “Hay que tener en cuenta los efectos de la contaminación por plástico en otras especies. Con nuestro sistema estamos recogiendo varias toneladas de plástico cada semana, un plástico que afecta al medio ambiente”.
El plástico en el océano constituye una amenaza para la vida marina porque mata a más de un millón de aves marinas cada año, así como a más de 100.000 mamíferos marinos, según la UNESCO. Desde peces hasta ballenas pueden enredarse, y los animales suelen confundirlo con comida y acaban muriendo de hambre con el estómago lleno de plástico.
Los plásticos del océano que no logran asfixiar a un albatros o enredar a un elefante marino acaban por descomponerse en microplásticos, que penetran todas las ramas de la cadena alimentaria y son casi imposibles de eliminar del medio ambiente. Algo en lo que todo el mundo está de acuerdo es en la necesidad de detener el flujo de plástico hacia el océano. “Tenemos que cerrar el grifo”, declaró Lecomte.
c.2022 The New York Times Company