La otra América Latina

Un registro de la pandemia en cinco pueblos originarios de la región

En América Latina, la cobertura de la pandemia durante estos meses se ha concentrado en sus capitales y ciudades. Pero esto no es una novedad: desde ahí hablan los presidentes, se crean las políticas públicas y se dictan los estados de emergencia. Sin embargo, el coronavirus ha llegado también a los pueblos más aislados del continente y ahora cerca de cuarenta y cinco millones de indígenas lo están enfrentando sin el respaldo de sus gobiernos. Esto tampoco es una novedad: durante décadas los Estados de la región no han tomado en cuenta las necesidades básicas de los pueblos originarios y, así como una gran mayoría de ciudadanos, se han acostumbrado a verlos como un solo grupo a pesar de sus singularidades.

Los más de ochocientos pueblos originarios de América Latina son tan distintos entre ellos como los espacios que habitan: algunos viven a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar, otros en medio de la selva amazónica y un grupo hasta en la isla más remota del mundo. Con condiciones tan diversas, cada uno necesita un plan de emergencia ajustado a su medida, pero gran parte de sus gobiernos los han desatendido durante la pandemia: unos tardaron meses en establecer protocolos de sanidad para las comunidades, otros informaron las medidas de prevención en una lengua que no entienden, y la mayoría no les entregó medicinas ni pruebas de descarte para llevar un registro de los contagios.

Este especial no pretende ser una radiografía del desamparo de las comunidades indígenas en la región, sino la evidencia del valor que tienen en nuestro territorio. En cada una de las historias, incluso en las que parten de una denuncia, sobresalen su resistencia, sabiduría y espíritu de comunidad. Si en las ciudades vaciamos los anaqueles del supermercado para llenar nuestras alacenas, los achuar en Ecuador comparten su pesca del día con los vecinos para que todos tengan al menos una comida. En Isla de Pascua, la economía de los rapanui se desplomó al cerrarse el turismo pero ahora ellos ocupan su tiempo limpiando sus playas y cultivando huertos. Ante la falta de medicamentos, los habitantes de San Antonio de Lomerío, en Bolivia, han envasado una de sus plantas medicinales para calmar los síntomas del COVID-19. En Guatemala, una radio comunitaria ha llenado el silencio del gobierno al traducir información relevante sobre la pandemia a los mayas de Xenacoj. Y finalmente, en Venezuela, los waraos que migran hacia Brasil no olvidan a quienes se quedaron atrás y comparten con ellos todo lo que tienen.

Desde Salud con lupa publicamos este especial como una forma de internarnos en la otra América Latina.

Créditos:

Coordinación General: Fabiola Torres López / Edición: Juan Francisco Ugarte y Stefanie Pareja / Fotografía de portada: Musuk Nolte / Edición de audios: Mayté Ciriaco / Visualización de datos: Jason Martínez