Hasta ahora las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la agricultura, la silvicultura y el uso de la tierra, y otros subsectores relacionados con la alimentación, no se habían podido evaluar con precisión. Los datos eran escasos, espacialmente inexactos y metodológicamente incoherentes entre los diferentes subsectores agrícolas.
En un nuevo estudio, publicado en la revista Nature Food, un equipo internacional de científicos, liderado por la Universidad de Illinois en EE UU, ha desarrollado un marco de modelización de datos único, coherente y unificado para estimar las emisiones mundiales de CO2, metano y óxido nitroso procedentes de la alimentación humana de origen vegetal y animal.
Los resultados, que han estimado las emisiones en el año 2010 de 171 cultivos y 16 productos ganaderos con datos de 200 países, revelan que la producción mundial de alimentos es responsable de emisiones de gases de efecto invernadero equivalentes a 17.318 millones de toneladas métricas de CO2 al año, de los cuales el 57 % corresponde a la producción de alimentos de origen animal, el 29 % a la de origen vegetal y el 14 % a otros aprovechamientos, como el caucho y el algodón.
“Hemos considerado todas las fuentes y sumideros de gases de efecto invernadero de todos los subsectores relacionados con la producción y el consumo de alimentos, incluidos el transporte, la importación, la exportación y el almacenamiento de alimentos”, explica Atul K. Jain, autor principal del trabajo e investigador en la universidad estadounidense.
El estudio permitió calcular estas concentraciones en lugares concretos de una serie de subsectores que no se habían tenido en cuenta en estudios anteriores, como las emisiones netas de CO2 (fuentes menos sumideros) procedentes de las prácticas de gestión de la tierra agrícola (arado del suelo, plantación de cultivos, fertilización, riego, recolección de granos y recuperación de los residuos de las cosechas).
Así, las emisiones estimadas del sector alimentario representarían el 35 % de esta emisión total producida por el ser humano, teniendo en cuenta que según el V Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), las emisiones totales de gases de efecto invernadero fueron 49.000 millones de toneladas métricas de CO2 al año en 2010.
“Con el actual crecimiento demográfico y económico, esperamos que la demanda mundial de alimentos aumente en el futuro, lo que hará que se amplíen los subsectores de la alimentación, y que por tanto darán lugar a un aumento de las emisiones y contribuirán al cambio climático”, añade el experto.
El sector ganadero, el más contaminante
Según la investigación, la carne de vacuno –con el 25 % del total de emisiones relacionadas con la alimentación– es el alimento de origen animal que más contribuye, seguido de la leche de vaca (8 %) y la carne de cerdo (7 %).
En cuanto a los alimentos de origen vegetal, el arroz (12 %) es el que más contribuye, seguido del trigo (5 %) y la caña de azúcar (2 %). Además, “dentro de los cuatro subsectores principales, las actividades de gestión de tierras agrícolas (38 %) son las que más contribuyen”, recalca Jain.
Entre los países, China (7 %), India (4 %) e Indonesia (2 %) tienen las mayores emisiones procedentes de la producción de alimentos de origen vegetal. Los países con mayores emisiones procedentes de la producción de alimentos de origen animal son China (8 %), Brasil (6 %), EE UU (5 %) e India (4 %).
Cómo reducir las emisiones procedentes de este sector
Los científicos señalan que se pueden adoptar muchas prácticas desde el punto de vista de la producción para limitar estas emisiones y seguir estrategias de mitigación del clima. “La reducción de la labranza o la no labranza podría minimizar la perturbación del suelo y, por tanto, disminuir las emisiones”, pone como ejemplo el científico.
Otro ejemplo es la mejora de la gestión de los residuos de las cosechas, como la práctica de devolver los residuos al campo. En muchos países, los agricultores queman directamente los residuos de las cosechas, lo que provoca tanto emisiones de gases de efecto invernadero como contaminación atmosférica.
Por último, Altur Jain propone mejorar la eficiencia del uso de los fertilizantes mediante la gestión de precisión de los mismos. “Este enfoque aplica los abonos en función de la demanda y el momento de la fertilización según las condiciones específicas del campo de un determinado cultivo”, concluye.
El artículo fue originalmente publicado en Agencia Sinc bajo la licencia Creative Commons.