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La red de mujeres que buscan descontaminar el lago Titicaca

Cincuenta mujeres indígenas de Perú y Bolivia se unen para promover la descontaminación del lago del que depende la vida de más de tres millones de personas.

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La comunicadora aimara Rosa Jalja muestra la vegetación a orillas del lago Titicaca, en la localidad de Copacabana (Bolivia).
EFE/Martín Alipaz

Un grupo de mujeres recoge a diario botellas, bolsas plásticas y latas de las orillas del Titicaca, el lago sagrado compartido por Perú y Bolivia, en el altiplano de los Andes centrales. Aunque de este ecosistema depende directamente la vida de más de tres millones de personas, sus aguas son contaminadas por las comunidades que lo habitan, turistas y mineras.

Este problema se ha agravado con los años al haberse alterado el ecosistema del lugar y puesto en riesgo la salud de las personas que consumen el agua."Nosotros consideramos el lago como una persona. Hay que cuidarlo para que no esté enfermo", dice Rosa Jalja, una de las integrantes de la red de defensoras indígenas que nació en 2016.

El Titicaca discurre a lo largo de 1,126 kilómetros de cuenca entre Perú y Bolivia. “Mucha gente vive de la crianza de truchas, que es su fuente fundamental de ingresos. También el lago riega sus cosechas. Así que se está acabando con una fuente de ingresos, contaminando nuestros alimentos y afectando gravemente la salud de la población”, explica Ana María Yupanqui, alcaldesa de Pomata.

El lago sagrado de los Incas se ha convertido en una cloaca de aguas contaminadas provenientes de los desagües de 23 ciudades peruanas y bolivianas que se encuentran alrededor de la bahía de Puno. La otra fuente de contaminación viene de las minas de oro ubicadas “aguas arriba”, donde miles de mineros informales usan varias toneladas de mercurio cada año para purificar el metal dorado y cuyos residuos tóxicos llegan al lago por un río.

Aunque los gobiernos de Perú y Bolivia han aprobado planes ambientales de recuperación del lago, poco se ha hecho en la práctica. Por eso, desde hace cinco años, cincuenta mujeres indígenas de ambos países coordinan acciones que ayuden a descontaminarlo y preservarlo.

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Las Mujeres Unidas en Defensa del Agua agrupa a unas cincuenta indígenas destacadas en las comunidades cercanas al lago Titicaca de Perú y Bolivia.
EFE/Martín Alipaz

A lo largo de estos años las defensoras del Titicaca han promovido la limpieza de varias partes del lago y también realizan la medición de la calidad del agua para hacer reportes sobre su contaminación. Varias pertenecen a las localidades de Copacabana, Huatajata, Batallas y Desaguadero, en Bolivia; y Angora, Capachica y Coata, en Perú.

La boliviana Elizabeth Zenteno se unió este año a la red con la idea de aportar ideas frescas para la preservación del lago. Ella es ingeniera ambiental y le preocupa el futuro del Titicaca. “Son las mujeres las que principalmente sienten y sufren los cambios porque deben recorrer largos caminos para proveer a sus familias de agua”, explica.

Actualmente, las defensoras participan en mesas de trabajo junto a instancias del Gobierno y otras agrupaciones que se dedican a defender el Titicaca para proponer que el lago sagrado sea considerado como "un sujeto de derechos".

Efectos del cambio climático

Hace cuatro años, el lago Titicaca sufrió un fuerte fenómeno de eutrofización, cuando las abundantes y frecuentes lluvias arrastraron las aguas residuales de las ciudades aledañas. Ese caudal de contaminación junto a la intensa radiación solar provocó que el fitoplancton se multiplicara. Esa masa verde se descompuso, consumiendo el oxígeno en el fondo del agua y acabando con la vida de miles de aves, peces y anfibios únicos del lago.

Para prevenir fenómenos como este, ahora el lago cuenta con un observatorio permanente, ubicado en una de las zonas más frágiles de este ecosistema. Se trata de una plataforma fija que monitorea y alerta sobre la contaminación química, la acumulación de sedimentos y la degradación a partir de la entrada de miles de litros de aguas residuales al lago.


Con información de Agencia EFE

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