Los Kandozi siguen luchando por sobrevivir, a pesar del abandono. En los años cuarenta, después del horror del caucho, una epidemia arrasó con su población. Décadas más tarde, en los noventa, la hepatitis B volvió a ponerlos en riesgo de desaparecer. Entonces, las vacunas llegaron a tiempo y los salvaron. Hoy, enfrentan una nueva amenaza: la tos ferina ya ha cobrado la vida de nueve de sus niños y niñas. Los contagios siguen aumentando, sobre todo entre los más pequeños, y la vacunación cae cada año sin que el Estado haga algo real para revertirlo. Una vez más, los Kandozi quedan solos frente a una enfermedad que sí se puede prevenir.
Los Kandozi son uno de los siete pueblos originarios que habitan en la provincia de Datem del Marañón, en Loreto. Viven principalmente en la cuenca del río Pastaza, cerca de la frontera con Ecuador. Según el Ministerio de Cultura, son más de 4,800 personas.
Pero hoy son mucho más que un dato poblacional: son el pueblo indígena más golpeado por el brote más fuerte de tos ferina en los últimos 13 años, según la Organización Panamericana de la Salud. De los 971 casos registrados a nivel nacional hasta la fecha, 604 —más del 65%— se concentran en esta provincia. Y de las 16 muertes confirmadas, 12 ocurrieron allí. Nueve de ellas fueron niños y niñas Kandozi menores de once años.
El distrito de Pastaza, donde vive la mayoría de este pueblo, concentra 236 casos y esas nueve muertes. Es el lugar más golpeado por el brote. Y, como en los cuarenta y los noventa, vuelve la misma pregunta: ¿por qué nadie actuó a tiempo?
“Desde el mes de enero se escuchaba que había casos de tos ferina en varias comunidades del sector Rimachi”, explica Guillermo Sundi, enfermero y líder de la comunidad Musakarusha. Sundi también enfrentó la anterior amenaza, la hepatitis B, que golpeó más fuerte también en el sector Rimachi, y no solo conoce el territorio, la lengua y la cultura Kandozi, sino también dónde el abandono es peor.
“No tenemos servicios de agua y desagüe, servicio de luz no tenemos. Por ejemplo, yo trabajo en uno de los mejores establecimientos de salud [Musakarusha], y en estos momentos el establecimiento no tiene energía, no tiene agua”, señala Sundi, preguntándose cómo enfrentar a la tos ferina en esas condiciones.
Esta es una enfermedad altamente contagiosa. Lorena Dueñas, pediatra infectóloga, menciona que la causa una bacteria llamada bordetella pertussis y que al principio es como cualquier gripe que, al quinto o sexto día, se convierte en una tos convulsiva. En los niños puede ser mortal, ya que puede causar falta de oxígeno y derivar en una neumonía. “Una persona enferma es capaz de contagiar entre 12 y 14 personas más. Con la Covid-19 una persona enferma contagiaba solo a tres o cuatro personas”, menciona Dueñas.
En 2019, no se registró ninguna muerte por tos ferina en el Perú, según cifras del Ministerio de Salud; ahora, el brote parece incontrolable, especialmente en Loreto.
Ante este escenario, la vacunación es clave.
Sin embargo, esta ha caído para el distrito del Pastaza, donde viven los Kandozi; de llegar a una tasa de más de 95% en 2019 para menores de un año —el umbral de vacunación recomendado por la Organización Panamericana de la Salud (PAHO)— se ha reducido a sólo 51.57% en 2024. Y, lo que es más grave, según información a la que accedió Salud con lupa a través de la Ley de Transparencia, hasta mayo de 2025 sólo se vacunó con las tres dosis necesarias al 14.57% de los niños y niñas menores de un año en este distrito, la población más vulnerable.
Sin cadenas de frío ni atención constante
La Red de Salud Datem del Marañón agrupa a 67 establecimientos en los distintos niveles de atención dentro de esta provincia. Se encarga de velar por el buen funcionamiento de estos y de gestionar los recursos necesarios para que el acceso a la salud en la zona sea oportuno. Ello incluye la atención de los siete pueblos indígenas de Datem del Marañón en sus respectivos distritos; entre ellos, los Kandozi, en Pastaza.
Zoila Chi, miembro de la Unidad de Atención Integral de Salud de esta institución, reveló a Salud con lupa una situación bastante preocupante: casi un tercio de los establecimientos de salud a cargo de la Red, no tienen cadenas de frío.
“Tenemos 22 refrigeradores o cadenas de frío que están en mal estado, que necesitan reparación o necesitan reposición. Ya necesitamos una atención urgente en este tema, de poderse, una reposición en el Datem [del Marañón], porque estamos hablando más o menos entre 10 a 15 años que no han sido repuestas”, señaló para este medio la también enfermera.
Además, Chi explica que sin estas cadenas de frío —que sirven para la conservación de medicamentos y vacunas sensibles a las temperaturas normales y altas, en el caso de la selva— la vacunación peligra. “Para que tengas una vacuna adecuada para aplicar a una persona, a un niño, se debe mantener entre 2 a más 8 grados centígrados. Sin eso, no se puede garantizar la inmunidad o la protección de la persona”, señala.
De hecho, tres informes de Contraloría advirtieron de que esto estaba sucediendo en Pastaza, en septiembre de 2023. En el puesto de salud Musakarusha se halló que el establecimiento no contaba con alarma dual de temperatura y corriente, lo que genera riesgos en la conservación y almacenamiento de vacunas. En Puerto Requena, no había vacunas y no se contaba con refrigeradoras para su conservación. Y el puesto de salud Uwijint no tenía electricidad, agua ni desagüe.
A esta delicada situación se le suman otros problemas: falta de personal médico y recursos para que la atención y la vacunación en las comunidades indígenas en todo Datem del Marañón sea constante.
Zoila Chi explica que para atender la cuenca del río Morona, que cruza la provincia, se necesitan 20 días de recorrido para las brigadas médicas que llevan atención a cada zona. En este caso, menciona la enfermera, la cuenca tiene tres zonas: alta, media y baja. Recorrerlas equivaldría a 60 días, algo imposible en las actuales circunstancias. Chi, señala el por qué:
“Tenemos 21 zonas que cubrir. En toda la provincia son 21 zonas. Tendríamos que sacar pues 21 brigadas mensuales para que toda la provincia esté cubierta, pero no podemos. Sacamos entre ocho a 10 brigadas de forma mensual”, dice.
En consecuencia, cada zona es atendida por una brigada cada 3 o 4 meses, según la especialista. “Estamos hablando de cuatro intervenciones al año que podemos hacer, ¿por qué?, por la falta, obviamente, de logística. No tenemos más personal, no tenemos más chalupas, no tenemos más motores. Todos los meses saldrían en el Morona tres brigadas, uno al alto, uno al medio y uno al bajo. Eso quisiéramos en el buen caso, pero no podemos”, concluye.
Lorena Dueñas, pediatra infectóloga, menciona que la atención de la tos ferina es clave en los primeros cinco días de la enfermedad, y para ello se necesita atención médica constante, algo que, con brigadas que ingresan cada 3 o 4 meses a territorio Kandozi, es imposible de cumplir. Una demora que puede costar vidas.

Guillermo Sundi también es testigo de esta problemática. Señala que la falta de cadenas de frío, de motores y movilidad adecuada en la zona, hace necesario una declaratoria de emergencia sanitaria que aún no llega. Con esto, el enfermero y líder Kandozi, espera una pronta solución. “[La declaratoria de emergencia implicaría] la reposición de la cadena de frío; mayores recursos humanos, profesionales; y también mejorar la infraestructura de los establecimientos de salud que en estos momentos se encuentran en pésimas condiciones”, señala Sundi.
El Estado peruano, cuando el brote ya se ha desbordado, recién ha empezado a reaccionar. Este 9 de junio anunció que 17 brigadas especializadas se habían desplazado a seis distritos del Datem del Marañón, entre ellos, el Pastaza, donde viven mayormente los Kandozi. Tres días después, se informó de la aprobación de un presupuesto de 12.5 millones de soles para combatir la tos ferina.
Sin embargo, estas acciones son reactivas y vienen dadas bajo un alto grado de improvisación. Un reciente informe de Contraloría señala que, ante un posible brote de tos ferina, el Minsa elaboró su Plan Operativo Institucional 2025 sin metas específicas de inmunización y que las programadas en su Plan Estratégico Institucional 2025-2030, están por debajo del 95% recomendado por la PAHO.
Además, el documento advierte que las actuales cifras de la inmunización de la vacuna pentavalente —que contiene los antígenos contra la tos ferina y se aplica a los 2, 4 y 6 meses de edad, con dos refuerzos a los 18 meses y a los 4 años— se han elaborado con información desactualizada. Y que el Plan de Acción para la Promoción de las Inmunizaciones del Ministerio, no cuenta con un documento de aprobación.
Así, sin recursos y sin un plan, ¿cómo enfrentar el brote más severo de tos ferina en los últimos 13 años?

El daño de la desinformación
“Antes de la pandemia había una buena vacunación. Pero cuando ingresó la vacuna contra el coronavirus, hubo varios comentarios negativos”, refiere Guillermo Sundi, explicando que a partir de allí, el pueblo Kandozi empezó a resistirse a nuevas campañas de vacunación. Fatalmente, esto ha dado pie a que la tos ferina sea tan severa para ellos este año 2025.
Zoila Chi, de la Red de Salud Datem del Marañón, ahonda al respecto. La también enfermera comenta que la aceptación de las vacunas en el pueblo Kandozi era alta hasta la pandemia, debido al trabajo que se hizo con la epidemia de hepatitis B, que fue una grave amenaza para estas comunidades.
En aquel entonces, este brote se combatió también vacunando a los menores de un año con tres dosis completas. Para ello se incluyó a las comunidades. Las campañas realizadas por Unicef y el Minsa estuvieron enfocadas a generar acuerdos con los dirigentes indígenas, personal de salud y docentes, quienes discutieron de forma abierta la vacunación, llegando a la conclusión de que era algo positivo.
Esta decisión colectiva, la concertación y una campaña de cinco años de trabajo constante, salvaron a los Kandozi de desaparecer por la hepatitis B. Todo ese trabajo ha retrocedido por la desinformación generada en tiempos de pandemia sobre las vacunas.
“Con la aparición de la pandemia se vino abajo todo”, dice Zoila Chi. “Por muchas creencias y por información distorsionada de los medios de comunicación [esto fue así]. Una de ellas era que el gobierno quiere exterminar a los pueblos indígenas. Ese pensamiento negativo ha quedado marcado en las madres, en los padres de familia y es así que ya las demás vacunas regulares en el calendario de vacunación en el niño han sido rechazadas”, explica.
Además, Lorena Dueñas, pediatra infectóloga, precisa que la actual vacuna pentavalente que protege contra la tos ferina a niños menores de un año, suele causar fiebre, convulsión o inflamación en la zona de la aplicación. Motivo por el cual, al ser tres dosis la vacunación completa en los 2, 4 y 6 meses de edad, los padres optan por no llevar a sus hijos a la segunda y tercera aplicación.
Esto se condice con los hechos, de acuerdo con cifras de vacunación dadas por el Minsa a Salud con lupa, a través de la Ley de Transparencia, hasta mayo de 2025, de 151 niños menores de un año en Pastaza, de 81 que recibieron la primera dosis, a la tercera solo se vacunaron 22. A esto se le debe sumar la falta de brigadas, el deterioro de las cadenas de frío y la crisis de salud que vive la Amazonía en general.
Ante esta problemática, César Ramal, especialista y jefe del Departamento de Enfermedades Infecciosas y Tropicales del Hospital Regional de Loreto, sugiere cambiar la vacuna pentavalente —que forma parte de las vacunas del tipo “celular”— a otras que son del tipo “acelular” que generan menos efectos adversos.
“La acelular tiene los antígenos que son suficientes para combatir la enfermedad. ¿Qué ventajas importantes tiene? Tiene mucho menos efectos adversos que la [vacuna] celular. Ese es un punto central”, menciona Ramal. “Si el padre ve que hay una reacción adversa muy alta, no le van a quedar ganas de regresar a completar su esquema. Y eso lo hemos visto en las cifras. La primera asistencia es elevada, pero la segunda y la tercera pues son bien diferentes”, señala. Además, pone énfasis en la importancia de seguir aumentando las inmunizaciones, especialmente en niños y niñas menores de un año.
De hecho, el Minsa así lo recuerda en una nota de prensa publicada el 10 de junio, allí menciona que las 3 dosis contra esta enfermedad, antes del primer año de vida, son clave para evitar complicaciones y muertes.
Sin embargo, lo que no se dice es que ahora mismo, todo lo que no debería fallar, está fallando. Y que los Kandozi ya han pagado el precio con la muerte de 9 de sus niños y niñas.