El Servicio Nacional de Sanidad Agraria (Senasa) aprobó una resolución que impone un veto al uso de plaguicidas que contengan clorpirifos, un insecticida organofosforado cristalino que es ampliamente utilizado en cultivos de maíz, soya y trigo. Esta decisión surge meses después de que revelamos la presencia de este pesticida y su derivado clorpirifos-etil en excesivas cantidades residuales en muestras de cebollita china, apio y betarraga vendidos en cinco supermercados de Lima y Callao.
En el Perú, existen 83 plaguicidas registrados que contienen este ingrediente y las empresas que los comercializan tendrán un plazo de 12 meses para retirarlos del mercado. Por lo pronto, a partir de mañana, 13 de julio, solo estará prohibida la formulación, fabricación e importación de plaguicidas elaborados con clorpirifos, así como el registro de nuevos productos químicos que tengan esta sustancia. Mientras que los plaguicidas que ya estaban en camino a ingresar al país no tendrán esta restricción, de acuerdo a la Resolución Directoral N° 0032-2023.
Desde hace algunos años, diversos expertos han cuestionado que el Senasa postergue la prohibición de la venta de pesticidas con clorpirifos cuando en Argentina fue vetado en 2021 y al año siguiente en Chile. En Colombia, la Corte Constitucional ordenó en diciembre del 2022 que se suspenda de manera definitiva la comercialización de este plaguicida debido a los efectos adversos que causa en el desarrollo neurológico principalmente en mujeres embarazadas, niños y adolescentes.
Las consecuencias más estudiadas por exposición al clorpirifos son retrasos en las funciones cognitivas y motoras, déficit de atención y temblores.
La Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos también reguló el uso del clorpirifos debido a una orden judicial y ante la suficiente evidencia científica que hay sobre los daños cerebrales que ocasiona. De acuerdo a la organización no gubernamental Pesticide Action Network, el clorpirifos supone un riesgo elevado para los niños debido a que actúa bloqueando la acetilcolinesterasa, una enzima que facilita la comunicación entre las células nerviosas.
Daños a la salud humana y biodiversidad
Además de ser un compuesto sospechoso de causar alteraciones endocrinas, las investigaciones científicas señalan que la exposición temprana al clorpirifos, a través del consumo de frutas cultivadas con este insecticida o por el consumo de agua potable contaminada, pueden provocar problemas respiratorios y hasta disminución de la función pulmonar, según reseña la organización ambientalista Natural Resources Defense Council. Estas evidencias tuvieron mayor relevancia luego que la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) advirtiera en 2016 que los niños menores de 3 años en ese país estaban expuestos a niveles 140 veces mayores de los que se consideran seguros. Parte de estos motivos hicieron que la Unión Europea también lo vetara en 2020.
Este año, la Dirección General de Gestión Ambiental Agraria presentó al Senasa otros argumentos contra el clorpirifos que resultan igual de preocupantes que sus efectos a la salud humana. En su informe, menciona que es altamente tóxico para abejas, aves y peces y tiene una alta persistencia y movilidad en suelos, lo que permite que pueda contaminar aguas subterráneas y afectar a organismos que habitan en aguas profundas. Al ser altamente bioacumulable en peces, también podría afectar los tejidos comestibles y poner en riesgo la cadena alimenticia de las especies marinas, agrega esta entidad adscrita al Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego.
Asimismo, esta dirección señala que en los suelos agrícolas puede mantenerse activo en cantidades suficientes por varias semanas y aún años después de su aplicación, lo que aumenta el riesgo por exposición en aves, abejas y lombrices de tierra. Pese a estas evidencias, el clorpirifos lleva varias décadas siendo utilizado para la agricultura en muchos países, ya sea como una mezcla líquida o en forma de cápsulas. En el pasado, sirvió para controlar cucarachas, pulgas y termitas en casas y hasta como antipulgas para animales domésticos pero se limitó su uso a la agricultura a partir del 2001.
¿Qué empresas lo importan?
En Perú, la compañía española Agrolac obtuvo la autorización de Senasa para vender este insecticida bajo el nombre comercial Pirilac. Sin embargo, la lista oficial de agroquímicos que publicó hace unos meses el Senasa demuestra que 20 empresas peruanas y otras siete que provienen de países como China, India y Singapur importaron pesticidas con este compuesto químico.
El uso de clorpirifos en los cultivos peruanos ha sido tan extendido que durante el 2022 fue el segundo de un total de 70 plaguicidas que se encontró en excesivas concentraciones en un mayor número de muestras tomadas por Senasa en mercados y centros de producción agropecuaria de todo el país. El insecticida se halló, de acuerdo al informe, en dieciseis alimentos de origen vegetal, incluyendo el ají amarillo, lechuga, manzana, palta, pepinillo, quinoa, tomate y trigo.
Luis Gomero, presidente del Consorcio Agroecológico Peruano, señala que la batalla para lograr que el Senasa prohíba el insecticida clorpirifos empezó hace 15 años. “Recién los funcionarios se convencen de que estos agrotóxicos son una amenaza para todos. Pero todavía las empresas tendrán un año para deshacerse del stock que tienen. Es un avance pero toca seguir insistiendo para que otras moléculas con igual cuestionamiento global salgan del mercado”, afirma el ingeniero agrónomo.
Senasa asegura que pondrá en marcha un plan para retirar progresivamente todos los plaguicidas elaborados con esta sustancia. No obstante, son varios los especialistas que han advertido que la informalidad que existe en el mercado peruano favorece que las sustancias que están prohibidas, como el herbicida paraquat, sigan circulando en el país debido a que ingresan ilegalmente a través de Brasil o Ecuador.