Los expertos en salud mental saben desde hace tiempo que, aunque las mujeres tienen casi el doble de diagnósticos de depresión, los hombres tienen muchas más probabilidades de morir por suicidio, sobredosis de drogas y muertes relacionadas con el alcohol, a veces denominadas muertes por desesperación. Casi el 80 por ciento de los suicidios se producen entre hombres, y los varones mayores de 75 años junto con quienes trabajan en sectores tradicionalmente obreros, como la minería, la construcción y la agricultura, son los que presentan las tasas más elevadas.
A pesar de que el riesgo de muerte por enfermedad mental es mayor entre los hombres, las mujeres son más propensas a buscar ayuda. En 2020, el 15 por ciento de los hombres declararon haber recibido medicación psicotrópica o terapia en el último año, en comparación con el 26 por ciento de las mujeres.
Esta disparidad en la atención ha llevado a los expertos a buscar formas de llegar a más hombres, en particular a los que corren más riesgo y pueden ser reacios a hablar de su salud mental. Las investigaciones han revelado que los hombres que muestran estereotipos tradicionales de masculinidad, como el estoicismo y la autosuficiencia, son incluso menos propensos a pedir ayuda.
“Llamamos a algunos de ellos ‘hombres de doble riesgo’”, comentó Sally Spencer-Thomas, presidenta y cofundadora de United Suicide Survivors International. “Son hombres que tienen una serie de factores de riesgo y que además son los menos propensos a buscar ayuda”.
En respuesta a esa creciente crisis de salud mental, la Asociación Estadounidense de Psicología (APA, por su sigla en inglés) publicó en 2018 su primer conjunto de directrices para los profesionales que trabajan con hombres y niños.
“De manera clara, existe un reconocimiento cada vez mayor de que tenemos que replantear la atención de la salud mental y nuestro enfoque para abordar las necesidades de salud mental de los hombres”, escribió por correo electrónico Arthur Evans Jr., director ejecutivo de la APA. “Los primeros indicios son que, cuando hacemos esto, los hombres están dispuestos a atender sus desafíos de salud mental”. Por ejemplo, señaló, es útil replantear la terapia como una oportunidad para volverse fuerte o estar bien, en lugar de un tratamiento para una enfermedad mental.
Algunos terapeutas y campañas de salud pública han adoptado este enfoque y están utilizando otros mensajes no convencionales en un intento de atraer a hombres difíciles de alcanzar. Esto podría incluir el uso del humor o apoyarse en algunos estereotipos masculinos. (Por ejemplo: menos sentimientos, más analogías deportivas). Los expertos esperan que una vez que estos hombres estén en la puerta, se darán cuenta de que pedir ayuda e ir a terapia son una señal de fortaleza, no de debilidad.
Convencer a más hombres de tomar terapia
En el transcurso de dos años, Spencer-Thomas realizó entrevistas y grupos focales con hombres que habían sobrevivido a intentos de suicidio sobre lo que podría haberles ayudado durante su momento de mayor necesidad. Pronto se dio cuenta de que la comunicación habitual en torno a la salud mental desalentaba a los hombres con los que hablaba.
“Una de las cosas que dijeron fue: ‘¿Conoce ese mensaje que a los profesionales de la salud mental les gusta transmitir: “Si estás deprimido, busca ayuda”? No nos sirve para nada en ambos casos’”, relató Spencer-Thomas.
Por un lado, los hombres de doble riesgo que entrevistó no se consideraban mentalmente enfermos, por lo que el lenguaje sobre la depresión o la enfermedad mental no resonaba con ellos. En su lugar, señalaban que la fuente de sus problemas era un mundo abrumador: trabajos estresantes, preocupaciones económicas, conflictos con su pareja y preocupaciones por sus hijos.
El segundo problema era que estos hombres habían sido condicionados para ser los fuertes, un sostén para los demás. Así que la idea de buscar ayuda, sobre todo para su mente, era un concepto extraño y desalentador.
“No quiero decir que sea más difícil para los hombres, porque todo el mundo enfrenta sus propios problemas, pero creo que el estigma es que los hombres no necesitan ir a terapia”, afirmó Rafael Gómez Jr., de 22 años, que trabaja en una empresa de software de Los Ángeles. Gómez empezó a ir a terapia tras mudarse temporalmente de vuelta a casa durante la pandemia, algo que en un principio ocultó a sus padres.
A partir de los resultados de su investigación, Spencer-Thomas se asoció con el Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de Colorado y la agencia de “branding” Cactus en 2012 para desarrollar una campaña de salud pública, llamada Man Therapy, con la que esperaban atraer a los hombres que se identifican con conceptos más tradicionales de masculinidad.
Man Therapy, a pesar de su nombre, no pretende sustituir la atención formal de salud mental. Es un sitio web diseñado para educar, reducir el estigma y animar a los hombres a buscar ayuda en tiempos de crisis. Además de proporcionar enlaces a la Línea Nacional de Ayuda en Casos de Crisis y Suicidio y una herramienta para encontrar terapeutas, el sitio web también ofrece un cuestionario para ayudar a los hombres a evaluar su estado mental y consejos de autoayuda.
Estos recursos son bastante habituales en los sitios web de salud mental; lo que hace único a Man Therapy es su tono, que utiliza el humor y los estereotipos masculinos para atraer a los hombres. Los eslóganes que salpican la página de inicio incluyen: “No pasa nada si lloras, aunque no sea por un deporte” y “Los sentimientos no son solo para los jipis”. Un terapeuta ficticio con bigote, Rich Mahogany, muy parecido al personaje de “Parks and Recreation” Ron Swanson, guía a los usuarios por el sitio.
Convencerlos de que sigan
Muchos hombres acuden a terapia por voluntad propia y de manera abierta. No obstante, para quienes se resisten a la idea, llevarlos al consultorio de un profesional es solo la mitad de la batalla. Convencerlos de que hablen puede ser otro reto.
John D’Agostini, de 38 años, que dirige un programa de liderazgo para jóvenes cerca de Minneapolis, intentó acudir a varios terapeutas a lo largo de sus veintitantos años y principios de los treinta, pero las sesiones le resultaban muy difíciles. “No tenía nada que ver con ellos, era yo”, narró. “No tenía las habilidades ni la humildad”.
Ese tipo de resistencia puede ser más común entre los hombres, aseguró Mitch Abrams, un psicólogo especializado en el manejo de la ira que trata a pacientes en Nueva York y Nueva Jersey. “Vienen y dicen: ‘Solo estoy aquí porque me lo dijo mi mujer’”.
Para animar a estos hombres a comprometerse con el proceso, Abrams intenta ayudarles a ver que, aunque otra persona les haya recomendado inicialmente la terapia, ellos no estarían en su consultorio si no hubieran tomado la decisión de estarlo. “Hay muchos hombres que saben que quieren estar ahí, pero no sienten que pueden decirlo porque su orgullo se interpone”, afirmó.
Finalmente, D’Agostini logró avances cuando encontró un terapeuta con el que sentía que podía abrirse. “No sentía que tuviera que guardar las apariencias”, comentó. “Podía soltarme, y ser realmente sincero y vulnerable con otro ser humano”.
2022 The New York Times Company