–¿Cómo está Ernesto*?-, pregunta el doctor Oviedo mientras entra al pabellón. Está visitando a uno de los pacientes que se está recuperando luego de haber salido de la Unidad de Cuidados Intensivos. Ernesto* se ve delgado. Tiene las mejillas hundidas. Cuando ve al doctor, sus ojos se abren grandes. Parece confundido. Tiene a su hermana al lado, quien también se contagió, pero fue asintomática. Está rodeado por máquinas que monitorean sus signos vitales, por tubos conectados a su cuerpo y por una careta que le ayuda a respirar. Su voz se oye débil. Casi no se entiende lo que dice.
“Los pacientes todavía no pueden hablar mucho, porque a duras penas pueden respirar”, asegura el doctor Oviedo. “El impacto psiquiátrico en los pacientes que se han contagiado por covid-19, sobre todo los que han tenido complicaciones, es muy fuerte. Se sienten muy reducidos. Eso, por supuesto, los altera. De ahí la urgencia de hacerles un acompañamiento constante desde la psiquiatría en esta transición”, dice.
Entre más detalles se conocen sobre los efectos del covid-19 en nuestros cuerpos, más sabemos que es una enfermedad que afecta múltiples aspectos. En medio de este proceso, la salud mental ha empezado a jugar un papel determinante en la enfermedad, pues tanto como el cuerpo, la mente se ve profundamente afectada por el virus. Justamente por esto, los hospitales alrededor del mundo han empezado a crear protocolos que permitan hacer un acompañamiento psiquiátrico a los pacientes y a su personal médico y de salubridad. En Colombia, ante el incremento de contagios, este protocolo se ha implementado con más fuerza en algunas clínicas, principalmente en las ciudades más grandes del país.
El doctor Gabriel Oviedo ha sido quien ha coordinado este acompañamiento en una de las clínicas más grandes de Bogotá, cuyo nombre reservaremos para proteger su privacidad.
–¿Se acuerda de qué día es hoy?-, pregunta el doctor.
–Creo que es 19 de agosto-, responde Ernesto*, después de pensar por unos segundos.
Apenas puede moverse. Tiene la mirada clavada al frente, mientras el doctor termina de hacerle algunas preguntas rutinarias que pueden confirmar qué tan consciente está de su alrededor: qué año es, por qué llegó al hospital, en qué piso está, quién es la mujer que lo está acompañando, cuál es su nombre completo.
Ernesto* se contagió de covid-19 y su condición se agravó tanto que terminó en una UCI, como el 15 por ciento de las personas que se contagian de coronavirus. Afortunadamente, se recuperó. Sin embargo, por el impacto tan fuerte que tuvo su cuerpo, con tantos órganos fallando a la vez por causa del virus, su cerebro entró en un estado que en psiquiatría se conoce como Delirium.
El Delirium es un síntoma común en edades más avanzadas, cuando se desarrolla demencia y ésta empieza a hacer daños a nivel cognitivo. Sin embargo, Ernesto* no supera los 40 años. Es común, también, como síntoma de abstinencia al consumo de sustancias adictivas, como el alcohol. Sin embargo, Ernesto* no llegó a la clínica por ningún síndrome de abstinencia. El Delirium de él ocurrió por lo que su cerebro sintió como un choque que se crea por la suma del virus y el tratamiento.
Empieza a manifestarse de distintas maneras: puede llegar como un estado fuerte de confusión, de sorpresa, puede que quien lo sufra no entienda qué está pasando a su alrededor y que incluso lo lleve a perder contacto con la realidad, lo que causa alucinaciones. Todo esto puede derivar en comportamientos agresivos o alterados con las personas que lo rodean.
El otro extremo puede ser el de sufrir un cuadro depresivo profundo, que lleve a la apatía, a tener problemas de sueño y al desinterés. Este cuadro se puede ver agudizado por todas las implicaciones que acarrea llegar a una UCI: los medicamentos, usualmente sedativos; las máquinas, el monitoreo constante, la pérdida de la temporalidad y, sobre todo, el aislamiento.
De acuerdo con un estudio publicado por The Lancet Psychiatry, que mide el impacto psicológico y neuronal de los pacientes contagiados por covid-19, de 125 personas con el virus, 39 presentaron un estado mental alterado. El estudio, que se adelantó con pacientes en el Reino Unido, señala que de estos 39 pacientes, 23 presentaron síntomas que se podrían clasificar como desórdenes psiquiátricos o neuropsiquiátricos. Para 21 de ellos, esta era la primera vez en sus vidas que sufrían estos síntomas de alteraciones mentales. Los síntomas incluyeron episodios psicóticos (43% de los pacientes), síndrome neurocognitivo similar a la demencia (26%) y desórdenes afectivos (17%).
“Nosotros empezamos a implementar este manejo psicológico y psiquiátrico porque ya sabíamos que, por la experiencia de otros países, lo que se venía iba a ser una ola de enfermedad mental. Yo quedé encargado del área de Urgencias y de la UCI, entonces he podido ver en primera línea lo que esto implica”, asegura el doctor Oviedo.
Desde que inició la pandemia sabían que con el pico llegarían los momentos más graves. Por ello, el doctor consideró esencial empezar a preparar un protocolo para atender a los pacientes, a través de psicoterapia, primeros auxilios psiquiátricos y manejo de fármacos, en los casos más complejos. Han logrado instaurar un proceso de consulta y acompañamiento de varias sesiones a la semana: usualmente, dos de ellas se hacen de manera remota, a través de una tablet, y una sesión presencial, de la que se encarga el doctor Oviedo, para poder analizar señales en el paciente que no alcanzan a percibirse remotamente.
A nivel global se ha entendido el progreso que tendrá la pandemia en cuatro olas. La primera de ellas, y la más aguda, será la de contagios y muertes por Covid-19. Luego vendrá una segunda ola que implicará a los pacientes que dejaron de ser atendidos por no ser covid-19, pero que sí tienen otras condiciones graves como enfermedades coronarias.
Una tercera ola llegará para los pacientes con condiciones crónicas no relacionadas con el covid-19, principalmente personas de edades avanzadas, que vieron sus tratamientos interrumpidos, o desabastecimiento en los medicamentos que necesitan. Estas tres olas, sin embargo, tendrán picos agudos que se evaporarán más rápido en el tiempo.
La ola que preocupa al doctor Oviedo, y a los profesionales de la salud mental, es la ola de alteraciones emocionales y trauma, alimentada por problemas económicos y desgaste físico, que se puede extender mucho más y que puede dejar marcas profundas en toda la sociedad.
“Si algo bueno nos dejó la pandemia es que por fin pudimos tener una conversación en la que la salud mental está siendo relevante”
La experiencia de pandemias previas, como la del SARS o la del MERS, han mostrado que, en el tiempo posterior a haber sido controladas, las afectaciones a la salud mental permanecían. Síntomas de depresión, ansiedad, manías, psicosis, sueño alterado, memoria reducida, irritabilidad, fatiga y síndrome postraumático son comunes a quienes se recuperaron de la enfermedad, sobre todo en aquellos que tuvieron que llegar a una intervención por Unidad de Cuidados Intensivos. De acuerdo con otro estudio, publicado también por The Lancet Psychiatry, el uso de determinado tipo de medicamentos, sobre todo aquellos con esteroides, causan un mayor riesgo a los pacientes de presentar este tipo de alteraciones en la salud mental. Posterior a la recuperación de la enfermedad, es importante hacer un acompañamiento a quienes sufrieron los síntomas, pues son personas que viven un riesgo muy elevado de llegar al suicidio.
“Parte de lo que más me ha impactado ha sido ver la muerte tan cerca. Cuando un paciente entra a UCI, sus posibilidades de supervivencia son apenas del 20 por ciento. Eso, por supuesto, crea un impacto muy doloroso, que además muchas veces termina viéndose reflejado en la salud mental del personal de salud. Por eso, decidimos extender este tratamiento a ellos, también”, dice el doctor Oviedo.
En su clínica, han creado líneas y grupos de apoyo con las que buscan apoyar al personal médico para evitar el burnout: una condición que viene con la sobrecarga laboral y que lleva a desarrollar apatía, cansancio extremo y pérdida de la esperanza, lo que a su vez aumenta la posibilidad de cuadros depresivos. Aún así, se muestra esperanzado:
“Si algo bueno nos dejó la pandemia es que por fin pudimos tener una conversación en la que la salud mental está siendo relevante”, dice.
Para el doctor, este episodio ha permitido quitar estigmas que usualmente recaen sobre las personas que requieren un tratamiento para su salud mental: “por eso, ahora que por fin entendemos la relevancia, es importante asegurar la universalización del acceso a los profesionales de la salud mental, porque este proceso de atención afortunadamente lo tenemos en mi hospital, pero sabemos muy bien que no ocurre en otros lugares y allí vidas de pacientes y vidas del personal de salud pueden estar en mucho mayor riesgo”, dice.
Para muchos pacientes de covid-19 que terminan en las unidades de cuidado intensivo de hospitales, las secuelas del virus quedarán en sus cuerpos de por vida. Lo mismo ocurrirá, según el doctor Oviedo, con los efectos en su salud mental: desordenes postraumáticos, ansiedad, depresión y fobia a los procesos médicos serán algunas de las cosas que seguramente pacientes como Ernesto* tendrán que enfrentar. Por ahora, sin embargo, Ernesto* parece estarse recuperando bien. Su progreso ha sido positivo. Y en este punto no queda más que esperar.
*Nombre modificado para proteger su identidad.
Esta nota fue originalmente publicada en el medio Cerosetenta, de Colombia, y es republicada como parte de la Red De Periodismo Humano.