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El orgullo de vestir un uniforme de enfermera

Después de ser agredida, la enfermera quirúrgica de un hospital en Yucatán, Ligia Kantun, ha descubierto también el apoyo, cariño y reconocimiento por su labor en el frente de batalla.

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Ligia Kantún tiene 59 años. Es enfermera quirúrgica de Urgencias del Hospital General No.46 del IMSS en Umán, Yucatán.

Por cuarenta años he vestido con orgullo mi uniforme de enfermera, pero ahora en la pandemia me da miedo usarlo al caminar en la calle. A principios de abril salí del hospital en la mañana tras acabar mi turno. Por lo general, subo a mi auto y regreso a casa, pero esta vez decidí comprar una botella de agua. No había tomado ni una gota de líquido en toda la noche. Bajé del auto y caminé hacia la tienda cuando de pronto algo me quemó la espalda. Al voltear, vi que un carro negro se alejaba a toda velocidad mientras el conductor gritaba: “¡Infectada!”. El hombre me había arrojado café caliente. Yo vestía mi uniforme blanco de enfermera y lo único que hice fue despegarme la ropa para no quemarme la piel. Volví a mi auto, me senté y comencé a llorar.

En ese momento no entendí por qué me trataban así si yo todos los días arriesgo mi vida por ellos. Me asusté pero luego empecé a sentir coraje. Muchos no saben que nuestro uniforme blanco no es el mismo que usamos en el trabajo. No saben que lo portamos en la calle por el honor de pertenecer a la institución médica. No saben que en estos tiempos tan difíciles ser enfermera es una enorme satisfacción. A partir de ese incidente, los funcionarios del sector de Salud decidieron que médicos y enfermeras no usen más sus uniformes. Yo sí lo porto porque me hace sentir orgullosa, pero ahora procuro no caminar así por la calle.

Mi hija denunció el hecho en las redes sociales y de inmediato recibí el apoyo de mucha gente, así como de mis jefes y compañeros. Una vecina me regaló frutas rellenas, un señor me envió un paquete de cubrebocas N95 y otra persona me mandó un desayuno a la casa. Estas muestras de cariño me reanimaron y me hicieron comprender que a veces la gente solo actúa porque tiene miedo. Esta enfermedad desconocida nos ha cambiado a todos. Yo viví la epidemia del cólera y de la Influenza hace una década, pero no se compara con la emergencia que tenemos ahora con la COVID-19. Incluso el mismo personal de salud a veces se deja ganar por el estrés. Algunos llegan de mal humor al hospital porque saben que no podrán salir ni a tomar agua hasta terminar su turno.

Por desgracia, yo no fui la única que sufrió una agresión, con los días actos similares se repitieron en todo el país. A raíz de esto, el gobierno de Yucatán creó la Ruta de la Salud, una línea de transporte público que recoge al personal médico de los hospitales por la mañana, tarde y noche. Para mí siempre ha sido un placer trabajar como enfermera. Si volvería a nacer, elegiría exactamente lo mismo. Pero es cierto que en este contexto algunos actos de agradecimiento nos motivan aún más. Un artista pintó un enorme mural en la avenida principal de Mérida en honor a quienes estamos al frente de la batalla. Cada vez que lo veo, siento que mi trabajo es reconocido y eso me mantiene con el espíritu en alto.

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