Llevo más de tres décadas trabajando como recolector de basura y sé bien que lo que hago es importante: somos nosotros quienes dejamos limpias las calles para que la gente tenga una linda fachada y se sienta a gusto en su barrio. Para eso me levanto todos los días a las 5.30 de la mañana y a las 6.30 ya estoy arriba del camión, con mascarilla y guantes. El año pasado estuvimos en paro cuatro días y se acumularon toneladas de desechos en las veredas; pero es recién ahora– con esta enfermedad tan contagiosa– que la mayoría de la gente empezó a entender el valor de nuestro trabajo. Antes nos miraban como un trabajador cualquiera, pero ahora valoran la limpieza y saben que somos fundamentales en su calidad de vida y para el medio ambiente. También se preocupan más por nuestra salud, incluso nos regalan mascarillas. Los vecinos se han portado bien, le echan cloro a las bolsas y las dejan amarradas. Los almaceneros tomaron conciencia de lo que ellos tienen que hacer. Ahora dejan ordenados los cartones y sacan la basura cuando el chofer toca la campanita avisando que viene el camión; no como antes, que la sacaban en la noche y cuando llegábamos estaba todo desparramado porque los perros rompían las bolsas.
Aunque ando en la calle tocando las cosas, no imaginé que me podía enfermar, porque tomo todas las precauciones. Cuando llego a mi casa lo primero que hago es dejar la ropa del trabajo en un tarro con agua y me lavo bien las manos antes de entrar; hasta tengo una toallita con cloro para limpiar los zapatos, porque ahí vivimos seis personas. Pero igual, un día lunes me sentí enfermo. Esos días son los peores: se acumula más basura del fin de semana y tenemos que cargar como veinte toneladas de desechos. Al otro día no fui a trabajar porque me dolía todo el cuerpo. Me asusté mucho, dije “esto es COVID-19”. Tengo 61 años, he vivido tantas cosas, pero esa sensación no la voy a olvidar nunca.
Gracias a Dios me hice la prueba y salí negativo, aunque llevo trece días hospitalizado por neumonía. Ahora que la gente no me ha visto, le han preguntado a mis compañeros Oiga, y al caballero qué le pasó, mándele muchos saludos. Se preocupan tanto que hasta me llaman por teléfono. Yo llevo más de diez años en ese sector y, cuando va corriendo el tiempo, uno pasa a ser conocido de la gente. Ahora estoy concentrado en mejorarme. Me quiero ir sano de la clínica para estar con mi familia, ya que las visitas acá están prohibidas, y después volver a trabajar como lo hacía antes. O por lo menos, hasta que me dé el cuerpo.