Me encuentro a treinta y cuatro horas en bus de mi casa en Lima. El año pasado postulé a una plaza para cumplir mi SERUMS en una zona alejada. Con dos años fuera de la universidad, había decidido que si iba a realizar el Servicio Rural y Urbano Marginal en Salud (SERUM), lo haría en un sitio con una realidad verdaderamente distinta a la mía. Imaginé atender pacientes en construcciones rudimentarias, contar con poca medicina y un número reducido de colegas. Imaginé la precariedad en la que tendría que trabajar pero ni mis pensamientos más pesimistas se comparan con lo que encontré. Cuando llegué a Cusco me di cuenta que mis desafíos no se limitarían a un hospital o centro de salud. Me lleno de frustración al recibir mujeres maltratadas por sus parejas y niños con anemia o desnutrición crónica. En este lugar, las historias médicas contienen mucho más que problemas de salud.
Al inicio fue muy difícil adaptarme a un sitio tan complejo sin mi familia ni amigos. Ahora a eso se le suma el estado de emergencia en que nos encontramos. A mis veinticinco años, jamás pensé enfrentar una pandemia. Sin embargo, yo no desisto. Agradezco estar lista y en pie de lucha al lado de mis colegas. Sé que es una experiencia dura pero valiosa. Cuando elegí ser enfermera, sabía lo que asumía. Comprendía que mis decisiones pueden cambiar una vida y que cada uno de mis pacientes impactaría en la mía. Esta crisis sanitaria está demostrando que el sistema de salud nacional no puede mantener la precariedad en la que está sumido. En la práctica, los profesionales de la salud del país debemos encargarnos de demasiadas funciones. Sin suficientes ambulancias ni insumos médicos, acabamos haciendo malabares para atender a nuestros pacientes.
El último domingo, el Día de la Madre, me llenó de nostalgia. Es el segundo año que lo paso lejos de mi mamá. Tenía planes para viajar a Lima pero evidentemente no se pudo. Sé que estoy donde tengo que estar. Espero que todos los días, las personas sepamos reconocer el trabajo inmenso de las doctoras, enfermeras, biólogas, señoras de limpieza y tantas otras que hoy nos sostienen en esta pandemia.