Es muy difícil dar ánimo y consolar a otros cuando cumples el distanciamiento social que exige esta pandemia. En nuestro hospital la política es exponer a los doctores lo menos posible porque hay que cuidar el recurso humano: si se enferma el personal de salud, ¿quién cuida a los pacientes? Desde hace unos días, nosotros estamos aplicando la metodología espejo: el personal de salud se divide en dos. El primer grupo entra al área de hospitalización Covid a atender a los pacientes y, simultáneamente, va dictando por teléfono al segundo grupo, que está en el área no Covid, el reporte de lo que necesitan. Los que no tienen contacto con los pacientes Covid se encargan de la parte burocrática: escribir recetas, buscar interconsultas, entre otras cosas. El objetivo es exponer a los doctores lo menos posible al virus y hacer las visitas a los pacientes en tiempo récord.
Todo ha cambiado muy rápido. Abril es totalmente distinto a lo que vivimos en Marzo. El trabajo, en todo sentido, es más pesado. Usamos un Equipo de Protección Personal (EPP) que nunca antes hemos usado al 100%. El traje te encierra por completo. Transpiras todo el día y tenemos que gritar porque no escuchamos bien a nuestros compañeros. Tengo colegas que sufren de claustrofobia. Tomamos poca o nada de agua durante la guardia para evitar usar los servicios higiénicos. Si necesitamos pasar a un área no destinada a pacientes COVID-19, tenemos que ducharnos primero. El virus avanza rápido pero nosotros no podemos hacerlo. En el hospital no tenemos el doble de nada. Solo tenemos un tomógrafo. Si hacemos una imagen a un paciente COVID-19, se tiene que hacer un proceso de desinfección a la máquina antes de volver a usarla. La realidad sería otra si tuviésemos equipo exclusivo para enfrentar este nuevo coronavirus.
No poder acercarme a mis pacientes ni a sus familiares también afecta mi práctica médica. Normalmente uno puede tocar el hombro de su paciente para darle ánimo y te paras a menos de medio metro de él para mantener el contacto visual. Imagina el miedo que sienten al vernos con estos trajes especiales. Es algo que preocuparía a cualquiera. Además, la mayoría no cuenta con celulares para hablar con sus seres queridos ni reciben visitas. Ahora nuestros informes a las familias solo se hacen por teléfono. Ellos son casos sospechosos al ser tan cercanos a un caso positivo. Quizás lo más angustioso sea no poder responder a mis pacientes cuando me preguntan si se van a curar. He estudiado tantos años para informar y tranquilizar a las personas bajo mi atención y ahora llega esta nueva enfermedad. Yo no los puedo engañar, aún hay mucho que no sabemos.