Semanas antes de que aparezca el caso cero en nuestro país, yo ya buscaba videos en Internet sobre el coronavirus. Tengo un amigo que vive en China y él me contaba lo que estaban atravesando. Cuando me enteré del hospital que construyeron en días en Wuhan y las convocatorias masivas al personal de salud, empecé a prepararme. Veía videos en Youtube sobre cómo utilizar el Equipo de Protección Personal (EPP) y las maneras más seguras de interactuar con pacientes Covid. Compartía las recomendaciones de mi amigo con mis colegas en el hospital. Creo que en el fondo no nos convencíamos de que eso podía pasar aquí. Admirábamos la valentía y entrega del personal de salud chino sin darnos cuenta de que pronto se necesitaría lo mismo de nosotros. A veces me preguntaba qué pasaría con el Perú si este virus llegaba hasta aquí. Ahora lo estamos viendo.
Es cierto que hay miles de irregularidades en el sistema de salud y que los profesionales no debemos callar. Nuestras vidas y las de nuestros pacientes dependen de que se resuelvan esos problemas. Sin embargo, en la prensa a veces solo veo reclamos y denuncias. En esta pandemia hay más que eso. Ahora en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Rebagliati, la que está destinada solo a casos Covid, ya tenemos pacientes a los que se les da de alta. Hace unos días en el área de respiración mecánica extubamos a dos personas. Otras dos estaban sin sedación, cada vez más listos para dejar los ventiladores. Incluso uno de los pacientes levantó su mano y nos saludaba desde su cama. Ese gesto me llenó de esperanza. Cuando ves a quienes cuidas pasar tantos días con fiebre, sedados e inestables puedes llegar a pensar que sus cuerpos ya no van a luchar. Ver a ese paciente con el ánimo para saludarnos me recordó que vale la pena continuar.