En primera línea

Mientras te espero

Milena Calderón es enfermera. Su esposo, doctor. El 15 de abril, él ingresó a la Unidad de Cuidados Intensivos del Policlínico Alberto Barton Thompson en el Callao. Es paciente Covid. Desde ese día, su esposa mantiene su propia lucha por salvarle la vida.

Esposa de médico

Mi esposo es médico general, epidemiólogo de especialidad, y trabaja en el Hospital Rezola de Cañete. Tiene más de veinte años ejerciendo su profesión. Yo soy enfermera y, aunque no trabajo a su lado, sé que es un doctor muy generoso y sensible. No son pocas las veces que ha llegado con fruta a la casa: sus pacientes le regalan uvas, manzanas y naranjas para darle las gracias. Sobre todo en estos últimos días, desde que está en Cuidados Intensivos por Covid-19, he notado cuánto lo quieren. Mi celular recibe muchos mensajes de familiares, colegas y pacientes preguntando por él. Incluso el otro día participamos en una misa virtual porque una amiga en Cusco le pidió al sacerdote que ore por su salud. Si mi esposo está luchando a diario en el hospital, los que lo amamos también tenemos que luchar por él.

Mi esposo es uno de los más de doscientos doctores peruanos infectados por el nuevo coronavirus. Jamás olvidaré la mañana de su hospitalización. Ambos fuimos al Policlínico Alberto Barton Thompson porque sus fiebres no cedían. En vigilancia me preguntaron quién era el paciente. Yo lo señalé y, de inmediato, enseñé mi carnet de enfermera. Tenía la esperanza de que me dejaran entrar con él. Me dijeron que era imposible. Mientras él cruzaba el ingreso, en cuestión de diez segundos, comprendí cuán devastadora es esta enfermedad. Es un virus que te obliga a enfrentar la posibilidad de no volver a ver a tu ser querido. No hay visita diaria ni semanal. Tu paciente ingresa y, si las cosas salen bien, lo tendrás de nuevo contigo. En caso contrario, ya sabes donde lo vas a encontrar. Me quedé parada como una hora observándolo sentado al otro lado de la vigilancia. Me fui cuando él me mandó un mensaje al celular pidiéndome que regrese a la casa a cocinar el almuerzo para nuestra hija.

Desde esa mañana duermo pocas horas al día y me obligo a comer para seguir en pie. En nuestra familia hay varios doctores y todos estamos muy atentos a la evolución de mi esposo. El 16 de abril recibimos el informe telefónico del hospital y nos dijeron que sus niveles de ferritina estaban por encima de 2000 ng/ml cuando el promedio es 300. Ese y otros datos que logramos entender porque también somos profesionales de la salud, nos revelaron que él estaba en una fase inflamatoria y no de sobre-infección bacteriana. Desde que ingresó al hospital, solo ha recibido terapia antibiótica y anticoagulante con medicamentos como hidroxicloroquina, cloroquina y azitromicina. Entonces empezamos a armar un expediente para pedir a una junta de médicos que consideren la posibilidad de ampliar las opciones de su tratamiento. Hemos reunido siete ensayos clínicos de países como España e Italia sobre la aplicación de otras medicinas que pueden ayudar en caso de inflamación. Colegas de esos países nos informaron sobre el tocilizumab, un medicamento que podría usarse en terapia de rescate. Nosotros lo hemos comprado. Nos ha costado poco más de tres mil soles y está en custodia del laboratorio farmacológico. Solo falta la autorización para usarlo.

Soy muy consciente de que los doctores de cabecera de mi esposo son los más adecuados para indicar su tratamiento. También de que el Ministerio de Salud está haciendo miles de esfuerzos. Solo pido que las formalidades sean más flexibles ante una enfermedad que evoluciona tan rápido. Sería muy útil que el Protocolo de Manejo de Covid-19 se amplíe para que considere más opciones de tratamientos y se aprovechen mejor estas terapias emergentes. A una situación tan dramática como esta hay que enfrentarla con todas las armas al alcance.

Estos días, mi esposo se encuentra estable. Aún en la Unidad de Cuidados Intensivos, sedado y con ventilador mecánico pero al menos la enfermedad avanza lento dentro de él. Eso podemos usarlo a nuestro favor con la atención médica adecuada. Mi hija y yo tratamos de afrontar un día a la vez, aunque a veces me sorprendo pensando en cómo será tenerlo de vuelta. Estoy organizando la casa para que tenga la comodidad necesaria. Sé que habrá bajado unos 10 o 15 kilos por el tratamiento. Le daremos toda la atención que se merece. La pandemia está obligando a miles de pacientes a atravesar un momento trágico sin sus seres queridos al lado. Solo cuando pase comprenderemos el dolor que nos ha causado. Cuando mi esposo vuelva, somos tantos los que tenemos cariño para darle. Hasta Pionona, su gata engreída, lo está esperando. No se mueve de su cama desde que se marchó. Ahora parte de mi rutina diaria es acariciarla cuando maúlla y repetirle, una y otra vez, que esté tranquila, que ya va a regresar.

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