En primera línea

Una advertencia a futuro

Un médico internista del Hospital Luis Negreiros Vega describe los malabares que tienen que hacer para tratar de contener a un virus tan veloz como el SARS-CoV-2 en un país con tanta burocracia como el nuestro.

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Los doctores somos los soldados en esta batalla. Nuestra lucha diaria continúa mientras los funcionarios y administrativos siguen tomando decisiones. La burocracia es muy lenta: recién hemos conseguido unos diez ventiladores extras. El mayor problema es que el nuevo coronavirus apareció y el hospital no estaba listo para enfrentarlo. El área que hemos adaptado para los casos más graves de COVID-19 es sofocante. Los pacientes están hacinados. Si es un espacio para cuatro personas, tenemos ocho. Además hace mucho calor porque está todo cerrado y sin los sistemas de ventilación adecuados para evitar la propagación del virus. Hace unos días una enfermera se descompensó porque se mareó dentro del traje especial que ahora tiene que usar. Ese que parece de astronauta.

La indicación que más nos ha molestado de nuestros superiores hasta ahora fue la de “cuidar nuestra mascarilla y hacerla durar 15 días”. En realidad, estas mascarillas deberían usarse para una sola guardia. Cuando las recibimos, firmamos por ellas. En el hospital nos dan equipo de bioseguridad. No es que falte pero tampoco sobra. Por eso, el personal de salud toma sus propias medidas. Compramos nuestros lentes, protectores faciales y más mascarillas por Mercado Libre o mediante el contacto de algún colega. Con el equipo de protección adecuado, nosotros podemos regresar a casa con la tranquilidad de que el riesgo de contagio ha sido mínimo.

Todos los días se forman colas en el hospital de treinta o cuarenta personas para revisión respiratoria. Si tenemos un solo doctor atendiendo, por más veloces que queramos ser, necesitamos un mínimo de cinco minutos por paciente. Eso quiere decir que el último de la fila tendrá que esperar al menos dos horas. Nos faltan manos en estos momentos y no hay voluntarios a la vista. La aparición del nuevo virus nos ha obligado a enfrentar problemas que en el Perú arrastrábamos desde hace tanto tiempo. Ojalá de ahora en adelante se invierta más en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI). Lo que tenemos hoy son espacios adaptados pero un ventilador al lado de una cama no es una verdadera UCI. Si utilizamos la experiencia actual como una advertencia podríamos estar mejor preparados en el futuro. La enfermedad COVID-19 no será la última pandemia que afectará al país.

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