Perfiles para conocer a los que nos dejaron en la pandemia

El humor negro de la coleccionista de aretes

Virginia Orellana tenía la capacidad de convertir cualquier situación en un momento hilarante. Por muy serias que fuesen las circunstancias, echaba a volar su creatividad y siempre encontraba algo desconcertante que decir. Era un humor ágil, a veces negro, capaz de sorprender e incluso inquietar a quienes no la conocían. “Yo no la conozco”, decía entre risas Lorenzo, su esposo, tratando de distanciarse a veces de sus chistes. Este humor era su forma de sobrellevar o aligerar los momentos difíciles. Como cuando le diagnosticaron cáncer en 2014 y decía “No tengo un pelo de tonta”, luego de perder el cabello por las quimioterapias.

Siempre que tenía algo en mente lo hacía e impulsaba a los demás a hacer lo mismo. Jamás le preocupó lo que el resto pensara de ella. Su hijo y su nuera la recuerdan así cuando los visitó en Puerto Natales, al extremo sur de Chile. La última noche comenzó a nevar y Virginia agarró una bufanda y salió a recibir la nieve saltando y con los brazos abiertos, olvidándose de sus bajas defensas y de la silla de ruedas en la que se movía. “Nos sorprendió su agilidad, pero a nadie le extrañó su forma de actuar. Ella hacía esas locuras”, recuerda su hijo Nicolás.

El pudor se lo reservaba para la hora de vestirse, lo cual hacía con tiempo y decoro. Verse bien era primordial y siempre se preocupaba de que todo combinara. Los aretes eran los elementos más importantes. “Sin ellos se sentía desnuda”, recuerda su marido. Virginia llegó a tener más de cien pares, cada uno seleccionado cuidadosamente en las ferias artesanales de todo Chile y hechos de los materiales más extraños: vidrio, árbol milenario, cuescos de fruta y hasta cuero de pescado. Así como el humor, los aretes la acompañaron hasta los últimos días. Ella misma decidió con cuáles irse: unos de oro en forma de pingüino que su hijo y su nuera le regalaron. A ellos les llamaba pingüinitos.

Nicolás Soto recuerda a su madre

Autora: Catalina del Valle / Editores: Paulette Desormeaux y Juan Francisco Ugarte