Pablo Aracena era un policía que se disfrazaba de superhéroe para enseñar a los niños el significado de las luces del semáforo o el peligro de poner apodos crueles a sus amigos. Vestido de Capitán América, Aracena se esforzaba por mantener la atención de los más pequeños durante sus capacitaciones sobre seguridad ciudadana. Él nunca olvidó que fue de niño cuando comprendió la importancia de obedecer las normas y, una vez convertido en policía, hizo todo lo posible por inculcar esa convicción en los más jóvenes. Aunque eso implicara vestir las típicas mallas de los personajes de Marvel y cargar un escudo todo el día.
Al terminar sus estudios en la Academia Nacional de Policías, a Aracena le designaron trabajar en la ciudad de Montero. Sus compañeros de la unidad de Radio Patrulla 110 y los vecinos de la zona resaltan su ímpetu al vigilar los alrededores de las unidades educativas. Al parecer, era su misión personal resguardar el bienestar de los niños. Su primo, David Párraga, piensa en Aracena como un adulto que sabía entender a los menores. En una ocasión, para el cumpleaños de su hijo, Aracena se apareció con un monopatín. Párraga recuerda que nadie pudo superar ese regalo. Cuando le dijo a su primo que no debió gastar tanto, Aracena le respondió: “Tranquilo. Yo solo le estoy regalando a tu hijo lo que a mí me hubiese gustado que me regalen de niño”.