Cada vez hay más opciones de agua embotellada en el mercado: natural, mineral, de manantial, carbonatada, purificada, alcalina, alcalina baja en sodio, alcalina ionizada, entre otras. De todas, el agua alcalina es una de las que se difunde con base en prometedores beneficios para la salud y a precios que duplican o triplican al de las aguas naturales.
En un estudio de la Procuraduría del Consumidor en México se analizaron veintidós aguas alcalinas de distintas marcas, todas en un rango entre uno y 2,5 dólares, y en la mayoría encontraron eslóganes e información de etiqueta relacionada con sus potenciales ventajas: “Esencial para el equilibrio de tus células”, “alcalinízate, oxigénate”, “mantén el pH de tu cuerpo en equilibrio”, “actúa como antiácido y antioxidante natural”, “sintoniza tu cuerpo con la naturaleza”, “neutraliza los radicales libres, contrarresta la acidez”, “mejora tu vitalidad”, “incrementa tu concentración y agiliza tu mente”, “mejora tu digestión”, “acelera tu metabolismo”, “mejora tu circulación sanguínea”, “desintoxica tu cuerpo”.
Sin embargo, los pocos estudios que hay al respecto muestran que, si bien este tipo de agua no propicia efectos colaterales ni daños en el organismo, tampoco es muy distinta al agua natural ni ofrece beneficios significativos para la salud. La principal característica del agua alcalina es que tiene un pH superior a 7. El pH tiene una escala de 0 al 14 y sirve para medir qué tan ácida o alcalina es alguna solución. El 7 es el valor neutro y corresponde al agua potable que regularmente consumimos. Por debajo de él se denomina ácido y en ese rango podemos encontrar al jugo de limón, el vinagre o el agua de lluvia; mientras que por arriba del pH 7, se le llama base (o alcalina) y se encuentran el agua de mar, el amoníaco o el decolorante.
Los cambios en el pH, por mínimos que sean, son suficientes para incrementar la acidez o alcalinidad de un organismo o ecosistema. Por ejemplo, de acuerdo con datos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, en 100 años el pH de los océanos cayó de 8,2 a 8,1 debido a las cantidades de CO2. Es una disminución sutil y aun así derivó en una mayor acidificación de los océanos que ha puesto en significativo riesgo a diversos ecosistemas, especialmente los arrecifes de coral.
Otro ejemplo de la importancia de los cambios en el pH es el suelo. El pH ideal para que el suelo brinde los nutrientes esenciales a las plantas y cultivos está entre 6 y 7. Los suelos con un pH inferior a 6 pueden tener menos calcio y magnesio, mientras que los suelos con un pH superior a 7 pueden dar lugar a que el hierro, el manganeso, el cobre y el zinc no estén disponibles.
En ambos ejemplos, mantener el pH en equilibrio es clave y para ello existen algunas formas de reducir la acidificación. Por ejemplo, algunos estudios muestran que al cultivar algas, hierba marina y otra vegetación en aguas locales, estas pueden absorber eficazmente el CO2 y reducir la acidez del océano. Mientras que para reducir la acidificación del suelo generalmente suele utilizarse estiércol.
Si nos enfocamos en los seres humanos, la pregunta central es: ¿el agua alcalina efectivamente puede reducir la acidificación del organismo?
1. El pH del ser humano puede cambiar, pero muy poco
El pH de la sangre de una persona suele oscilar entre 7,35 y 7,45. Ese es el rango que permite su sobrevivencia, ya que más allá de esos valores —menos de 6,8 y más de 7,8— se considera que el pH es incompatible con la vida. Esto quiere decir que el balance ácido-base de nuestra sangre se mantiene constante la mayor parte del tiempo y, si cambia, pasa de ligeramente alcalina a ligeramente ácida.
No todo se rige con el pH de la sangre, distintos órganos pueden tener pH diferente. Por ejemplo: la piel, el fluido vaginal y el estómago, con pH de 4-6,5, < 4,7 y 1,35-3,5, respectivamente, son órganos más ácidos porque están encargados de proteger al cuerpo de organismos patógenos.
De manera que tal y como sucede en los océanos y en los suelos, lo que nos permite sobrevivir es precisamente ese equilibrio entre lo ácido y lo alcalino de nuestra sangre, células y órganos, y, por lo tanto, frases radicales sobre el consumo de agua alcalina como “elimina los ácidos de tu cuerpo” o “desintoxica tu organismo” están lejos de explicar ese sano y necesario equilibrio.
2. Los pulmones y riñones sí cumplen lo que prometen
Aunque las promesas del agua alcalina se basen en supuestas capacidades para “equilibrar tu pH”, la realidad es que el cuerpo es perfectamente capaz, en condiciones sanas, de regular el pH por sí solo a través de dos órganos especializados en ello: los pulmones y el riñón.
Los pulmones regulan el pH cuando exhalan dióxido de carbono. “Por ejemplo, cuando alguien hace ejercicio, produce más dióxido de carbono, por lo que respira más rápido para evitar que la sangre se vuelva demasiado ácida”, explica el medio especializado Medical News Today. Por su parte, los riñones regulan el pH de la sangre al excretar ácidos en la orina, y también al regular el bicarbonato, que aumenta el pH de la sangre.
Es cierto que hay situaciones en las que el cuerpo no puede regular su pH, y ocurren cambios más drásticos: acidosis, cuando el pH baja; o alcalosis, cuando sube. Estos cambios son resultado de una mayor o menor cantidad de bicarbonato en la sangre o de que el cuerpo retire más o menos dióxido de carbono que lo usual.
Pero aún en esos cambios extremos, el beber agua alcalina sería insuficiente o simplemente inútil. Para poder ayudar al cuerpo a regular el pH en esas situaciones se necesitaría primero, identificar cuál es la causa de ese cambio en el pH, para luego poder tratarlo adecuadamente.
“Nosotros como nutriólogos decimos que no hay algo que sea general, cada indicación va para un tipo de persona y situación”, explica la nutrióloga mexicana Nallely García. “Por ejemplo, en caso de infecciones urinarias recurrentes se recomienda una alimentación ácida, basada en cítricos porque de esta manera acidificas la orina y al cambiar el pH ayudas a eliminar las bacterias que se encuentran en esa zona. Definitivamente con el agua alcalina no logras alcalinizar al organismo o la sangre”, comenta.
3. ¿Y la dieta alcalina?
La dieta alcalina se basa en la idea de que lo que comemos afecta nuestro pH, pero no de manera directa: es decir, no es que un alimento en sí mismo aumentará directamente la alcalinidad o la acidez de nuestro organismo. Los alimentos afectan la forma en la que nuestro cuerpo (especialmente, los riñones) necesita hacer más o menos compensaciones para conseguir un pH óptimo. De manera que la ideas detrás de la dieta alcalina, basada en frutas y verduras, es que al consumirlas el cuerpo puede lograr un pH más equilibrado, en comparación de si alguien tiene una dieta basada esencialmente en carne, lácteos y cereales, que propician la acidez.
En 2012, el investigador de la Universidad de Alberta, Gerry K. Schwalfenberg, publicó un artículo en el que destaca varios beneficios a la salud de la dieta alcalina: mejoraría la relación potasio/sodio y podría beneficiar la salud ósea, reducir el desgaste muscular, así como mitigar otras enfermedades crónicas como la hipertensión y los accidentes cerebrovasculares. “Sería prudente considerar una dieta alcalina para reducir la morbilidad y la mortalidad de las enfermedades crónicas que afectan a nuestra población que envejece”, concluyó.
Pero otros especialistas son mucho más cautelosos. Por ejemplo, la experta en nutrición de la UC San Diego, Traci Roberts, afirma que no hay consenso sobre cómo puede ser una dieta alcalina a lo largo de la vida. “Los consejos de nutrición tradicionales nos dicen que una dieta basada en plantas es lo mejor para nuestra salud. Sin embargo, un patrón de alimentación saludable también incluye carnes magras y cereales integrales, que se encuentran en el extremo ácido del espectro”, dijo en un artículo de la misma universidad.
Incluso abusar de los alimentos alcalinos podría ser contraproducente. “Si alguien adoptara una dieta alcalina estricta con un 80 % de alimentos alcalinos y un 20 % de alimentos ácidos, como recomiendan algunos sitios web, puede haber un mayor riesgo de ciertas deficiencias de vitaminas o proteínas. Una vez más, la mejor dieta supone que uno está consumiendo una variedad de alimentos, basada en una base de frutas y verduras y seguida de cereales integrales, proteínas magras y grasas saludables”.
Tampoco hay evidencia sobre los beneficios de la dieta alcalina para prevenir o tratar el cáncer. Un artículo publicado en 2016 se propuso analizar toda la evidencia científica que relacionaba el consumo de una dieta y agua alcalinas con la aparición de cáncer. Y tras analizar 252 abstracts (o resúmenes de los artículos), solo uno de ellos cumplió con los requisitos de inclusión. En él, no hubo ninguna asociación entre una dieta ácida y el cáncer de vejiga. Por esta clara falta de evidencia, los autores concluyen que “la promoción de la dieta alcalina y el agua alcalina al público para la prevención o el tratamiento de cáncer no está justificada”.
4. La publicidad engañosa de los productos en el mercado
Volviendo al agua alcalina, es necesario saber que existen varios procesos por los cuales el agua aumenta su pH y se vuelve alcalina. El proceso más natural ocurre cuando el agua fluye a través de manantiales y al rozar con las rocas va adquiriendo algunos de sus minerales. En esos casos, el agua alcalina podría aportar algunos minerales al cuerpo de forma natural.
Pero el agua alcalina que comúnmente encontramos en las tiendas y en los supermercados no suele ser alcalina natural, sino que pasó por un proceso de electrólisis a través del cual un ionizador elevó el pH del agua. “Los fabricantes de ionizadores dicen que la electricidad se utiliza para separar las moléculas del agua que son más ácidas o más alcalinas. El agua ácida se expulsa entonces por medio de un embudo”, explica el medio especializado Healthline.
El problema es que no todas las marcas informan sobre sus procesos de alcalinización, tampoco sobre la calidad del agua original, antes de la ionización, por lo cual se desconoce si, aún alcalina, contiene contaminantes o exceso de minerales. De hecho, el estudio a 22 marcas por parte de la Procuraduría del Consumidor en México reveló que todas presentaban diferencias en cuanto a las cantidades de minerales: algunas tenían mucho más sodio y otras, más potasio. Incluso hallaron seis marcas que no cumplieron con el pH declarado.
De manera que a pesar de la promoción de la dieta alcalina y del agua alcalina por parte de los medios de comunicación, así como blogs, influencers y supuestos promotores de la salud, no hay evidencia suficiente que explique sus beneficios para el ser humano o sus ventajas absolutas frente al agua potable para consumo humano. Y de lo que sí hay pruebas es que utiliza mensajes engañosos para vender a precios exagerados ventajas que no se pueden comprobar.