El 26 de marzo de 2020 un hombre de 33 años dio positivo a la prueba por SARS-CoV-2 en un hospital de Hong Kong. Al no desarrollar síntomas graves, y tras dar negativo a dos pruebas moleculares seguidas, fue dado de alta 19 días después. Pero el 15 de agosto, cuando volvía a China de un viaje a España, el hombre volvió a dar positivo, convirtiéndose así en el primer caso documentado de reinfección en lo que va de la epidemia.
Después de él, en menos de dos semanas aparecieron reportes de otros casos similares en al menos cinco países. El 25 de agosto, medios de comunicación en Países Bajos y Bélgica reportaron un caso, cada uno, mientras que otro hombre fue reportado en Nevada, Estados Unidos, por la cadena CBS News el 28 de agosto.
En América Latina, un primer caso confirmado y otros dos en análisis fueron anunciados en Ecuador, el 28 de agosto, por el Instituto de Microbiología de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) a través de su cuenta de Twitter; y ese mismo día, medios de comunicación en Brasil publicaron que otros siete casos sospechosos de reinfección se estaban analizando en el Hospital de Clínicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sao Paulo.
A pesar de ser casos aislados y atípicos, su repentina aparición ha generado nuevas preguntas sobre la forma en la que se comporta el coronavirus.
El reto de encontrarlos
Si llevamos más de ocho meses de epidemia, ¿por qué surgen hasta ahora los primeros reportes de personas reinfectadas?
Para Paúl Cárdenas, investigador de la USFQ, en Ecuador, y el encargado de la investigación que reporta el primer caso de reinfección en América Latina, encontrar y confirmar que, efectivamente, se trata de una reinfección no es una tarea trivial. Para ello, el caso tiene que cumplir con tres requisitos:
- Que haya habido una primera infección varios meses atrás. Algunas personas siguen dando positivo a pruebas moleculares a pesar de que han pasado hasta cuarenta días de su primera infección. Por eso, para decir que hay una reinfección, los investigadores tienen que asegurarse de que no se trate del mismo virus que provocó el primer evento.
- Que las pruebas que se usaron para diagnosticar al paciente las dos veces hayan sido PCR, y no pruebas rápidas, con el fin de tener las suficientes sensibilidad y especificidad para determinar que las infecciones ocurrieron.
- Que se hayan guardado las muestras del paciente de la primera y la segunda infección para poder hacer la secuenciación del genoma del virus, es decir, la huella digital del virus, y compararla en los dos eventos de infección.
“Este último es el paso más difícil que ocurra porque la mayoría de los laboratorios no guardan las muestras por mucho tiempo y además necesitan tener las tecnologías para secuenciar los genomas del virus”, explica Cárdenas.
El asunto se complica debido a que las muestras de este virus deben estar refrigeradas a -70°C, según la Organización Mundial de la Salud, así que tener suficientes refrigeradores para guardar todas las muestras requiere espacio y recursos. Por lo cual, la mayoría de los laboratorios guarda las muestras durante una o dos semanas.
Quienes sí pueden almacenarlas durante más tiempo son los grupos de investigación como el de Paúl Cárdenas en la USFQ, en los que se invita a las personas a formar parte del estudio y a darles seguimiento en caso de que vuelvan a registrar síntomas.
Por eso, de acuerdo con el especialista, es muy complicado lograr descifrar cuándo se trata de una reinfección. “Seguramente hay muchos más casos de reinfecciones, pero no se hacen los estudios que los confirmen o no tienen la primera muestra”.
Mismo virus, diferentes síntomas
El único caso de reinfección que ha sido publicado hasta ahora fue el del hombre de Hong Kong, cuyo reporte apareció en la revista Clinical Infectiuos Diseases, de la Universidad de Oxford, el 25 de agosto, y aporta información importante sobre las diferencias en cuanto al tipo del virus y de síntomas registrados.
Una de las diferencias tiene que ver con el material genético del virus. Tras comparar el genoma del virus de la primera y segunda reinfección, los investigadores reportan que no se trata del mismo código genético sino de dos líneas diferentes. El primero estaba estrechamente relacionado filogenéticamente con las cepas recolectadas en Estados Unidos e Inglaterra durante marzo-abril de 2020, mientras que el segundo genoma estaba relacionado con cepas de Suiza e Inglaterra en julio-agosto de 2020. Lo cual descarta la posibilidad de que se trate del mismo virus con permanencia prolongada.
Por otro lado, el hombre no presentó síntomas en la segunda infección, lo cual, afirman los autores, abre la posibilidad de que una primera infección pueda evitar que la persona desarrolle enfermedad en una segunda. Pero es muy pronto para asegurarlo.
En el caso de Ecuador, un hombre de 46 años residente de Quito, los investigadores también secuenciaron el genoma de ambos virus y sus resultados coincidieron con los de Hong Kong: se trata de dos variantes distintas de SARS-CoV-2. Sin embargo, a diferencia del caso de China, en la primera infección, en mayo, la persona reportó síntomas leves, mientras que, en la segunda, en agosto, tuvo síntomas moderados. Lo mismo ocurrió con el hombre analizado en Nevada, USA.
La conclusión a la que llega Cárdenas, cuyo estudio está disponible en Lancet preprints, lo que significa que está en espera de ser revisado por pares, es que no hay consecuencias homogéneas. En algunos, una primera infección podría impedir que la persona desarrolle síntomas más graves la siguiente vez, pero también puede ocurrir que la primera infección no propicie ninguna respuesta del sistema inmune y que la segunda infección actúe de forma independiente.
¿Qué implicaciones tiene?
Hasta ahora, solo hay preguntas por responder. El número de casos reportados todavía es incipiente y, dado que no hay suficiente información publicada, es difícil identificar posibles consecuencias. Sin embargo, los especialistas afirman que no hay motivo de alarma ni sorpresa, y sí varias hipótesis que podrán ser comprobadas conforme avance la investigación y aparezcan más casos, por ejemplo:
- Podría haber un porcentaje, no tan mínimo, de personas que después de infectarse no desarrollan inmunidad; o la desarrollan, pero dura mucho menos que el promedio.
- La inmunidad que se genera después de una primera infección podría eventualmente proteger contra otras variantes del virus. Pero también puede ocurrir que no haya inmunidad cruzada, es decir, que la infección previa a otros virus no propicie ninguna protección frente a este coronavirus.
- La aparición de distintas variantes genéticas no necesariamente implica que el potencial infeccioso del virus aumente, sino que nos dice cómo evoluciona el virus que circula en determinada población.
Mientras se confirman o desechan esas hipótesis, es probable que la única conclusión válida sea que aun aquellas personas que ya tuvieron la infección por SARS-CoV-2 deben seguir las mismas medidas de protección que las personas que aún no se han infectado. Lavarse las manos, guardar la sana distancia, usar cubrebocas, evitar los lugares concurridos y cerrados, e incluso ponerse la vacuna cuando esté disponible, pueden ser la clave para evitar una (y otra) infección.