Tener dificultad para dormir, despertarse continuamente durante la noche o hacerlo demasiado temprano se ha vuelto un problema cada vez más frecuente entre la población mundial desde que inició la pandemia por COVID-19.
Se estima que antes de la crisis sanitaria, alrededor del 30% de la población padecía de síntomas de insomnio, un trastorno definido por la National Sleep Foundation de Estados Unidos como la consistente dificultad para iniciar el sueño, mantenerlo o profundizarlo. Muchas de estas personas tendrán consecuencias como irritabilidad, somnolencia, cansancio o incapacidad para concentrarse.
Pero a raíz de la pandemia, esos porcentajes han aumentado de manera significativa. En agosto, una encuesta con 3,637 ciudadanos de China, quienes llevan más tiempo conviviendo con el coronavirus, reportó un aumento en la prevalencia de insomnio de 26.2 a 33.7%; también reportó que 13.6% de la muestra había desarrollado síntomas de insomnio por primera vez, mientras que 12.5% empeoraron.
En un estudio similar, que está en proceso de ser publicado, un grupo de investigadores exploró cómo cambiaron las rutinas de sueño durante la cuarentena en 4,831 personas de 27 países de América Latina.
De acuerdo con sus resultados, más del 50% de los encuestados afirmó que se levantaba y acostaba más tarde de lo normal; alrededor del 40% reconoció que habría retrasado sus horarios para desayunar, comer y cenar; más del 40% dijo que había aumentado su uso de dispositivos electrónicos; mientras que 38% afirmó que se había reducido de manera importante su actividad física. Además, el estudio reporta un incremento en el consumo de bebidas alcohólicas y alimentos en la recámara, así como de drogas y tabaco.
“Lo que vemos es un cambio drástico en los hábitos para dormir, son hábitos disfuncionales que deterioran muchísimo la calidad de sueño de miles de personas”, dice el especialista en trastornos de sueño Ulises Jiménez Correa, quien es uno de los autores de dicho estudio.
Estos hábitos disfuncionales han propiciado una disminución en la calidad subjetiva de sueño, es decir, la cantidad de horas que un individuo calcula que duerme y que debe evaluar en una escala del 1 al 10. De acuerdo con el análisis, la calidad subjetiva de sueño de las personas encuestadas pasó de un promedio 7.2 antes de la cuarentena, a uno de 2.3 durante la misma.
Así que no solamente nuestras rutinas de sueño han cambiado, también lo ha hecho nuestra percepción de cuánto y qué tan bien dormimos. Por lo tanto, de acuerdo con el especialista, es necesario que las personas identifiquen este trastorno a tiempo y puedan recurrir a algún tipo de tratamiento.
¿Cómo saber si tengo insomnio?
Aunque el insomnio puede definirse como la incapacidad para dormir, para identificarlo es necesario saber cómo se clasifica. Por ejemplo, puede haber varios síntomas de insomnio de acuerdo con el momento en que ocurre la dificultad para dormir: mientras que unas personas experimentan complicaciones para iniciar el sueño (el consenso muestra que tardarse más de 30 minutos puede denominarse anormal), otras las tendrán para mantenerlo (despiertan continuamente), en tanto que otras tendrán un despertar precoz (despiertan antes de la hora esperada). También hay insomnio mixto (combinación de varios tipos) o global (cuando aparecen todos los tipos).
El insomnio también puede clasificarse con base en su duración: el agudo, que ocurre cuando la persona tiene dificultad para iniciar o mantener el sueño al menos tres veces por semana durante máximo tres meses, mientras que el crónico sucede cuando esa dificultad persiste durante más de tres meses y genera consecuencias como irritabilidad, cansancio o falta de atención, en el corto plazo, y contribuye a desarrollar problemas mentales como la depresión o enfermedades como hipertensión o diabetes.
“Todos podemos tener unas noches de insomnio de manera ocasional: una o dos veces por semana no tiene ningún problema. Pero si se presentan tres o más noches por semana durante cuando menos un mes, hay que buscar atención para evitar que ese insomnio agudo se convierta en crónico”, dice Jiménez Correa.
¿Por qué el Covid-19 propició que más personas tuvieran insomnio?
De acuerdo con el psiquiatra mexicano Alejandro Jiménez Genchi, la causa puede explicarse con la respuesta fisiológica al estrés. “Si hay una amenaza, real o percibida, el organismo responde instintivamente para sobrevivir, lo cual involucra estar más alerta, más despierto, ya sea para escondernos o atacar”, explica.
En este caso, la amenaza del virus SARS-CoV-2 así como de enfermar y morir por Covid-19, ha sido latente. Pero, además, las nuevas condiciones de confinamiento o cuarentena han propiciado condiciones de estrés o ansiedad que derivan en una mala higiene de sueño, incluso en personas que no tienen la infección.
El miedo a infectarse, sumado a las limitaciones económicas, cambios en las rutinas y la alimentación, restricciones de viaje y de socialización, enfermedades mentales o agresiones a nivel doméstico, entre muchos otros factores, han contribuido para que la epidemia les quite, literalmente, el sueño.
¿Hay grupos más proclives a padecer insomnio?
Aunque son pocos los estudios sobre calidad de sueño por la pandemia, hay algunos elaborados en China, sobre todo, que ya identifican claramente al personal de salud como uno de los más proclives a dormir mal, lo cual tiene consecuencias importantes: disminuye su atención, concentración y habilidad para desempeñar sus labores cotidianas. También destacan las mujeres más que los hombres, así como los adultos mayores y los jóvenes como poblaciones con trastornos de sueño más recurrentes.
“Hemos reportado casos de jóvenes que se levantan después del medio día y se duermen alrededor de 6 o 7 de la mañana, esto tiene mucho que ver con el exceso de uso de dispositivos electrónicos en la recámara”, explica Jiménez Correa. La exposición a la luz brillante puede inhibir la producción de melatonina, una hormona crucial para inhibir la vigilia y poder dormir.
A pesar de estos grupos ya identificados, las causas emocionales pueden hacer que cualquier persona se vuelva proclive al insomnio. Si, por ejemplo, alguien padeció Covid-19 grave, si tuvo un familiar que murió por la enfermedad o si lo último que hace antes de dormir es ver noticias sobre el número de muertos, puede experimentar mayores dificultares para descansar.
¿Cuál es el tratamiento recomendado?
Existen tres tratamientos para el insomnio: el psicológico, conocido como terapia cognitivo conductual; el farmacológico; y el que combina los dos anteriores, conocido como multicomponente.
La primera opción para tratar el insomnio siempre debe ser el cognitivo conductual para evitar que el paciente use psicofármacos de manera indiscriminada y se vuelva dependiente a alguno de ellos.
Esta terapia combina estrategias de higiene de sueño (recomendaciones para dormir mejor como evitar cafeína, nicotina o alcohol); control de estímulos (utilizar la cama solo para dormir); restricción del tiempo en cama (se receta un horario fijo para acostarse y levantarse); componente cognitivo (medidas para evitar preocuparse por su trastorno de sueño); así como técnicas de relajación y respiración.
En los casos en los que el paciente no evoluciona de manera adecuada con la terapia se recomienda combinar el tratamiento psicológico con el farmacológico: el uso de hipnóticos benzodiazepínicos y no benzodiazepínicos (conocidos como fármacos z), los cuales muestran un menor riesgo de dependencia que los primeros.
La prescripción de unos u otros fármacos dependerá de las causas fisiológicas del insomnio: hay pacientes que tienen síntomas psiquiátricos bien definidos (depresión, ansiedad, esquizofrenia), así que a partir del diagnóstico, el profesional elegirá mejor los medicamentos para cada persona.
Si tengo insomnio agudo
¿puede convertirse en crónico?
La gran mayoría de personas con insomnio agudo pueden recuperar sus patrones de sueño normales en cuestión de días o hasta 12 semanas. En un estudio publicado a finales de 2019, analizaron durante un año a un grupo de 1.248 personas que en un principio dormían bien; de ellas, 27% desarrolló insomnio agudo y solo 1.8% manifestó insomnio crónico.
La buena noticia es que la mayoría (72,4%) de quienes tuvieron insomnio agudo, recuperó un buen sueño. Sin embargo, otro 19,3% continuó con un sueño deficiente, sin llegar a crónico, y solo 7% derivó en insomnio crónico.
Dado que buena parte de las personas que están en esa fase intermedia avanzarán a insomnio crónico, es importante que accedan a tiempo al tratamiento psicológico y farmacológico.
El acudir a un tratamiento formal puede evitar otra tendencia que los especialistas han visto entre sus pacientes durante esta pandemia: el aumento en el consumo de marihuana o gotas de cannabidiol con la expectativa de que les ayudará a dormir mejor; incluso hay quienes la combinan con psicofármacos o con alcohol, lo cual aumenta su riesgo de dependencia y de que su insomnio se vuelva crónico.
“Si una persona duerme mal durante un mes, la probabilidad de que al año siga durmiendo mal, sin recibir ningún tratamiento, es de75%”, explica dice Jiménez Genchi. “Pero si lleva tres meses durmiendo mal, la probabilidad de que al año siga igual es de 100%. Por eso hay que actuar antes de que se cumplan los tres meses”.
Es natural que un año regido por la pandemia nos dificulte conciliar el sueño. Sin embargo, entre las medidas para fortalecer nuestra integridad física y bienestar emocional de ahora en adelante, debemos incluir lo que sea necesario para recuperar la posibilidad de dormir tranquilos.