Si hay un símbolo del pánico mundial que desató la propagación del coronavirus COVID-19 es el papel higiénico. En Australia, tres mujeres se jalaron del cabello tratando de arrebatarse los últimos rollos que quedaban en el supermercado. En China, unos ladrones con cuchillos robaron cerca de 600 paquetes de papel higiénico a un trabajador de un almacén. En Japón, el Ministerio de Economía comparte en su cuenta de Twitter fotos de camiones llenos de papel higiénico para demostrar a sus seguidores que habrá suficiente para todos.
¿Por qué arrasamos con los anaqueles del supermercado? ¿Por qué salimos innecesariamente de casa? ¿Por qué reenviamos mensajes de Whatsapp alarmantes sin asegurarnos primero de su veracidad? El psicoanalista Jorge Bruce sostiene que las crisis tienen la capacidad de alumbrar zonas oscuras de una sociedad. En esta entrevista, el Dr. Bruce comparte un análisis sobre el comportamiento de algunas personas en estos primeros días de cuarentena y las enseñanzas que podría dejarnos esta pandemia.
La palabra pandemia provocó distintas reacciones en el mundo. Sin embargo, hemos coincidido en la histeria y el pánico. ¿Qué factores podrían explicar nuestro comportamiento?
Algunas personas sienten que han perdido el control de aspectos esenciales de su vida y que, de pronto, el mundo que conocían cambió. Eso es muy angustioso. Por un lado, se están tomando medidas drásticas muy necesarias para contener al coronavirus. Por otro lado, tenemos una amenaza real aunque invisible. El virus por definición es algo imperceptible al ojo humano. Cuando cambian las reglas del juego y existe un peligro que no puedes ver, algunas personas entran en pánico de descontrol. Ese elemento lleva a una patología persecutoria como la paranoia. Uno piensa que en cualquier momento puede estar atrapado y se desatan comportamientos irracionales. El más recurrente a nivel internacional ha sido la desaparición del papel higiénico.
¿Por qué tantas personas corrieron a abastecerse de papel higiénico?
Bueno, no es lo único que han buscado. También ha habido desabastecimiento de alimentos, mascarillas y gel pero todo eso sí se entiende. Lo del papel higiénico es un suceso más interesante porque ahí sí estamos en la irracionalidad pura. Creo que, en general, esas compras excesivas transmiten un sentimiento de “no voy a renunciar a mi estilo de vida ni a mis comodidades”. Eso produce comportamientos insolidarios e irracionales. Si es que tu privilegio te lo permite, ¿de qué te sirve abarrotar tu bodega? Las otras personas, ante la falta de todo el jabón que te llevaste, seguirán con el contagio.
Con los medios de comunicación y las redes sociales, el pánico también resulta difícil de contener.
La cobertura de los medios de comunicación es un tema medular. La desinformación y los rumores son muy tóxicos. Lamentablemente, la gran mayoría de los medios locales desde hace años utilizan el escándalo, la hipérbole y la exageración como herramientas de venta. Por ejemplo, la música aterradora que acompaña los reportajes sobre el coronavirus es exactamente lo que no se debe hacer. Ahora se requeriría un severo llamado de atención a los medios y a su manera de manejar la información.
¿Qué medidas cree que se deberían tomar?
No sé cuál sería la forma correcta de hacerlo pero así como se está imponiendo medidas a la población, yo creo que habría que imponer medidas a los medios también para que sean muchos más serios y rigurosos. Tienen que olvidarse de la estridencia y de la distorsión voluntaria de los datos para atraer la atención. Estamos en una situación muy crítica. Me preocupa muchísimo la caldera social que se puede estar calentando.
¿A qué se refiere con la caldera social?
Si la gente está desesperada, tendrá reacciones desesperadas. Los medios que fomentan el pánico están alentando a que la caldera social estalle. Tener un enorme cuidado en cómo se transmite la información debe ser una preocupación tan importante como detener el coronavirus. Solo así se promoverá la autodisciplina, el compromiso y la solidaridad entre todos. La gente tiene que aprender a vivir con la angustia que situaciones como esta genera. Los medios podrían tranquilizar en lugar de exacerbar.
Otro comportamiento que estamos viendo es la dificultad para obedecer indicaciones. Sin referirnos a quienes cuya subsistencia depende del día a día, ¿por qué cuesta tanto simplemente quedarse en casa?
Los peruanos tenemos un vínculo social muy fragmentario, muy precario e insolidario. Funcionamos en base a nuestro círculo más íntimo y solo por ellos somos capaces de hacer cualquier cosa. Nos cuesta mucho funcionar en círculos concéntricos. Corea del Sur, el país que mejor le está haciendo frente al COVID-19, nunca tuvo cuarentena obligatoria. Fue voluntaria. Yo me quedé helado cuando leí eso. Regresando al Perú, a nosotros nos es muy difícil funcionar como colectividad y ese es un problema de todas las clases sociales. Cada quien tiene la tendencia de actuar por su cuenta, por eso, son indispensables las medidas que está tomando el Gobierno.
¿Qué lecciones cree que nos puede dejar esta pandemia?
Las crisis, en su angustia e incluso en su dolor, dejan enormes enseñanzas de lo que tenemos que modificar. En nuestro país, evidentemente hay que mejorar los servicios de salud y, sobre todo, los de salud mental, que suelen ser la última rueda del coche. Pensar en los demás es otra enseñanza fundamental. El bien común en el Perú es todavía una utopía. Si eso se pudiera medir, estoy seguro que nuestro país estaría en los niveles más bajos. Solo el tráfico de Lima es una clara expresión de eso. Los peruanos necesitamos construir un mejor vínculo social pero para eso se requiere primero conseguir muchas otras cosas: la igualdad de derechos, el respeto a todas las personas, la desaparición del racismo y la violencia de género. No puedes repetir todo el día que hay que lavarse las manos cuando gran número de peruanos no cuenta con servicios básicos. Las crisis alumbran zonas oscuras de las sociedades. En nuestro caso no solo la precariedad de nuestros servicios médicos sino también la necesidad de aprender a cuidarnos los unos a los otros.