Entrevistas

En riesgo el presupuesto para combatir la malaria por la crisis del COVID-19

Con el Programa Malaria Cero, más de mil líderes comunitarios de Loreto han sido capacitados para controlar el avance de esta enfermedad. En cuatro años se logró reducir al 76% los casos de malaria de la región. Por eso, Karim Pardo, directora de Prevención y Control de Enfermedades Metaxénicas y Zoonosis del Ministerio de Salud, resalta la importancia de no recortar su presupuesto a este programa para destinarlo sólo a la contención del coronavirus.

49123999996_1000ee1a5a_k.jpg
El Ministerio de Salud y líderes comunitarios supervisan las acciones contra el dengue y la malaria en Madre de Dios.
Foto: Minsa/Archivo

Antes del COVID-19, miles de peruanos de la Amazonía sobrellevaban en silencio otras crisis de salud: las enfermedades originadas por diversos virus que se transmiten en las picaduras de mosquitos o zancudos. El dengue, la malaria y el chikungunya son algunas de estas infecciones, pero aún se destinan muy pocos recursos públicos para investigarlas y reducir su impacto en la vida de las poblaciones afectadas.

Karin Pardo
Karim Pardo, responsable de la Dirección Ejecutiva de Prevención y Control de Enfermedades Metaxénicas y Zoonosis del Ministerio de Salud.
Minsa

Desde mayo de 2018, la doctora Karim Pardo está al frente de la Dirección Ejecutiva de Prevención y Control de Enfermedades Metaxénicas y Zoonosis del Ministerio de Salud. En varios casos su trabajo implica asegurarse de que las medidas sanitarias se conviertan en hábitos entre las comunidades como, por ejemplo, el uso de mosquiteros, el lavado de manos y la eliminación de lugares con agua empozada.

Actualmente, Loreto registra el 76% de casos de malaria, una enfermedad para la que no existe vacuna.

El parásito que la desencadena (Plasmodium falciparum y Plasmodium vivax son la mayor amenaza) se transmite a las personas por la picadura de un mosquito hembra del género Anopheles. La infección produce fiebre y dolor muscular. Además, la persona queda muy débil. Hasta hace unos años, la tasa de casos era mucho mayor, pero el Programa Malaria Cero - que ha funcionado con el apoyo de líderes de comunidades amazónicas- hizo que se redujera el número de contagiados. Ellos han ayudado al Ministerio de Salud a controlar esta enfermedad durante la cuarentena.

Sin embargo, el COVID-19 podría hacer retroceder la estrategia sanitaria contra otra epidemia, una que nos ha atacado desde siempre y sobre todo a los peruanos más pobres de la Amazonía. En esta entrevista, la doctora Pardo nos relata su preocupación de que se recorten los pocos recursos nacionales disponibles contra la malaria debido a la crisis por el coronavirus.

¿Cuál ha sido el impacto de la emergencia por el COVID-19 en la vigilancia de otras epidemias activas en el país, como la malaria y el dengue?

La notificación de casos de personas enfermas con malaria disminuyó entre un 20% a 50% durante el período más álgido de la pandemia del COVID-19. Gran parte del personal de salud no pudo trabajar porque presentaba factores de riesgo al coronavirus y otro grupo se enfermó. Sin embargo, la vigilancia epidemiológica estuvo activa gracias a la participación de líderes comunitarios. Gracias a ellos nos enteramos del incremento de casos de malaria en Andoas, en el río Pastaza. La información, enviada por teléfono a través de los apus de la comunidad, permitió coordinar con la red de salud de San Lorenzo el envío de brigadas de ayuda. Otra actividad que los líderes comunitarios realizaron fue la restricción del ingreso de personas foráneas y la coordinación de la cuarentena en Loreto y Amazonas.

¿Cómo se logró ese nivel de participación comunitaria?

Antes de la pandemia del COVID-19 contábamos en Loreto con 1.112 líderes comunitarios capacitados en vigilancia de la malaria. La mayoría disponía de pruebas rápidas de diagnóstico, fichas de registro de casos y tratamiento. Por esta razón, no tuvimos referencias de pacientes graves y de fallecidos. Esta capacitación fue posible con el Plan Malaria Cero 2017-2021. Por este programa y en coordinación con la Dirección Regional de Salud (Diresa) de Loreto distribuimos unos 86.000 mosquiteros impregnados de insecticida en el 2018. Cubrimos el 80% de la población ribereña y casi el 100% de comunidades nativas de Loreto. Desarrollamos también los componentes de promoción de la salud y esquemas de tratamiento antimalárico. Ahora vemos que el trabajo con los líderes de comunidades ha dado frutos.

¿Sólo se trabajó en Loreto?

El plan se concentra en Loreto porque esta región tiene la mayor parte de casos de malaria. En los cuatro años de ejecución del Plan Malaria Cero hemos conseguido reducir a 76% los casos de malaria en esta región. En Amazonas (Condorcanqui), Cusco, Ayacucho y el VRAEM (valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro) también hay casos, pero necesitamos actualizar la información. En Tumbes, donde no había malaria desde hace diez años, hubo un brote el año pasado por la migración. Ahora está controlado. Solo hemos registrado 70 casos en lo que va del 2020.

¿Considera que la compleja situación económica del país recortará el dinero destinado a la lucha contra la malaria?

El Plan Malaria Cero tiene 10 millones de soles de presupuesto para este año y una cifra similar para el 2021. Pero en este nuevo contexto de pandemia es muy posible que el monto se vea reducido. Ahora mismo, estamos sustentando ante el Ministerio de Economía y Finanzas el programa de actividades para el próximo año. El Plan Malaria Cero fue aprobado por el Ministerio de Salud y comprende intervenciones en la comunidad detalladas día por día, brigada por brigada. Asimismo, hemos iniciado la transferencia del plan a la Diresa de Loreto.

¿El Ministerio de Salud ha transferido competencias a la Diresa de Loreto para ejecutar el control y vigilancia de la malaria en otras zonas?

Las regiones con malaria disponen de presupuesto para enfermedades metaxénicas y el Ministerio de Salud tiene partidas para colaborar con ellas. Trabajamos así en Amazonas. Sin embargo, está previsto ampliar el Plan Malaria Cero con intervenciones diferenciadas a partir del 2022. No es lo mismo un plan para Tumbes que para Amazonas o el VRAEM. Cada uno tiene una estrategia distinta. Además, coordinamos con la OPS y universidades para tener el mejor tratamiento para la malaria. Las posibilidades de cambiar de esquema siempre son latentes.

¿Cuál es la situación actual del dengue?

Son 28.237 casos confirmados de dengue en el país desde enero hasta los primeros días de julio. Loreto, Madre de Dios, San Martín e Ica acumulan el 65% de casos. Sin embargo, observamos una disminución notable, del orden del 95%, en aquellas regiones que fueron declaradas en emergencia por dengue, como San Martín, Loreto y Madre de Dios. En Ica, en cambio, los casos se incrementaron durante la pandemia. Un dato relevante es que en el 87% de casos, la infección se dio sin signos de alarma, por lo que no fue necesario hospitalizar a los pacientes. Sí necesitaron seguimiento telefónico, como se hizo en San Martín y Madre de Dios.

Cuando empezó el COVID-19, varias zonas se hallaban con brotes de dengue.

Fue el caso de Madre Dios. Esta región aprovechó que estaba en la fase intensa del control de dengue para buscar también casos sospechosos de infección por el nuevo coronavirus. De igual modo se hizo en el Cusco, en La Convención. En Loreto, en cambio, las actividades de control del dengue terminaron cuando aparecieron los casos de COVID-19, que en poco tiempo se dispararon. En ese contexto, fue difícil manejar dos situaciones sanitarias al mismo tiempo. El confinamiento social en Iquitos empeoró la situación al no funcionar como se esperaba. Recordemos que el dengue no camina solo. O lo lleva el zancudo (mosquito Aedes aegipty infectado con el virus) o la persona. La interrupción del traslado de personas de un departamento a otro tuvo un efecto interesante.

¿En qué sentido?

Ayudó a disminuir el dengue. Esta enfermedad se extiende de una región a otra gracias a la movilidad de las personas. El brote en la provincia de La Convención (Cusco) se inició por personas procedentes de Madre de Dios. En Ica, los primeros casos provenían de San Martín y Loreto. Y los detectados en Lima, se trataba de personas que llegaron a la capital desde Loreto, San Martín y Madre de Dios. Ahora, los casos de dengue en Ica están disminuyendo por las acciones de control realizadas en los últimos 30 días con apoyo de la Dirección General de Salud Ambiental (Digesa). Sin embargo, observamos también un pequeño incremento de casos en Jaén (Cajamarca), Bagua Grande y Bagua Chica (Amazonas). Son pocos, pero se toman acciones en coordinación con las Diresas porque no es fácil trabajar dengue y COVID-19 al mismo tiempo.

Fumigación de Casas - Dengue
La tarea de fumigación contra el dengue es una medida sanitaria que se realiza casa por casa.
Foto: Minsa

¿Con la emergencia sanitaria por la nueva pandemia habrá que modificar las estrategias de intervención en dengue y malaria?

Necesitamos desarrollar nuevos hábitos. La población debe asumir la responsabilidad de limpiar sus huertas, jardines y techos de todo recipiente, canaleta o material inservible que sirva de reservorio a las larvas del mosquito. En la costa, es necesario reemplazar el agua de los floreros por arena húmeda, sobre todo en los cementerios. Las ordenanzas municipales ayudan, pero necesitamos convertir estos cambios en hábitos, como lavarse las manos. Mejorar el acceso al agua entubada y el buen manejo de esta también es importante. Ahora mismo tenemos problemas serios con los colegios. Están cerrados, pero los inodoros de los baños disponen de agua, convirtiéndose en un criadero para el mosquito Aedes.

La Dirección a su cargo vigila también zoonosis. ¿Cuál es la nueva mirada que se dará a las enfermedades que saltan de animales a humanos, sobre todo ahora, con lo sucedido con el nuevo coronavirus?

Se debe reforzar la vigilancia de zoonosis, como la rabia transmitida por murciélagos, de la que hay casos en Loreto, San Martin, Junín, Amazonas, Ucayali y Madre de Dios. Asimismo, tenemos que unirnos con investigadores peruanos y del extranjero para buscar más vacunas para las enfermedades que saltan de animales a las personas. La rabia es un ejemplo claro. Debemos retomar sí o sí la vacunación canina, sobre todo en el sur del país (Arequipa y Puno), donde hay casos. En paralelo, mantener la vigilancia de la leptospirosis (bacteria transmitida sobre roedores, cerdos y perros).

¿Es muy temprano para replantear las estrategias desde la vigilancia epidemiológica?

Cuando se declaró la pandemia del COVID-19, les planteamos a todas las regiones no bajar la guardia en cuatro áreas claves: malaria, dengue, leishmaniasis y rabia. La OPS hizo varias reuniones sobre la situación en las Américas y en varias recomendaciones para malaria se tuvo al Perú como modelo. Nuestra ventaja fue tener el Plan Malaria Cero, pero teníamos muchas preguntas sobre cómo manejar el dengue. Por entonces no se sabía casi nada del nuevo coronavirus. Nos preguntábamos si era necesario cambiar el traje de fumigación antes de entrar a cada casa. Finalmente, decidimos que este traje nos cubría mejor que el EPP (equipo de protección personal utilizado en COVID-19). Optamos también por trabajar por manzanas, ingresar a cada vivienda sin tocar nada; avanzar de adentro hacia afuera y desinfectar el plástico que cubre el traje de fumigación antes de ingresar a otra vivienda. Todas esas estrategias se están escribiendo porque todo cambió.

¿La inmovilización obligatoria ayudó de alguna manera?

Ha evitado varios daños. Ahora, con el fin de la cuarentena, evaluamos medidas como, por ejemplo, si una persona presenta temperatura alta (fiebre, dolor detrás de los ojos, dolor muscular son síntomas de dengue) puede considerarse una causa para no poder viajar de una zona a otra, como se dispone en caso de COVID-19. Quizá no tenga el coronavirus, pero sí dengue, malaria o leptospirosis. Recordemos que una acción preventiva en salud puede ayudar a prevenir varias enfermedades. Eso será parte de nuestras estrategias, definitivamente.

Más en Entrevistas

Más en Salud con lupa