La advertencia es una X. Dos ramas clavadas en el suelo. Hasta aquí nomás, no siga. Así demarcan su territorio los mashco piro. O, mejor dicho, se protegen. Uno de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario más numeroso del planeta, según la organización internacional Survival, no permite personas ajenas en sus bosques como nadie permite fisgones en su casa. A veces dejan lagartijas muertas colgadas de los árboles, una señal de advertencia más dura. Pero es su forma de existir ante la amenaza de taladores que abren trochas en ese hábitat que les pertenece —como los 200 kilómetros de camino hecho por una concesionaria maderera en territorio protegido— y devastan árboles como si ese ecosistema fuese de nadie. El ataque viene primero del otro lado, de la civilización que los arrincona. Por eso ponen las X que más que un límite es una forma de enseñar el respeto ancestral. Cuando los conquistadores españoles llegaron a las costas de Tumbes en el siglo XVI, explica la historiadora Mary Arana, la gente de esas tierras los recibió con curiosidad y cordialidad. La violencia siembre vino del hombre blanco.
Los mashco piro acaban de ser avistados. En la orilla del río Las Piedras, en la comunidad Monte Salvado, de la región Madre de Dios, 53 personas silbaban, hacían señas a los vecinos que estaban al otro lado del río, los yine. Ocurrió el 26 y 27 de junio de este año. Desnudos, muy delgados, con algunos trapos cubriendo sus genitales. El explorador Diego Cortijo le contó a un periodista que los varones amarran su prepucio a la cintura con una pita. No había amenaza en sus gestos sino la espontaneidad de la persona que intenta pedir algo al compañero, en sus propios códigos. Su lengua pertenece a la familia lingüística Arawak, la misma que hablan los yine. Habían salido a pedir alimentos: yuca, plátanos, sandía.
Los mashco piro silban antes de acercarse, es una señal para decir aquí estamos, su manera de pedir permiso. A veces imitan el sonido del mono aullador, otras el graznido del paujil. Pero este nuevo avistamiento, dado a conocer en fotos y videos por Survival, después de diez años del último registro, es una forma de decir que algo no anda bien en sus bosques. Si la pregunta es ¿por qué salieron? Una concesión forestal es la respuesta y la causa al mismo tiempo. La empresa maderera Canales Tahuamanu tiene la concesión de 50 mil hectáreas forestales en la región Madre de Dios. El sonido de sus motosierras, desde el 2010 que inició su concesión, viene asustando al pueblo nómade. Ya no respetan las X que dejan en el suelo.
Amenazados por concesiones forestales
Madre de Dios es una de las regiones más asoladas por la minería ilegal, la deforestación y el tráfico de tierras en la Amazonía peruana. Según la fuente que se consulte, la pérdida de bosques es alarmante. El Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP, por sus siglas en inglés) refiere una reducción de 18.421 hectáreas de bosque amazónico entre el 2021 y el 2023; un estudio de la facultad de Ingeniería Geológica de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos habla de 233 mil hectáreas perdidas entre el 2002 y el 2021. A esto se añade un factor evidenciado por el Organismo de Supervisión de los Recursos Forestales y la Fauna Silvestre (Osinfor): la existencia de planes de manejo forestal falsos, documentos que presentan las empresas para lograr concesiones con información falsa o datos de árboles inexistentes en la zona que piden talar. En este mapa de devastación se mueven los mashco piro, de un lado a otro, pero también desprotegidos, pidiendo ayuda cuando no les queda de otra, defendiéndose cuando se ven amenazados.
—Anteriormente no salían mucho. Las concesiones forestales no hacían trabajos cerca de sus territorios, pero ahora han construido puentes en el río Tahuamanu y en Las Piedras. En el 2020, 2021 y 2022 se vio el paso constante de muchos tráileres trasladando maderas. Todo ello ha hecho que los Piaci se vean amenazados. Ahora salen constantemente en busca de alimento y salud territorial —explica la bióloga Sonia Romero, especialista del programa Piaci.
Piaci son las siglas de Pueblos Indígenas en Situación de Aislamiento y Contacto Inicial. Al 2023, el Estado peruano había reconocido 25 de estas poblaciones entre las que se encuentran los matsés, isconahua, marubo, kakataibo, nahua, machiguenga-nanti, kirineri, murunahua, chitonahua, amahuaca, mastanahua, mashco piro, entre otros, cuyos territorios se extienden entre las regiones de Loreto, Ucayali, Madre de Dios, Huánuco, Junín y Cusco. Tahuamanu y Las Piedras, donde Romero señala que empresas construyeron dos puentes, pertenecen a la Reserva Territorial Madre de Dios, una de las 8 a nivel nacional que se extiende a lo largo de 800.000 hectáreas. En total, son 4.116.336 hectáreas de reservas que tiene el Perú.
Una ley que no los proteje
Los mashco piro dejan huellas. Es una de las formas por la que se puede identificar que estuvieron en un lugar. “Los pies de los indígenas aislados son bastante característicos, pues tienen los dedos pequeños y muy separados, perfectamente adaptados para agarrarse al suelo y aguantar largas caminatas”, escribe el periodista e investigador Martín Ibarrola en su libro La selva herida luego de un viaje a la zona en 2020. Pero nadie conoce su ubicación exacta. Hacerlo o revelarlo implica una infracción grave ante la justicia peruana. El Decreto Legislativo N° 1374establece las sanciones para quienes expongan de esa manera a estos pueblos. El castigo puede ser desde una amonestación, una multa no menor a una UIT (S/5.150) o el decomiso de los bienes del infractor. El principal mecanismo de protección para los Piaci es la Ley N° 28736, Ley para la protección de los pueblos indígenas u originarios en situación de aislamiento y en situación de contacto inicial, la misma que permitió la creación de las reservas indígenas.
Pero mientras el Estado establece sanciones para quienes digan dónde se hallan los pueblos indígenas en contacto inicial, permite que una empresa maderera como Canales Tahuamanu, tale el territorio que se supone debe estar protegido por este gobierno. Pero a eso llegaremos en un momento. Volvamos a la necesidad de protección de los mashco piro. Sus salidas son un peligro para ellos mismos, se exponen a enfermedades y a contaminantes en zonas degradadas por el asentamiento humano y actividades extractivas ilegales. Sus ancestros fueron masacrados en el siglo XIX durante la época del caucho por lo que huyeron a esconderse en lo más profundo del bosque. Volver a salir parece que les vuelve a costar la vida.
No traigan enfermedades al bosque
En 1984, trabajadores de la Royal Dutch/Shell Corporation exploraban reservas de hidrocarburos en la selva amazónica cuando se encontraron con indígenas nahua que hoy habitan la reserva territorial Kugapacori Nahua Nanti (entre Cusco y Ucayali). Más del 46% de la población murió a causa de enfermedades comunes luego de este acercamiento, según registra la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep). Otro caso ocurrió en el 2003, luego de que el Estado otorgara la concesión del Lote 88 al Consorcio Camisea, una explotación que estaba sobre el 23% del territorio de la reserva Kugapacori. El Ministerio de Salud advirtió un brote de diarrea en la población nanti que mató a un gran número de personas. Una vez más, no eran los amazónicos quienes traían el peligro sino los que invadían, con leyes en la mano, su territorio.
Existe un marco jurídico para proteger a los pueblos en contacto inicial. Desde el artículo 88 de la Constitución, la Resolución Ministerial N° 240-2015 que establece el protocolo para el avistamiento o contacto de estas poblaciones, hasta normas internacionales como los artículos 13 y 14 del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo que hablan del derecho a la propiedad territorial de los Piaci. El problema es su cumplimiento.
La maderera Canales Tahuamanu explota una concesión forestal dentro del territorio que por siglos ha sido habitado y defendido por este pueblo indígena. Tipos de madera como el cedro, la caoba y hasta el shihuahuaco, un árbol que científicos en el Perú señalan que está en peligro crítico. A fines del 2020, esta compañía renovó su certificación de sostenibilidad hasta el 2025 otorgada por el Consejo de Administración Forestal (FSC, por sus siglas en inglés), un documento que garantiza que su madera no afecta los derechos de los territorios donde opera. Pero ellos operan en territorio mashco piro, los hombres que silban para alertar su llegada.
Voces y derechos bajo amenaza
En julio de 2020, la Federación Nativa del río Madre de Dios y Afluentes (Fenamad) advirtió que la maquinaria de esta empresa estaba trabajando al interior de la ampliación de la reserva Madre de Dios en un momento en que la pandemia por el Covid-19 estaba en sus picos más altos de contagio en el país. La respuesta de la empresa fue una demanda constitucional ante el Poder Judicial de Madre de Dios negando que sus máquinas estuvieran dentro de la reserva. En junio de 2021, el Poder Judicial le dio la razón a la maderera y le ordenó a Fenamad publicar la carta notarial que les habían enviado.
Desde la Organización de las Naciones Unidas (ONU) también emitieron un pronunciamiento en junio de 2023 dando a conocer su preocupación por el proceso judicial y criminalización de los defensores ambientales. Un informe del Washington Post, publicado en mayo de este año, muestra además que el relator de la ONU para derechos indígenas le ha pedido a Canales Tahuamanu que detenga la tala y responda por las acusaciones de “contacto forzado” con los mashco piro.
A fines de julio pasado, luego de que Survival mostrara la salida de un grupo de este pueblo nómade e iniciara una campaña para detener la tala en la reserva indígena Madre de Dios, el Consejo de Administración Forestal emitió un pronunciamiento general en el que señala que la empresa cuenta con permiso para tala, que tienen protocolos para evitar encuentros con Piaci y que realizarán una “revisión integral” del cumplimiento y obligaciones de la empresa. Nada más. La Fenamad no demoró en rechazar esta respuesta y pidió le retire la certificación. “O nos veremos obligados a retirarnos de posibles espacios de diálogo con FSC respecto a este caso, por resultar estos ineficaces hasta la fecha”.
Ya en 2007, el expresidente del Perú, Alan García, había acusado a las organizaciones ambientales de inventar la figura del “selvático, no conectado; es decir; desconocido pero presumible”, para frenar las explotaciones petroleras.
Vecinos de cuidado
La comunidad yine que vive en Monte Salvado, en la provincia de Tambopata, intenta ser una buena vecina. Varones y mujeres están relativamente acostumbrados a la aparición de los mashco piro, los conocen, le brindan comida y los tratan con cierto recelo. Saben que cuando aparecen van a pedir alimentos o utensilios que necesitan en el monte. Cuando aparecen, se refugian en sus casas, cubren sus ventanas y esperan que se vayan.
—Los hermanos salen a recoger plátanos, yucas, sandía, maní. En este temporal salen a buscar huevos de taricaya (una especie de tortuga) en la playa —comenta Sergio Salomón Castillo, dirigente en la comunidad de Alto Purús, un parque nacional ubicado entre las regiones de Ucayali y Madre de Dios.
Ante estas visitas inesperadas han inventado una forma de convivencia, ahora siembran para ellos y para los mashco piro. Saben que los visitantes piden las cosas de dos formas, con silbidos, con gestos o por la fuerza. Van y lo toman. Así lo habían venido haciendo, llevándose rumas de plátanos o herramientas sin permiso.
—En esta ocasión no salieron a la playa a buscar los huevos de tortuga, fueron a la comunidad de los vecinos yine. Ellos (los yine) plantan una segunda chacra o huertito un poco alejado de la comunidad para que cuando los mashco piro llegan puedan agarrar la yuca, el plátano de ese espacio, en lugar de llevarse el de la comunidad —explica Teresa Mayo, investigadora y responsable de campañas en el Perú, de Survival.
El Ministerio de Cultura registró los primeros avistamientos de los mashco piro alrededor del año 1950. De ahí en adelante, sus apariciones han ido en aumento. Han dejado pisadas en las comunidades nativas cercanas a los ríos Pariamanu, Los Amigos, Las Piedras, Tahuamanu, Acre, Yaco, Chandless, Purús y Yurúa, en la región Ucayali en también en la región vecina, Madre de Dios, cerca de los ríos Manu y Alto Madre de Dios.
El periodista e investigador español, Martín Ibarrola, atravesó en kayak los ríos de estas regiones y recogió de cerca los testimonios de quienes a menudo se han chocado con mashco piro.
—Son como niños. Si no obtienen lo que quieren, se amargan. (…) Cuando son muchos nos sentimos un poco intimidados. Ya saben lo que pasa si se amargan… ¡Flechazo! — dice un guardaparques en Nomole, un puesto de control y vigilancia en Alto Madre de Dios, para el libro que Ibarrola escribió en 2023.
Las flechas vienen de cualquier lado
Y flechazos hubo muchos. Cuando los mashco piro ven que la amenaza pone en riesgo sus vidas, que las señales que dejaron en el camino no fueron respetadas, lanzan flechas a dos metros de distancia, desde el bosque. Dos de ellas pegaron en los cuerpos de Marco del Águila Angulo y Genis Huayabán Padilla, trabajadores de la empresa Canales Tahuamanu. El primero de ellos murió y fue hallado luego de días de búsqueda el 25 de agosto de 2022. Estaban a un kilómetro del campamento de la empresa, en Madre de Dios. La empresa, que niega su incursión en la reserva, no tenía a quién enviar cartas notariales.
En 2015 también ocurrió. Llegaron a la comunidad de Shipetiari, en el distrito de Manu, y atacaron a Leonardo Pérez, un joven de 20 años, que con su cámara tomaba fotografías de las huellas de estas personas para mostrarlas a las autoridades que no les creían.
Víctor Zorrilla, miembro de la comunidad yine en el poblado de Diamante, murió también atravesado por flechas de mashco piro en febrero de 2018.
Quizá el caso que más sacudió el miedo de algunos pueblos indígenas que viven alrededor fue la muerte de Nicolás Flores, un dirigente matziguenka de la comunidad de Diamante conocido como “Shaco”. La mañana del 22 de noviembre de 2011 fue a cosechar yuca con su esposa y dos hijos. Una flecha lo mató. Su familia corrió a esconderse. Flores no era un desconocido para la mashco piro, ya había hecho contacto con ellos, lo conocían y lo habían amenazado con atacar si no les entregaba herramientas.
La culpa no es de los que silban
Para Sergio Salomón, la salida abrupta o violenta de los mashco piro no es el problema principal sino la falta de atención del Ministerio de Cultura. Cuando lo dice habla con cierta molestia, como si ya lo hubiera reclamado muchas veces. Cuatro años atrás, aproximadamente, luego de un enfrentamiento entre pueblos los mashco piro y mastanahua resultó muerto un miembro de este último. El cadáver estuvo varios días en el suelo por la demora de la llegada de las autoridades.
—Cuando ocurrió ese problema los agentes de los puestos de control ni siquiera se preocuparon. Después de una semana recién nos pasaron la información. El Ministerio de Cultura debe comunicarse con los agentes de protección. Los agentes que trabajan en mi zona, en la provincia de Purús, no permanecen en los puestos de control. El puesto de control Ninahua está abandonado, destruido —manifiesta.
Los hombres que disfrutan de los huevos de las taricayas no entienden de coordenadas. Por décadas se han movido dentro de un territorio que consideran suyo y lo cuidan. Para establecer una convivencia sin agresión la bióloga Sonia Romero, parte del equipo técnico de la Organización Regional de Aidesep Ucayali (ORAU), habla de la necesidad de corredores territoriales.
—Nuestra propuesta es incentivar los corredores territoriales, territorios más amplios. Abarcan reservas indígenas, áreas naturales protegidas e incluso zonas de amortiguamiento de las comunidades nativas, esto con la finalidad de protegerlos —explica.
Hasta hoy su trabajo ha sido arduo. Han elaborado ya los estudios de dos corredores: Pano-Arawak, entre Ucayali, Cusco y Madre de Dios; Yabarita-Piche en Ucayali-Loreto.
—Ya se realizaron los estudios antropológico, científico y biológico de los dos primeros, ahora estamos en la primera etapa del corredor territorial kakataibo. Creemos que, aparte de salvaguardar el territorio de los Piaci y la vida, estos espacios también garantizan la seguridad de las comunidades nativas. Pero aún no son reconocidos por el Ministerio de Cultura, se está creando una propuesta de ley para su reconocimiento.
Cuando las lluvias pasan y el caudal de los ríos baja, las empresas madereras empiezan a operar. Es el momento también en que los mashco piro salen. O a pedir alimento, o escapando del estrés que significa el ingreso de máquinas ruidosas y peligrosas a su territorio. Así lo hicieron en junio de este año cuando fueron captados por las cámaras de Survival. “Entendemos que esto (las imágenes) puede apoyar a la lucha y la reivindicación de la protección territorial de las organizaciones indígenas y de la protección de los mashco piro”, explica Teresa Mayo.
Por lo pronto han vuelto al bosque. Lejos de un país que los excluye.