Con una media de casi 2.300 muertes diarias, Brasil afronta la fase más crítica de la pandemia del coronavirus sin un horizonte de mejora en el corto plazo, mientras crecen las presiones hacia el presidente Jair Bolsonaro para que solucione el drama que viven los hospitales.
El país, que en la víspera superó la barrera de los 300.000 fallecidos, es actualmente el lugar del planeta donde más se muere por covid-19 cada día, muy por encima de Estados Unidos (1.024) y México (560), que aparecen justo detrás, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Con el sistema público de salud casi colapsado y las reservas de medicamentos para los pacientes más graves bajo mínimos, el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, se queja de que la crisis del coronavirus eclipse las acciones de su Gobierno en otras áreas.
"El Gobierno está funcionando, pero no aparece, solo aparece un asunto ahí", dijo a un grupo de seguidores a la entrada del Palacio de la Alvorada, su residencia oficial en Brasilia, en alusión a la pandemia.
Casi en paralelo, el vicepresidente Hamilton Mourao reconocía en declaraciones a los periodistas que el número de muertos "ya superó los límites del sentido común".
Mientras, el nuevo ministro de Salud, Marcelo Queiroga, visitó hoy varios hospitales de Sao Paulo en un intento por dar una nueva imagen tras la errática gestión de su antecesor, el general del Ejército Eduardo Pazuello, quien está siendo investigado por la Justicia por presuntas "omisiones" en el combate a la pandemia.
Una capilla usada como morgue
En la semana del 15 al 21 de marzo, Brasil aportó el 25 % de todos los decesos mundiales por covid-19. Fueron alrededor de 15.600 muertes, en la peor semana desde el inicio de la pandemia, hace poco más de un año. Son ya 12,2 millones de positivos.
Las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) de prácticamente todo el país están saturadas ante la explosión de casos de covid-19, provocados en parte por la circulación de variantes más infecciones.
Ese es el caso del hospital municipal "O Centenário", en Sao Leopoldo, en la zona metropolitana de Porto Alegre, que está atendiendo a enfermos por encima de su capacidad, que es de 18 camas de terapia intensiva. Solo en el último fin de semana once pacientes que estaban ingresados fallecieron.
Los cuerpos de las víctimas son llevados a la capilla del hospital, que es usada como una suerte de morgue, donde los familiares hacen el reconocimiento y se despiden de su ser querido.
Los ambulatorios de la región tampoco se dan abasto y ya no reciben más pacientes por falta de espacio. La vacunación en esta localidad avanza muy lentamente, como en todo el país, donde se ha aplicado la primera dosis a tan solo el 6,3 % de la población.
Los nervios están a flor de piel. El pasado sábado, un trabajador sanitario fue agredido por un madre que quería que su hijo fuera también vacunado.
La desesperación también se vive en el vecino estado de Santa Catarina, que también lidia con la falta de camas y de medicamentos imprescindibles para mantener intubados a los enfermos más graves.
"Llegamos a un punto, en todo el país, en el que no hay control", afirma l médico Fabio Gaudenzi, consultor de la Sociedad Brasileña de Infectología (SBI) y quien ahora está de baja debido al estrés producido por la pandemia.
En su opinión, el escenario puede complicarse aún más en las próximas semanas, pues, a partir de abril, empezará la temporada propicia para la circulación de otros virus respiratorios, como la influenza, que podrían presionar más la red hospitalaria.
Todo ello con el nuevo coronavirus en plena fase expansiva. La Universidad Federal Fluminense (UFF) divulgó este miércoles un estudio en el que afirmó que Brasil puede llegar a 5.000 muertes diarias por covid-19 entre finales de abril y comienzos de mayo.
Advertencia indirecta a Bolsonaro
Ante el agravamiento de la situación, las cúpulas de los poderes Legislativo y Judicial pusieron firme a Bolsonaro, quien, después de ese encuentro, anunció la creación de "comité nacional" para combatir la pandemia y pasó a defender "la vida en primer lugar".
Falta por ver en qué se traduce ese cambio en el tono del mandatario ultraderechista, quien desde el inicio desdeña la gravedad del SARS-CoV-2, hasta el punto de poner en duda la eficacia de las mascarillas.
"No sé si ese comité tendrá éxito, mientras la Presidencia niegue la importancia de la enfermedad y las medidas científicas necesarias", expresó Gaudenzi.
La aparente concordia entre los líderes de los tres poderes duró poco, después de que el presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, alertase de que la "espiral de errores" en el combate a la covid-19 puede llevar a "remedios políticos", "amargos" y "fatales".
Sus declaraciones se interpretaron como una advertencia indirecta a Bolsonaro. En las manos de Lira, como jefe de los diputados, está iniciar un proceso de destitución contra el jefe de Estado.
En su despacho ya hay 70 peticiones para abrir un juicio político a Bolsonaro, aunque, por el momento, no se ha dado trámite a ninguna.
Con información de la Agencia EFE