Conforme los casos de covid-19 se reducen globalmente, son cada vez más los países que han flexibilizado algunas de las medidas preventivas que durante la mayor parte de la pandemia han sido obligatorias, como el uso de mascarillas. Pero más que una decisión homogénea, las decisiones han resultado tener una clara heterogeneidad de criterios.
Perú, por ejemplo, anunció que a partir del 1 de mayo dejará de ser obligatorio el uso de mascarillas en exteriores, pero únicamente en cuatro regiones: Ica, Lima Metropolitana, Lima Provincia, Ancash y Callao, que son las que cumplen con los dos requisitos establecidos por el Ministerio de Salud y cuyo criterio es la tasa de vacunación de mayores e infantes: que haya un 80% de adultos mayores vacunados con tercera dosis y que el 80% de los niños mayores de 12 años tengan segunda dosis.
En Chile, le han puesto énfasis a la sana distancia: desde el 14 de abril el uso de mascarillas en exteriores se volvió voluntario siempre y cuando sean lugares donde haya un metro entre persona y persona. En Argentina dejó de ser obligatorio el cubrebocas en exteriores e incluso algunos lugares cerrados como escuelas e instituciones públicas, desde octubre de 2021, aunque la aplicación de cada medida depende de las autoridades de cada ciudad; el argumento que dio del Ministerio de Salud argentino fueron las dieciséis semanas consecutivas de descenso en el número de casos.
En muchos países de Europa, la medida ha sido eliminada en espacios exteriores y también interiores, con excepción de lugares como hospitales y clínicas, residencias de adultos mayores y transporte público. El argumento central es la disminución de ocupación hospitalaria a causa de Covid-19.
Lo cierto es que prácticamente todos los países han visto una reducción de casos y un avance continuo en sus tasas de vacunación. La pregunta es si eso basta para eliminar el uso de mascarillas o si, por el contrario, es necesario revisar con mayor profundidad criterios específicos más confiables.
A medida que los casos sigan decayendo, es muy probable que haya más flexibilización en el uso de las mascarillas y que, como está sucediendo en Europa, pronto deje de ser obligatorio también en interiores en América Latina. Este nuevo escenario exige que cada persona haga una decisión personal sobre si debe o no usarla. Y, por ello, tener en cuenta dónde vive, en qué entornos particulares se desenvuelve, su estado de salud y la inevitable realidad de que la situación en una pandemia puede variar de un momento a otro.
Importa la ciudad donde vives
Para los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos, una de las formas más efectivas para decidir seguir o no con medidas de prevención como el uso de mascarillas es conocer el riesgo de infección que se corre en determinado lugar.
Para ello, hizo una categorización de condados por niveles: “bajo”, “medio” o “alto”, con base en datos como el uso de camas de hospitales, las admisiones hospitalarias y el total de nuevos casos de Covid-19, de manera que cada habitante de ese país pueda evaluar qué tanto riesgo corre dependiendo de la zona en la que se encuentre.
A pesar de que no existe una categorización similar por países, esta clasificación muestra, por un lado, la importancia de las diferencias que hay entre un lugar y otro; y, por otro, explica la razón de que no haya medidas homogéneas para todos. Además, establece recomendaciones que pueden ser trasladadas a otros sitios.
Según esta clasificación, el nivel verde aplica cuando el número de camas usadas y admisiones en hospitales por Covid-19 son bajas y no se registra un aumento significativo de casos nuevos; en esos lugares, los CDC recomiendan que las personas únicamente se mantengan informadas y se hagan una prueba si tienen síntomas.
El nivel amarillo ocurre si esos números aumentan. Si hay más de doscientos nuevos casos por cin mil habitantes, pero las admisiones en hospitales se mantienen bajas, los CDC sugieren que cada persona, especialmente quienes están en riesgo de tener enfermedad grave, consulten con su médico si deben o no usar mascarillas.
Finalmente, el nivel rojo aplica cuando se supera el límite de los doscientos nuevos casos por cien mil habitantes y las admisiones en hospitales incrementan de manera significativa. En esos sitios, la recomendación es clara: hay que usar mascarillas en interiores.
Importan los lugares cerrados que concurres
De la misma forma en que cada ciudad puede tener datos específicos que las vuelven más o menos seguras, los entornos más particulares también tienen características que hacen que las personas sean más o menos vulnerables a una infección. Ese es el caso de los ambientes interiores en los que suele haber mucha gente y mala ventilación, como las prisiones, las salas de conciertos o el metro. En ellos basta que una persona esté infectada para que la transmisión del virus ocurra, por lo que la mascarilla es crucial para disminuir ese riesgo.
Como hicieron varios países, el cálculo para identificar el riesgo de ciertos entornos descansa en dos criterios: ventilación y distancia. La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó a finales de marzo una serie de recomendaciones actualizadas sobre el uso de mascarillas en el contexto de la Covid-19, en las que señala que una persona (incluso si es un menor de edad) debe usar mascarilla cuando interactúa con miembros que no forman parte de su hogar, en tres circunstancias específicas:
1)“En espacios interiores, donde se sabe que la ventilación es escasa o no se puede evaluar; incluso si se pueden mantener una distancia física de al menos un metro”.
2) “En espacios interiores que tenga una ventilación adecuada, si no se puede mantener una distancia física de al menos un metro”.
3) “En espacios exteriores, donde no se puede mantener una distancia física de al menos un metro”.
Importa tu estado de salud
Uno de los criterios más importantes se basa en la evaluación sobre nuestro propio estado de salud. En sus recomendaciones, la OMS sugiere el uso de mascarillas para personas mayores y para quienes tienen enfermedades subyacentes, es decir, quienes tienen factores de riesgo de enfermar gravemente.
Algunos de estos factores son: la edad avanzada (más de 60 años), hipertensión, diabetes, enfermedad cardíaca, enfermedad pulmonar, enfermedad cerebrovascular, demencia, trastornos mentales, enfermedad renal crónica, inmunodepresión, obesidad y cáncer. Además, mujeres embarazadas o recientemente embarazadas con obesidad, enfermedades crónicas y trastornos específicos del embarazo, como la diabetes estacional o la preclampsia/eclampsia.
Por eso es que, en la mayoría de los países, las residencias de adultos mayores, así como los hospitales y clínicas son entornos en los que se recomienda con mayor énfasis el uso de mascarilla. Se busca con ello reducir la circulación del virus y que las personas con mayor riesgo de sufrir enfermedad grave no resulten infectadas.
También para estos grupos de población vulnerables se recomienda el uso de mascarillas médicas, en lugar de las de tela o caseras. La medida también aplica a “cualquier persona que se sienta mal, incluidas las que tienen síntomas leves, como dolores musculares, tos leve, dolor de garganta o fatiga” así como para “cualquier persona que esté esperando los resultados de la prueba Covid-19 o que haya dado positivo recientemente”, explica la OMS.
En el caso de las niñas y los niños, la recomendación también depende de su estado de salud. “Los niños menores de cinco años no están obligados a llevar mascarilla”, dice la OMS, con excepción de quienes tengan “un mayor riesgo de complicación grave por Covid-19, pero es preciso evaluar esta medida en consulta con el proveedor de servicios médicos del niño”.
Importa lo impredecible que aún es el coronavirus
La pandemia nos ha mostrado que las recomendaciones preventivas pueden cambiar en cualquier momento para ajustarse a las exigencias de la realidad. “Hay mucho que aún no sabemos especialmente a medida que las nuevas variantes siguen apareciendo”, dice Carlos Oliveira, especialista en enfermedades infecciosas pediátricas de la Universidad de Yale, en Estados Unidos.
No hay riesgo cero. Existe la posibilidad de que una nueva variante de preocupación aumente la tasa de contagio, derive en síntomas más graves o escape a la protección que nos confieren las vacunas disponibles. Lo vimos con ómicron, y lo podíamos ver nuevamente. Por ende, la mascarilla puede dejar de ser obligatoria por ahora, pero la experiencia nos muestra que vale la pena tenerla a la mano.