Desde el 14 de noviembre, Samuel Giraldo no sabe cuándo volverá a pararse en puntas de pie. Ignora cuándo podrá contornearse bajo la cadencia de una pieza de ballet, algún ritmo afrolatino o caribeño. Teme que su cuerpo no recupere la elasticidad de antes y no pueda desplazarse a su gusto. Ya va un mes que no puede ni asentar el pie. Y que vive con un clavo de titanio dentro de la rodilla derecha.
En esa jornada fatídica, cubierta por una neblina de gas tóxico, a Samuel le lanzaron una bomba lacrimógena en la canilla. Sintió como si algo le hubiese triturado la pierna. Soltó los baldes que sostenía para desactivar bombas y cayó sentado, en la avenida Abancay. Se dio cuenta que no podía pararse y comenzó a pedir ayuda a gritos. Cinco chicos lo cargaron para ponerlo a buen recaudo. Luego un grupo de brigadistas le terminó de romper el pantalón para limpiarle la herida expuesta y lo trasladó al Hospital Dos de Mayo.
Allí los médicos determinaron que tenía una fractura de segundo grado en la tibia, el hueso larguísimo que soporta a todo el cuerpo. Había que operarlo. Si bien el SIS le cubría la intervención, no contemplaba los cuatro clavos transversales que era preciso colocarle. Hubo que hacer una colecta en las redes sociales para conseguir los cinco mil soles que le faltaban. Se sumó la familia, los amigos, y no pocos desconocidos. Lo operaron el 20 de noviembre. A Samuel le introdujeron un tubo de titanio dentro de la tibia y que fue fijado por los cuatro clavos.
“Si la bomba le caía en la cabeza le destrozaba el cráneo”, dice su padre quien llegó al día siguiente desde Paramonga y lo acompaña desde entonces. Ambos conservan el pantalón deshecho, las zapatillas y la mochila en unas bolsas negras. Será parte de la evidencia con la que buscarán justicia.
Samuel estudia en la Escuela Superior de Ballet y, como tal, no solo danza con destreza y elegancia. Su deber es transmitir emociones. Hace seis años decidió que quería entregarse al baile por completo. Hoy, en muletas, lo tortura la incertidumbre. “A lo mejor el impacto me ha destrozado algún nervio”, pensó durante los nueve días que duró su internamiento. La terapia será larga. Por lo menos medio año. Su espíritu —y sus pies— permanecerán inquietos hasta entonces.
Coordinación y edición general: Fabiola Torres / Texto: Renzo Gómez / Fotografías: Omar Lucas / Edición de videos: Jason Martínez