A menos de quince metros de distancia de un contingente de la policía, un muchacho levanta las manos en señal de tregua para que cesen los gases lacrimógenos y los disparos de perdigones en una de las esquinas de la Plaza San Martín. Es un intento desesperado por proteger a una brigada médica que está siendo afectada mientras auxilia a un grupo de manifestantes desmayados en el jirón Belén. Rubén Guevara intenta ser ese escudo humano para detener la represión de las fuerzas de seguridad, pero recibe una bomba lacrimógena en el rostro que lo paraliza. Son las diez de la noche del jueves 12 de noviembre. Hace menos de tres horas, este mismo joven flameaba la bandera peruana junto a un amigo en el mismo lugar que ahora es una nube tóxica llena de heridos.
“Me quedé en shock unos segundos, luego comencé a sentir la sangre en mi cara. Pensé que había perdido un ojo”, recuerda Rubén, de 32 años, padre de dos niños. Luego se acercó tan rápido como pudo hacia donde estaban las brigadas médicas voluntarias y les pidió que lo examinaran. A primera vista, el impacto le estaba hinchando el lado derecho del rostro, tenía una herida en carne viva en el cachete, pero no se le había desprendido el ojo derecho como imaginaba. Sin embargo, Rubén Guevara ya no veía, necesitaba ir con urgencia a un hospital porque el esparadrapo que le pusieron tampoco pudo detener la hemorragia que vino poco después.
Rubén Guevara, pintor y exvendedor de pólizas para viajes turísticos, había asistido a la marcha con un amigo músico. Su pareja también quiso acompañarlo, pero Rubén le pidió quedarse en casa con sus dos hijos y prometió que volvería sano. “Estamos cansados de que los políticos no piensen en las personas que la estamos pasando mal en esta pandemia. Que mientras ellos hacen lo que quieren, el país tiene más desempleados y gente en problemas”, cuenta aún con indignación.
Después del ataque con la bomba lacrimógena, Rubén sufrió más episodios humillantes que dilataron el tiempo para que recibiera auxilio oportuno. Aunque pudo reencontrarse con su compañero, ambos tuvieron que caminar hasta el jirón Arica para conseguir un taxi que los llevara al hospital más cercano. Minutos antes, habían intentado pedir ayuda en la Comisaría de Alfonso Ugarte para que una camioneta policial los trasladara hasta un servicio de salud. Sin embargo, una agente les dijo en la puerta “no pueden entrar y manchar el lugar con sangre”.
Recién, alrededor de la una de la mañana, llegó al área de emergencias del hospital Carrión del Callao, donde le desinfectaron la herida y le sacaron una radiografía para verificar si tenía alguna fractura. Pero el oftalmólogo recién llegaría al mediodía del viernes 13 para analizar los daños en su ojo derecho. Por eso, Rubén Guevara firmó su alta voluntaria y decidió regresar a su casa para luego ir muy temprano al Instituto Nacional de Oftalmología (INO), donde confiaba que no faltarían expertos para darle un diagnóstico preciso sobre el estado de su visión.
Sin embargo, hubo más problemas. En el INO, cuando se dieron cuenta de que era uno de los heridos de las manifestaciones contra el régimen de Manuel Merino, un médico intentó consignar en su ficha clínica que la lesión en su ojo derecho se la había propiciado el mismo paciente. Ayudado por su pareja, Rubén Guevara reportó en directo el episodio a los medios y decidió salir del establecimiento porque también había notado que una persona vestida de civil lo estuvo grabando con su celular durante el tiempo que estuvo en la consulta médica. Este caso generó una investigación de oficio de la Superintendencia Nacional de Salud (Susalud), pero todavía no se han dado los resultados.
Rubén Guevara fue atendido finalmente en la clínica Oftalmosalud, donde le diagnosticaron que tenía un agujero en la retina y hemorragia interna del ojo derecho. “No fue un desprendimiento de retina leve como me indicaron al comienzo en el INO”, dice. En este servicio privado ya ha sido sometido a una operación, pero le han informado que en el mejor de los casos podrá recuperar el 80% de su visión con el paso del tiempo.
Rubén se siente muy preocupado porque no podrá seguir haciendo los oficios con los que reunía dinero para mantener a su familia. “Desde que perdí mi empleo de pólizas turísticas, yo pintaba casas, reparaba artefactos eléctricos y me anotaba a todo tipo de actividades. Con la vista afectada, no soy el mismo”, cuenta. Por ahora, sigue con descanso médico, pero espera pronto encontrar un empleo con el que pueda retomar su vida.
Coordinación y edición general: Fabiola Torres / Texto: Miriam Romainville / Fotografías: Omar Lucas / Edición de videos: Jason Martínez