En las orillas del río Pastaza se ubican las comunidades de San Fernando y Musa Karusha, cuya principal fuente de ingresos depende de la captura y la comercialización de peces en las aguas que se extienden en el complejo de humedales que atesora la provincia del Datem del Marañón, en región Loreto.
En estos territorios del pueblo originario Kandozi, los hombres regresan todos los días de sus labores pesqueras cargados, como mínimo, de 50 kilos de peces, que luego transportan por río hasta las ciudades de Tarapoto y Yurimaguas, donde la mercancía se vende, en su gran mayoría, curada con sal.
El uso de esta técnica ancestral de preservar el pescado seco y salado responde a la necesidad de conservar los alimentos ante la falta de refrigeración en estas lejanas comunidades indígenas, a donde uno llega tras navegar varias horas en chalupa por las aguas del Pastaza.
Obtener hielo en este contexto es obtener un tesoro.
Pescado fresco
Desde mayo de este año, la instalación de plantas de producción de hielo por energía solar permite a los pescadores de San Fernando y Musa Karusha mantener la cadena de frío y, por tanto, conservar y transportar toneladas de pescado fresco con más facilidad, menos costos y mayor calidad.
"Antes traíamos el hielo de Yurimaguas y no llegaba. Tardaba días y días, pero ahora tenemos una planta de hielo y es más rentable porque ya no hay tantos gastos", cuenta Guillermo Yumbatos, vicepresidente de la organización Kandozi del río Huitoyacu.
Gunter Yandari, presidente de la asociación de pescadores artesanales de Musa Karusha, relata que él solía traer 200 barras de hielo desde Yurimaguas a un precio de 15 soles (3,6 dólares) por unidad, aunque estas, claro, no llegaban enteras tras tres días de viaje bajo el sol que abruma la región con temperaturas que rondan los 30 °C. "Ahora, a diario producimos 25 barras de hielo, un aproximado de media tonelada. Con eso ya no va a faltar", dice.
La puesta en marcha de estas fábricas fue gestionada por el fondo ambiental Profonanpe, una organización privada sin fines de lucro que funciona como uno de los fondos ambientales más consolidados en el Perú. Esta organización dotó a las comunidades de 120 paneles fotovoltaicos y una planta que cada ocho horas produce 500 kilos de hielo apto para el consumo.
"Los paneles captan la energía solar y, con convertidores de energía, obtenemos 10.000 watts que usamos en la producción de hielo. Bombardeamos agua en los tanques y la purificamos con un filtro de arena y otro de carbono", explica Bertha Huiñapi, bióloga responsable de la planta instalada en San Fernando.
Con lo que se produce en un día, los comuneros logran conservar hasta una tonelada de pescado, que luego transportan en las embarcaciones dentro de cajas refrigeradas en las que se mantiene fresco hasta por siete días.
Aunque son varios y diversos los peces que brindan las aguas del Pastaza -algunos, como el pacú, pueden llegar a pesar hasta 25 kilos-, el más común es el boquichico, un pescado de cuerpo ahusado y plateado que se vende al mercado de Tarapoto por un precio que oscila entre los 8 y 15 soles el kilo (1,90 y 3,60 dólares).
Mejores prácticas
Gunter Yandari, del pueblo Kandozi, navega en chalupa el río Pastaza hasta el lago Rimachi, en las profundidades de la Amazonía peruana, donde todas las noches, sin excepción, exhibe sus destrezas para capturar los peces. Lanza al agua dulce una red de malla ancha. Con ella cerca un espacio circular y lo agita desde su canoa para hacer moverlos y atraparlos.
El mismo ritual replican los pescadores artesanales de Musa Karusha y San Fernando, comunidades indígenas Kandozi que se extienden en el Abanico del Pastaza, un gigantesco complejo de humedales de más de 3,8 millones de hectáreas de bosques inundables, pantanos, ríos y lagos, en Datem del Marañón.
"Tenemos un plan de trabajo y hemos hecho un acuerdo con las comunidades de pescadores de no utilizar malla pequeña para no acabar con nuestras especies. Antes se echaban venenos, pero esto ya lo hemos prohibido totalmente", dice Yandari, quien preside la asociación de pescadores artesanales de Musa Karusha.