Lápiz y papel: las nuevas armas de las mujeres de El Cenepa

En Cocoashi, comunidad awajún de El Cenepa, un grupo de mujeres ceramistas comprueba que nunca es tarde para aprender a leer y escribir. Su iniciativa les cambiará la vida en una de las regiones amazónicas con altos índices de analfabestismo del país.

Fotos: Leslie Searles
Texto: Rosa Laura
Desde Cocoashi, comunidad awajún de El Cenepa, una iniciativa busca revertir la alta tasa de analfabetismo en la Amazonía. Esta es la historia de un grupo de mujeres que se reúne todas las semanas para retomar aprendizajes que quedaron truncos y que ahora les permitirán alcanzar nuevas y deseadas oportunidades.

Fotos: Leslie Searles
Texto: Rosa Laura

Un año antes de la emergencia sanitaria, las mujeres ceramistas de Cocoashi, comunidad de la cuenca del Cenepa, habían logrado poner en marcha un pedido anhelado por mucho tiempo. Con ayuda de la organización Odecofroc y de la antropóloga Josefa Nolte, Cocoashi pudo gestionar ante el gobierno regional de Amazonas la autorización de formar un círculo de aprendizaje para que ellas pudieran aprender a leer y escribir en awajún, su lengua materna, y en castellano. 

Las integrantes de este grupo eran diez madres de familia y ceramistas awajún que, por diversos motivos, no habían podido ir al colegio en su juventud, o habían tenido que abandonar sus estudios tempranamente. Casi la mitad de ellas tenía más de 40 años.

Según un informe de la Defensoría del Pueblo del 2019, de cada 10 mujeres indígenas en la Amazonía, 3 no saben leer ni escribir. A pesar que en la última década el porcentaje de analfabetismo a nivel nacional disminuyó, las mujeres indígenas siguen siendo las más relegadas. Específicamente, las mujeres amazónicas mantienen porcentajes más altos que las mujeres indígenas quechuas o aimaras.

El último Censo de Comunidades Nativas del INEI complementa el anterior informe con datos sobre la deserción escolar. De acuerdo a la información del 2017, solo un 50% de jóvenes de entre 12 y 24 años, perteneciente a un pueblo indígena, asistía al colegio. Dentro de este grupo, eran las mujeres las que presentaban menor porcentaje de asistencia.

Las mujeres de Cocoashi habían encontrado en sus clases una manera de revertir esta situación, retomando aprendizajes de comunicación y matemáticas que se habían quedado truncos años atrás. Un duro golpe para ellas fue la suspensión de las lecciones por la pandemia.

Con la llegada de la emergencia sanitaria, todas las actividades colectivas se paralizaron; y nadie, solo el apu, tuvo permitido entrar o salir de la comunidad. Aún así, una ola de contagios de covid-19 afectó el año pasado a Cocoashi, que no contaba con ninguna posta médica, y que alberga a casi 200 familias que viven sin agua, desagüe, electricidad, o algún tipo de conectividad satelital. Afortunadamente, no se registró ningún fallecido por el virus. 

Este año, ya casi sin contagios y con la población más tranquila, se han ido reanudando las actividades paulatinamente. Entre ellas, las clases de lectura, escritura y matemáticas de las maestras ceramistas. 

Raquel Mayak, una joven de 23 años, fue quien asumió el reto de guiar el aprendizaje de este grupo de mujeres. Ella también creció en la comunidad pero, a diferencia de sus alumnas, pudo terminar sus estudios secundarios. La antropóloga Josefa Nolte, autora del libro Manual de cerámica awajún para niñas, y una de las impulsoras de estas clases, convenció a Raquel de asumir el reto de la enseñanza.

Cada lunes y miércoles, la joven maestra pone un alto a sus estudios y a sus labores en casa para ir a Cocoashi a reunirse con las madres ceramistas en su local comunal y comenzar con las lecciones. Los otros días se dedica a sus clases virtuales de secretariado ejecutivo desde su casa, en un centro poblado cercano, y a atender a su pequeño hijo de un año. Raquel quiere que las mujeres ceramistas tengan también la oportunidad que ella tuvo. “Quiero que aunque sea lleguen a escribir su nombre, eso ya es un avance. Yo les agradezco porque ellas muestran mucho interés”, dice.

Las diez alumnas deben distribuir su tiempo entre las labores familiares y las clases. En el pueblo awajún, la cerámica es una de las tareas que les corresponde a las mujeres. Tradicionalmente, los hombres se han dedicado a la caza, la pesca, a la fabricación de muebles, cestos y construcción de viviendas. Mientras que las mujeres, cultivan la chacra, elaboran las cerámicas, cocinan y cuidan a los hijos. 

Sin embargo, la tala ilegal y otras actividades extractivas que han ocasionado la contaminación y depredación del entorno, han ido modificando su estilo de vida. Cada vez es más complicado conseguir buena caza y pesca. Por ello, los hombres suelen salir a trabajar a ciudades más grandes para conseguir el dinero necesario para mantener a su familia. El comercio también ha introducido el plástico y el fierro en las casas, en reemplazo de varios artículos de cerámica. Esto ha hecho que la producción de cerámica vaya perdiendo el rol imprescindible que tenía para cubrir las necesidades de la familia.

Para revalorar el arte de la cerámica y que vuelva a tener un papel clave en la economía familiar, las mujeres de la comunidad han sido beneficiarias de distintos proyectos orientados a comercializar sus productos. Así se pudo identificar que además de programas sobre el trabajo con cerámica, también solicitaban clases que les permitieran terminar su educación, especialmente, en tres habilidades: lectura, escritura y operaciones matemáticas.

Estos conocimientos serán herramientas que las ayudarán directamente en el día a día de su trabajo como ceramistas, comenta Raquel. “A ellas les va a servir muchísimo porque no van a tener dudas cuando vayan a alguna reunión o evento. Además, van a poder vender solas sus productos. Tampoco van a dejarse engañar por algunos compradores”, explica. 

Raquel cuenta que se han dado casos de clientes que, al ver solas a las mujeres, las quieren engañar con el pago y el vuelto que deben entregar, aprovechando que no eran rápidas calculando operaciones y cometían errores. 

Josefa Nolte resalta que cuando las madres completen las clases podrán acceder a la certificación como Artesana en Cerámica Utilitaria - En proceso de Monococción que otorga el Ministerio de Trabajo, lo que les permitirá ser contratadas por el Estado. Una oportunidad a la que algunas apuntan.

Han pasado recién cinco meses desde que volvieron las clases, pero las alumnas ya han mostrado grandes avances. A Raquel le gusta destacar los logros de cada una. Comenta, por ejemplo, que Celinda ha mejorado muchísimo en matemática y escritura. Que a Natividad antes le costaba mover la mano para escribir su nombre pero con paciencia y constancia lo ha logrado y sigue mejorando. Que Meriza ya sabía escribir pero tenía varias fallas en ortografía y que le están dando énfasis a esa tarea. Y que Oliviana es muy buena para los ejercicios matemáticos pero está reforzando las tildes. Raquel va guiando los pasos de cada una, con atención y empeño.  

Las mujeres ceramistas reconocen esta dedicación y han pedido que las clases continúen el próximo año. En cada tarde de aprendizaje, van reescribiendo su futuro. Uno en el que podrán desarrollar mejor su trabajo como ceramistas y en el que tendrán mejores oportunidades.

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