El primer beneficio de tener árboles bien ubicados en las calles es evidente: nos dan más sombra para refugiarnos cuando sube la temperatura. Pero los árboles hacen mucho más para que sobrellevemos la vida en ciudades como Lima, donde las enormes extensiones de asfalto y cemento absorben el calor y aumentan la sensación térmica que nos genera bochorno. Los árboles pueden ayudar a reducir la temperatura del suelo en las ciudades hasta 12°C en verano, según un estudio realizado por un equipo de científicos del Instituto de Ciencias Atmosféricas y del Clima, ETH Zurich (Suiza).
La investigación muestra que el suelo de las áreas urbanas con árboles generalmente tienen temperaturas dos a cuatro veces más bajas que áreas similares cercanas donde no hay presencia de árboles. Un resultado que refuerza el vínculo entre el entorno de las ciudades y los árboles gracias a la sombra que proporcionan para mantener fresco el suelo (y por ello reducir la temperatura de la superficie), lo que indica que plantar árboles en las ciudades es una herramienta efectiva para reducir los impactos del calentamiento global.
Para este verano, el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi) ha estimado que la temperatura en Lima Metropolitana superará los 31°C, dos grados centígrados más que los promedios habituales de esta estación como consecuencia de El Niño, un fenómeno natural que calienta la superficie del mar en el Océano Pacífico Ecuatorial y que tiene impactos cada vez más severos en un contexto de cambio climático. Un escenario que nos obliga a preparar la ciudad donde vivimos para sobrellevar y reducir los impactos de un clima más caliente en la salud de las personas. Sabemos que el Perú será 3°C más caliente para el 2050, según las proyecciones oficiales.
Las altas temperaturas generan olas de calor, eventos climáticos que se presentan con más intensidad, frecuencia y duración, lo que los convierte en una de las principales amenazas para la salud pública. Cuando las personas están expuestas al sol varias horas sin protección, sobre todo los niños y adultos mayores, su corazón y riñones no funcionan bien, lo que puede provocarles daños graves y desencadenar muertes. Entre 2013 y 2022, las muertes de adultos mayores de 65 años vinculadas con las olas de calor aumentaron en 85% en comparación con el periodo 1991-2000 en Perú, de acuerdo con Lancet Countdown, una iniciativa que identifica las amenazas del cambio climático para la salud.
El asfalto calienta más que el concreto
Tanto como plantar árboles importa cómo diseñamos y con qué materiales construimos las ciudades. Las pistas de Lima suelen ser de asfalto, un material que retiene el 90% del calor que se genera en el suelo y refleja el 10% restante. A este reflejo de la superficie se le conoce como albedo y depende del color y la densidad del material, explica el ingeniero civil David Fairlie.
Así como el asfalto, los materiales de construcción más oscuros y de mayor densidad como la piedra, reflejan menos luz solar, almacenan el calor y lo continúan liberando durante varias horas. “Las veredas que normalmente son de concreto retienen el 60% del calor y pueden seguir calientes a las 10 de la noche por todo el sol que han recibido durante el día”, añade Fairlie. A esto se debe, en parte, el bochorno que se siente por las noches.
José Carlos Soldevilla, arquitecto y miembro de la Sociedad de Urbanistas del Perú, señala que para que la sensación de calor sea menor se pueden construir las pistas de concreto y las veredas de adoquines, unos bloques rojos y grises empleados en algunas calles limeñas. “Las mejores carreteras son de concreto porque tienen mayor facilidad de mantenimiento y mayor calidad como costo de vida, pero es más caro. El asfalto se emplea también por tradición, por un tema estético y porque tiene un aprovechamiento económico en el corto plazo”, apunta.
Las medidas para aliviar los efectos de las altas temperaturas incluyen, evidentemente, la recuperación de espacios verdes. Soldevilla dice que la alternativa para Lima es tener más árboles por su poder de enfriamiento. Los árboles disminuyen la temperatura porque liberan humedad a través de sus hojas -un proceso conocido como evapotranspiración- y estas también impiden el paso del sol.
La sombra de un árbol puede reducir entre 11°C y 20°C la temperatura de las superficies expuestas al sol, además de generar otros beneficios como absorber dióxido de carbono, liberar oxígeno, ser el hábitat de aves e insectos y favorecer las actividades recreativas. Sin embargo, en Lima Metropolitana tenemos un grave problema: sólo hay un árbol por cada 31 personas, según el municipio, y no necesariamente de las especies recomendadas para una zona desértica como molles, algarrobos europeos y aromos, además de no estar ubicados en lugares correctos para generar sombra como al costado de las veredas.
En avenidas de alto tránsito peatonal, como Velasco Astete en Surco, Universitaria en San Miguel o Javier Prado Oeste en San Isidro, los árboles han sido ubicados en las bermas que dividen los carriles de autos y la sombra es para ellos y, de suerte, para las pistas.
Las bermas centrales y laterales en las pistas se han adaptado de las ciudades que necesitan espacio para acumular la nieve que las barredoras empujan para liberar el camino de los autos, explica el arquitecto Soldevilla, pero no tienen mucho sentido o grandes beneficios en Lima.
Los árboles que necesita Lima
Los municipios suelen plantar árboles en las bermas por razones más decorativas que funcionales y varias de las especies que seleccionan requieren demasiada agua para su mantenimiento, como sucede con las palmeras. Las palmeras se empezaron a sembrar en Lima a inicios del siglo pasado por influencia árabe y estadounidense. Son bonitas, pero no reducen la temperatura del ambiente ni purifican el aire, casi no dan sombra y tampoco protegen de los rayos ultravioletas.
Como Lima se caracteriza por ser desértica y con pocas lluvias durante el año, las especies de árboles más adecuadas para plantar son las que requieren poco consumo de agua, son de rápido crecimiento y resistentes a los suelos pobres, dice el Servicio de Parques de Lima (Serpar), que desarrolló una guía para la correcta plantación de árboles en 2013.
Además de tener en cuenta las especies de árboles, Viviana Sánchez-Aizcorbe, ecóloga urbana e investigadora del Centro Latinoamericano de Excelencia en Cambio Climático y Salud de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, recomienda tomar en cuenta la función que cumplirán y el mantenimiento que requieren los árboles porque sólo un tercio de los plantados sobreviven en las ciudades. “Si plantas árboles a los costados de las veredas estás pensando en reducir la temperatura para los peatones y la contaminación del aire. Si quieres reducir el ruido, debes colocar plantas más chatas, como el sauce común que luce como un arbusto”, señala.
Sánchez-Aizcorbe dice que para las avenidas de Lima -porque brindan sombra, reducen la contaminación y no requieren de un riego abundante- son recomendables el aromo (Vachellia macracantha), que alcanza los cuatro metros de altura con flores amarillas; el algarrobo europeo (Ceratonia siliqua), resistente a los climas secos; y el molle serrano (Schinus molle). Esta última especie mide entre seis a diez metros de altura y es originaria de los andes de Perú, Ecuador y Bolivia. El molle serrano ofrece una amplia sombra, ya que el diámetro de su copa puede llegar hasta los ocho metros. Actualmente, algunos árboles de esta especie se encuentran en distritos como Lince y Villa María del Triunfo.
Otras especies que se adaptan a las condiciones de Lima son la jacaranda (Jacaranda mimosifolio), un árbol oriundo de la costa norte del país de tronco recto, raíz profunda y flores lilas; y el papelillo (Koelreuteria paniculata), que alcanza los ocho metros de altura con una copa en forma globular y se encuentra en La Molina y Comas, describe la guía del Serpar, un documento que no se ha puesto en práctica por el municipio metropolitano en El Cercado y tampoco por las alcaldías distritales.
La casuarina (Casuarina equisetifolia), un árbol originario de Australia, Malasia y la Polinesia, es muy útil para cortar el viento y estabilizar el suelo. Esta especie, que es ideal para los parques, alcanza entre los 25 y 30 metros de altura y se puede encontrar en el distrito de San Borja. El Huaranhuay (Tecoma sambucifolia), que se aprecia entre el límite de Comas y Los Olivos, también es un árbol ideal para la capital por su rápido crecimiento y el poco riego que necesita.
A pesar de que hay una gran variedad de especies recomendadas para Lima Metropolitana, se siguen plantando árboles que requieren de abundante agua y el 30% de los distritos limeños usa agua potable para regar sus áreas verdes en una capital donde 635 mil personas carecen de este recurso en sus hogares, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).
“Vivimos en estrés hídrico y hay mucha gente que no tiene agua potable en la ciudad. En vez de usar agua potable para regar, se debería utilizar aguas grises o con tratamiento. De hecho, el tratamiento de aguas residuales se estableció con una ordenanza, pero no es prioridad”, señala la ecóloga urbana Viviana Sánchez-Aizcorbe, quien también recomienda el riego tecnificado de las áreas verdes como una manera de optimizar el agua.
La pérdida de espacios públicos
En Lima, pese a que sólo hay tres metros cuadrados de áreas verdes para cada uno de sus 10.2 millones de habitantes, es común ver cómo las autoridades reducen los espacios públicos verdes sin importarles los beneficios que tienen para la calidad de vida de las personas. Desde el 2009, por ejemplo, la Municipalidad de Lima ha sacrificado 10 hectáreas de áreas verdes -el equivalente al tamaño de nueve campos de fútbol- y 5 mil árboles con un objetivo: construir la cochera del Corredor Metropolitano en el Parque Sinchi Roca del distrito de Comas. Actualmente, la Asociación de Gestión y Defensa del Parque Zonal Sinchi Roca y Espacios Públicos (Agedep) enfrenta al municipio para defender el derecho a gozar de espacios públicos con un ambiente equilibrado y saludable.
En 2022, tras interponer una demanda de amparo con la asesoría del Instituto de Defensa Legal (IDL), la Agedep logró que el Tercer Juzgado Especializado en lo Constitucional ordenara al municipio a construir, en un plazo máximo de cuatro años, dos parques con la misma cantidad de áreas verdes perdidas. Si el municipio incumple la orden, el patio del Metropolitano se demolerá. Pero aún no se sabe si los dos parques serán una realidad porque la municipalidad apeló la decisión.
Durante años, los alcaldes han priorizado las obras de cemento en la ciudad en vez de los espacios verdes, a pesar de que un reciente reporte del observatorio ciudadano Lima Cómo Vamos muestra que el 45.2% de los limeños y chalacos está insatisfecho con la cantidad de áreas verdes y árboles en la ciudad. En Lima Norte, que comprende Ancón, Carabayllo, Comas, Independencia, Los Olivos, Puente Piedra, San Martín de Porres y Santa Rosa, el nivel de insatisfacción llega al 54.9%.
De acuerdo con Patricia Alata, directora de Conocimiento de Lima Cómo Vamos, aún prevalece la idea de que las obras de infraestructura vial son más importantes que los espacios públicos. Se ha ido construyendo la ciudad bajo un criterio de disminuir el contacto con el otro por un “legado de miedo”; lo que ha generado que se enrejen parques y plazas y se prohíba a las personas disfrutar del placer que ofrecen. En algunos parques hay letreros de “prohibido pisar el césped” o se restringen las actividades recreativas como ha sucedido en Miraflores: el alcalde Carlos Canales ha prohibido hacer deporte o descansar en el Parque Grau, porque desde ahora sólo será utilizado para homenajear a héroes nacionales.
A ello se suma la idea de que mientras haya más infraestructura para los vehículos, se van a tener viajes más cómodos y rápidos, pese a que no es cierto. “Eso hizo que se cedieran más espacios públicos para crear vías rápidas, como la Vía Expresa o la Costa Verde. Y esa idea la tenemos hasta ahora porque el 35% de las personas sigue considerando que el aumento de pistas mejorará la movilidad, cuando desde la ingeniería moderna de transportes se sabe que esa no es la solución”, dice Alata. En vez de pensar en obras para enfrentar escenarios de calor extremo, se siguen planificando autopistas.
Es la mirada bajo la que se lidera la ciudad. Muchas veces los alcaldes y alcaldesas buscan construir obras rápidas porque son más notorias como balance de gestión, pero no apuestan por reformas que implican cambios culturales para hacer de la ciudad un espacio más integrado, que equilibre el medio ambiente para sobrellevar un planeta cada vez más caliente.