La Milagrosa. No podía llamarse de otra manera la olla común del asentamiento humano de Buena Vista, en Villa María del Triunfo, que alimenta a más de 140 familias con un plato de comida al precio de dos soles. Para la gran mayoría, su única ración de comida al día. Su bálsamo para engañar al estómago y resistir un día más.
Como la familia de Luisa Suárez Cuya, de 47 años, una de las vecinas de la zona, que cuenta lo difícil que es conseguir esos dos soles todos los días. Luisa vive con su esposo y su madre, una anciana de 85 años aquejada por el Alzheimer. Ambos se han quedado sin trabajo. “Vivimos de las personas que colaboran”, dijo visiblemente consternada.
Aurora Ayala Escalante, una de las lideresas de La Milagrosa, no esconde su preocupación por el futuro inmediato de esta olla común que nació en marzo ni bien se desencadenó el Estado de Emergencia. “No hay gas, no hay sal, no hay leña. No tenemos el apoyo de nadie. Somos los olvidados aquí”, lamenta Aurora, de 37 años, quien vive con su esposo y su hija, en una casa con techo de calamina, donde no hay agua potable ni desagüe.
Aurora se estremece cuando recuerda la vez que su hijita de ocho años le pidió comer algo para la cena y ella solo tuvo un vaso de leche para ofrecerle. Esa situación no está muy lejos de repetirse. La Milagrosa puede estirar sus víveres para dos semanas como máximo. Luego ya no tendrán amparo.
De acuerdo a la Mesa de Trabajo de Seguridad Alimentaria de la Municipalidad Metropolitana de Lima hasta enero de 2021 se han notificado 1,300 ollas comunes en 33 distritos de la capital que alimentan a 129, 661 ciudadanos. Un crecimiento exponencial si reparamos que en julio de 2020 existían 377 ollas comunes, repartidas en 26 distritos, y con capacidad para alimentar a 48,045 personas. La cantidad de familias que sobreviven gracias a las ollas comunes están camino a triplicarse.
Entre las conclusiones a las que llegó la Mesa de Trabajo de Seguridad Alimentaria figura que el mayor porcentaje de personas que se sostienen gracias al ingenio de miles de lideresas comunitarias son los niños con un 25.5% (33,057). El segundo grupo poblacional son los adultos mayores de sesenta años que representan el 9.7% (12,582). Completan la lista aquellos con enfermedades crónicas (2.5%), discapacitados (2.5%), mujeres embarazadas (2.1%) y migrantes (0.9%).
“Las ollas no estaban abastecidas para enfrentar esa segunda cuarentena porque las donaciones disminuyeron un montón en el último trimestre del año pasado", cuenta Gianina Meléndez, fundadora de Manos a la Olla, un colectivo que asiste a tres ollas comunes de Villa María del Triunfo y otra de San Juan de Miraflores.
Gianina Meléndez es consciente que el presidente Francisco Sagasti aseguró que el Gobierno entregaría víveres a los comedores populares y ollas comunes, pero resalta un detalle: “nunca dijeron ni cómo, ni cuándo, ni dónde”. Durante el 2020 recuerda que el bono no llegó ni al 50% de los peruanos y que las canastas no siempre llegaron a su destino.
Aunque desde el segundo trimestre del 2020, el Estado rellena de forma gratuita los bidones de agua de las zonas más desfavorecidas de Lima que carecen de acceso a agua potable y desagüe, al parecer esa ayuda institucional tiene un tope: marzo.
“¿De dónde sacamos 60 soles para dos tanques en una semana? Estamos muy preocupados”, reclama Aurora Ayala, de La Milagros. “Nuestro Gobierno dice 'lávense las manos, cuídense' pero si no hay agua, ¿con qué?”, agrega. Una paradoja que refleja que las desigualdades para enfrentar la pandemia continúan. En medio de la incertidumbre y el hambre, las ollas comunes son un ejemplo de resistencia y solidaridad.
Con información de la Agencia EFE