Mientras que la epidemia por COVID-19 revela potenciales efectos adversos para los fumadores, América Latina continúa en sus intentos por frenar la epidemia de tabaquismo a través de medidas que reduzcan el número de muertes prevenibles y el impacto económico para sus sistemas de salud.
Según datos del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS) de Argentina, 13 por ciento de todas las muertes en mayores de 35 años en América Latina son atribuidas al tabaquismo, con variaciones por países: México y Bolivia, con 8,4 y 9,2 por ciento, respectivamente, hasta Colombia, con 15,9 por ciento y Chile, con 18,5 por ciento.
Durante los últimos 15 años, varios países han implementado medidas con el fin de desincentivar el consumo del tabaco, como el aumento de impuestos, la prohibición de publicidad o los espacios libres de humo.
Sin embargo, un grupo de investigadores del mismo IECS, advirtió recientemente en un estudio que estas estrategias aún no son suficientes y analizaron los impactos económicos y sanitarios de medidas más restrictivas como la implementación del empaquetado neutro, sin logo, color, ni imágenes, únicamente con una advertencia gráfica de los peligros del cigarrillo.
Los autores del estudio publicado en la revista Nicotine &Tobacco Research consideraron los costos y las pérdidas en la calidad de vida relacionadas con el tabaco y los incluyeron en un modelo de microsimulación que les permitió calcular escenarios futuros.
Según los autores, si Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, México y Perú establecieran el empaque neutro, en los próximos 10 años se evitarían 155 mil muertes prematuras y más de 4 millones de eventos de enfermedades.
“Además habría beneficios económicos bastante importantes: US$ 13 mil millones, aproximadamente, que es el dinero que se ahorra el sistema de salud por no tener que tratar todas las enfermedades que se asocian al consumo del cigarrillo”, dijo a SciDev.Net Andrea Alcaraz, autora principal del estudio, vía Zoom.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el tabaquismo provoca 500 mil muertes en los países de América Latina y el Caribe y, según datos del mismo IECS, genera un costo superior a los US$ 33 mil millones, equivalente al 7 por ciento de todo lo que la región gasta en salud anualmente.
Desde que en febrero de 2005 entró en vigor el Convenio Marco de la Organización Mundial de la Salud para el Control del Tabaco (CMCT OMS), firmado hasta ahora por 177 Estados, la región empezó a establecer medidas para reducir la demanda y el suministro del tabaco, gracias a las cuales se ha apreciado una disminución en la prevalencia del tabaquismo.
De 1980 a 2015, el uso del tabaco descendió de 21,4 por ciento a 11 por ciento, mientras que el número de fumadores bajó de 77,3 millones a 69,1 millones, según los datos para América Latina de la sexta edición de El Atlas del Tabaco, publicado en 2018.
Algunos países en los que las políticas de control de tabaco han sido más exitosas son Brasil, que redujo su consumo más de la mitad desde 1980, o Uruguay, cuya prevalencia pasó de 40 por ciento en 2006 a 21,6 en 2017, y es actualmente el único país de la región en implementar el empaquetado neutro.
Sin embargo, los éxitos se contraponen con nuevos desafíos, especialmente en grupos de jóvenes y mujeres, cuyo consumo de tabaco ha aumentado en varios países.
En Suriname y Guatemala, por ejemplo, las tasas de tabaquismo en jóvenes pasaron de 13,5 por ciento y 7,6 por ciento en 1990 a 20,3 por ciento y 11,2 por ciento en 2015, respectivamente, según El Atlas del Tabaco. También se ha observado una asociación entre la prevalencia del tabaquismo y las poblaciones con menos recursos económicos.
“Diez años atrás [personas de] todos los estratos económicos fumaban mucho. Esto ha ido disminuyendo, en ambos sexos y a lo largo del tiempo. Pero lo que se observa es que la gente con más recursos, que en general es la gente con mayor nivel educativo, hace antes el ejercicio de entender el daño a la salud y dejan de fumar”, explica Alcaraz.
Y por otro lado “hay algunas teorías que sostienen que la satisfacción que le genera a una persona el fumar, o alguna otra adicción, es más difícil de reemplazar cuando uno tiene menos recursos. Una persona con mayores recursos puede decir ‘no fumo y me voy al teatro o al gimnasio’”, afirma la investigadora.
“Hay algunas teorías que sostienen que la satisfacción que le genera a una persona el fumar, o alguna otra adicción, es más difícil de reemplazar cuando uno tiene menos recursos”.
Andrea Alcaraz - Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria, Argentina
Para el médico brasileño Luiz Carlos Corrêa, especialista en tabaquismo del Hospital Santa Casa de Misericordia, Porto Alegre, Brasil, quien no participó del estudio, se esperaría que la contingencia por COVID-19 abonara a una reducción en el consumo del tabaco “en la medida en que el aporte financiero se reduce y los jóvenes están más cerca de la familia y apartados de las escuelas”, dijo a SciDev.Net vía correo electrónico.
Sin embargo, conforme la actividad económica se restablece, el miedo al coronavirus puede reducirse y tanto las presiones como las nuevas estrategias por parte de la industria tabacalera se acrecentarán. De hecho, de acuerdo con Corrêa, el nuevo villano del siglo 21 serían los cigarros electrónicos cuyas ventas podrían superar a las de los cigarrillos convencionales para 2022.
Ante esos retos, para Andrea Alcaraz generar datos específicos, como la cantidad de muertes, enfermedades y costos económicos que produce el tabaquismo, puede favorecer a que cada país implemente medidas y políticas públicas para el control del tabaquismo en el momento óptimo.
Pero “la idea es trabajar no solo a nivel político sino en la concientización de la población, que la gente entienda los riesgos que hay [de fumar] y encuentre diferentes caminos de superar esta adicción o no empezar con ella”, concluyó.
Este reportaje fue publicado originalmente en SciDev.Net el 26 de junio de 2020.